viernes, 10 de junio de 2022

Regresar a casa

 


Algún día regresaré a casa y mientras eso sucede caminaré de aquí para allá, entre nubes; algunas veces blancas, otras, las veces, foscas y oscuras.

Uno camina, está predestinado para ello, como tocado por una maldición antigua. No sabe detenerse. Y si lo consigue será el tiempo necesario para observar cuanto le rodea y de seguro que entonces, tras departir algunas palabras, le retornaran las ganas de seguir caminando.

Hacia cualquier parte, hacia cualquier lugar.

Ese es el sino del nómada, tal como se ha descrito en multitud de manuscritos, camina porque ese es su hogar y no otro. En el fondo tiene miedo de regresar, hallar al fin su casa y encontrarla vaciada de contenido.

«El caminante, ¿No es este el dueño absoluto de la tierra, las aguas, y hasta del cielo? ¿Qué habitante puede competir con él en poder y riqueza?»

Ciertas son las palabras de Isabelle Eberhardt, pero también ese cansancio que le aflige el alma, fruto narcisista de un horizonte que solo ofrece senda y nada más que senda.

Regresar a casa, reinventarse a cada paso, apartarse y hallar una nuevo sendero recóndito y poco frecuentado. Principios que no bastan para satisfacernos y que al final terminan convertidos en notas pinchadas sobre una pizarra baldía.

Te quiero, recuerdo que le dije un día, y ese fue el principio, la luz que hoy brilla. Solo, sin rumbo, pero no vencido.

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