martes, 20 de diciembre de 2022

La Sevilla de hace cien años


Cuando Manuela al fin consiguió alcanzar Sevilla, lo hizo para salir de ella. Cruzar las murallas y sus puertas significaba salir de Sevilla.

Lo hizo atravesando la Puerta Osario que ya no estaba, es decir que la habían derribado.

Cruzó por delante del laboratorio municipal y se adentró por calle Arroyo, bordeando el arroyo del Tagarete que bajaba desde la selva de los Alcores y cuyas aguas aún se mantenían limpias y claras.

Hacía mucho frío en esa mañana de noviembre de 1922, a un lado dejaban un inmenso campo de granados, al otro el colegio de San Juan Bosco y algunos corrales de vecinos, construidos por el mismísimo Aníbal González.

De esa manera, alcanzarían al camino del arzobispo y dejarían atrás un tétrico albergue capaz de levantar las peores pesadillas. Les recibe la huerta de la tía María y el mundo se convierte en un sembrado; buscan a los Villagrán, una de las mayores vaquerizas de Sevilla.

El lodo y el barro se incrementa, huele a boñigas de vaca y el paisaje no puede ser más desolador; a pesar de alejarse del cinturón de la miseria que rodea la ciudad.

Chabolas y un asentamiento que apenas se sostiene les da la bienvenida, lo primero será apuntalar el chamizo y cubrir el techo con lo primero que encuentren; ya tendrán tiempo para acerarse a la laguna del Burón o a la charca de los patos a por alguna carpa para el almuerzo.

Dicen que la fuente del arzobispo mana la mejor agua de Sevilla, por lo que no es extraño el continuo trajín en el que no faltan los carros ni los borricos con sus alforjas y cantaras.

A lo lejos queda el cortijo de Calonge, pero antes se abre el prado más bonito del mundo que reventará de flores en primavera y a cuyos márgenes crecerá el mejor paloduz de la tierra.

domingo, 18 de diciembre de 2022

La caricia de las olas


La caricia de las olas

Me gustaría morirme siendo acariciado,
con los ojos cerrados y sin mirar a nadie.

En calma, pero atento al viaje,
tal como se manifiesta en el Bardo Thodol...

Con una poesía en los labios,
o mejor con la nota de una guitarra antigua en mis oídos.

He sido y soy andaluz por donde quiera que vaya.

Heredero de una tierra milenaria,
donde llegaron todos,
desembarcando, solos, en una playa blanca y desierta.

He caminado por todos los caminos.
y creedme que pocos he dejado en el olvido.
He contemplado en todos los cuerpos posibles y
bebido de una fuente de mil labios.

Quiero morirme, tal como tú lo hiciste,
con una mirada puesta en sus ojos.

Sin arrepentimientos, pero con una espada cercana.

Amo, te amo, me amo.

martes, 13 de diciembre de 2022

La leyenda del «Bateau Lavoire», el barco lavadero.


Ayer os advertí que me alejaría de la guerra, dado que cuando escribo; aquello que he plasmado en la mañana me acompaña durante el resto del día. Razón por la que cambio de tercio y viajo en el tiempo.

Marcho hacia un lugar mucho más amable, nos vamos al Paris de principios del S. XX, ¿me acompañas?

No rebajéis al viejo cocinero, que mientras cocina es capaz de llevarse una semana relatando los viejos cuchicheos de este, tan singular edificio...

La leyenda del barco lavadero.

Cuando Picasso llegó a Montmartre y se instaló en 1904, en un edificio conocido como «Bateau Lavoire».

El Bateau Lavoire fue al principio una fábrica de pianos y después una cerrajería que, con el tiempo, el dueño decidió convertirlo en estudios, allá por 1892.


La colina de Montmartre, estaba alejada de París, rodeada de viñedos y viejos molinos, un lugar idílico y, desde luego, mucho más barato que el resto de la ciudad.

Antes que Picasso ya lo habitó el gran Gauguin.

Picasso llegó en 1904, en su cuarto y definitivo viaje. Seguramente recomendado por el pintor vallisoletano Paco Durrio que ya vivía allí.

Anteriormente había sido refugio de anarquistas, pero con la llegada del grupo italiano y español, fue dejando paso a la nueva corriente artística que llegaba de manera inapelable.

Junto a Picasso, se establecía en tan destartalado edificio; Brancussi, Juan Gris, Van Dongen, Modigliani, Max Jacob, Erik Satie, Mac Orlan… y siendo frecuentado por Matisse, Rousseau, Braque, Apollinaire y una lista realmente interminable.

Podemos asegurar que el impulso artístico que se dio en ese lugar; desde principios del siglo XX hasta el inicio de la primera guerra mundial, fue fundamental para entender el arte de hoy.

El nombre «Le Bateau-Lavoir» fue acuñado por el poeta francés Max Jacob. El edificio estaba oscuro y sucio, casi parecía un montón de chatarra en lugar de una vivienda. En los días de tormenta, se balanceaba y crujía, recordando a la gente los botes de lavado en el río Sena, de ahí el nombre.


Parece ser que el de Picasso era amplio y luminoso, aunque el edificio estaba construido tan mal que propiciaba la humedad; carecían de luz y de gas, y en invierno se helaban las tuberías y el olor a moho impregnaba aquel laberinto de estructuras imposibles.

Dado que Picasso prefería pintar de noche —decía que le gustaba imitar a Goya—, con velas, o bien con quinqués de gasóleo. El Bateau Lavoir resurgía encendiéndose como un faro luminoso en medio de la noche.

En ese edificio se vivieron de historia fascinantes, bacanales, recitales poéticos y se crearon numerosas obras de arte.

Entre el opio y la absenta, Picasso dio rienda suelta a su etapa azul y rosa, para desembocar en el cubismo…

No levantemos acontecimientos ni cotilleos, ya os iré contando algunos de ellos. Un comienzo de siglo deslumbrante y que fuimos incapaces de mantener.

sábado, 10 de diciembre de 2022

Amistad, ese sentimiento en peligro


Últimamente me llegan historias, las más entre hombres, que protagonizaron verdaderas gestas motivados por la amistad.

Término hoy en desuso y suplantado por el ambiente o el nuevo contexto en el que formulamos nuestras relaciones.

Con una necesidad arrogante, avasalladora diría, nos introducimos en ese nuevo mundo acabado de surgir; me refiero a las redes sociales, en las cuales incluyo Wasap y sus grupos.

Configurados y preestablecidos para compartir una superficialidad y la extroversión que otorga la distancia, esa frialdad con la que nos enfrentamos al otro y en donde nuestro ego, debido un aislamiento vehementemente programado, se nos viene arriba.

Decía Helen Keller: «Prefiero caminar con un amigo en la oscuridad, que solo en la luz»; en dicho enunciado, la autora, nos ofrece en toda su plenitud, el carácter atemporal y sin prejuicios del término.

Amistad: Confianza y aspecto desinteresado entre las personas.

Un poco descafeinada diría que nos queda la fórmula;
Amistad, comprender y ser comprendido, nos diría Séneca.

«Un amigo es aquel que te conoce y te ama de todos modos», esta se acerca más a cuanto deseo expresar…

La capacidad de entrega al otro sin reserva, ni censuras, por ahí van los tiros; depositar en el otro una confianza total, sin prejuicios y sin cuestionar. A sabiendas que nunca serás dañado, al menos con la conciencia que se infringe el daño.

Últimamente, me han llegado hazañas sorprendentes, las más entre hombres, ya lo he dicho, pero sorprendentes dado la arrogancia que suele intervenir en este género, tan confundido hoy en día.

Entre libros he leído; juramentos de lealtad que traspasaron la muerte, grandes gestas en honor al amigo, mantener la palabra dada y, lo que es más importante, disponer de una plena confianza en —el otro—, dado que nunca te va a defraudar.

El sexo lo dejamos a un lado, no confundamos, hablamos de amistad, ese sentimiento perdido o, al menos, en vías de extinción.

Necesario para recuperar el ritmo, para apoyarnos y poder recobrar nuestro espacio y, por supuesto, nuestra autoestima perdida.

jueves, 8 de diciembre de 2022

Madeleine, la princesa azul.


Durante el verano de 1904 Picasso tuvo una relación con Madeleine, la cual aparece en varios de sus dibujos y pinturas.

Este es el punto de partida por una vida sentimental que marcaría la obra del maestro y, de paso, dejaría bastantes cadáveres por el camino.

Madeleine es un misterio y como todos los misterios fascina. Ella llegó antes que Fernande, sin embargo, Picasso continuó pintándola tras abandonar la relación.

Le fascinaba su delgadez y la extrema fragilidad que muestra en sus retratos. Con la bella modelo, Picasso avanza en el azul y en los tonos pastel.

Madeleine representa la sexualidad, una sexualidad mortífera y de la que Picasso tardaría en recuperarse. El suicidio de su amigo Casagemas en el café “l’Hyppodrome”, de París, le había tocado profundamente y el hecho de regresar a París representaba enfrentarse a esa relación virulenta que mantenía el pintor con la muerte.

Se sabe poco de Madeleine, ya lo he dicho; ella era la madre de todos los misterios. La princesa azul estaba allí para dulcificar el mundo cochambroso y sucio de Montmartre, ella representaba la musa y su atmósfera, la poesía y en cierto grado el abandono ante lo inalcanzable.

En la Luna en el Sauce, ella representa la primera de las transgresiones. Simone confiesa su amor a Manuela, un amor que nunca conseguirá superar a lo largo de toda su vida, y todo esto sucede en el lugar más alejado del mundo; una feria de Sevilla de 1906…

Mañana os mostraré un cuadro de Picasso, tras el que se esconde una maldad profunda y que desencadenó el deterioro psíquico de Madeleine, hasta llevarla al suicidio

martes, 6 de diciembre de 2022

Diario de abordo; de Monesterio a Charlotte Salomón


Mañana de ayer a tope, cerrando presentaciones de La Luna en el Sauce. Hoy marcho para Lebrija invitado por la corporación municipal para asistir a los actos del aniversario de Elio Antonio de Nebrija. Intentaré poner fecha a una presentación crucial; el lugar donde todo comienza.

Monesterio sigue resistiéndose, parece que hay municipios en España que les cuesta enfrentarse con su pasado, aunque en el libro haya sido reflejado de la manera más suave posible.

Estoy muy contento, me llegan mensajes de gente que ha leído el libro impresionadas. Dicen que merece una serie de televisión, a lo que contesto que merece que se recuerde.

En casa, comprobé la cantidad de fotos que me habían mandado desde Glastonbury, el mar de la niebla sigue manifestándose, como en las antiguas leyendas; el reino de Avalon regresa al mundo; ese país de las hadas que tanto enriquece mi imaginación.

Luego, tras poner un poco de orden en los archivos, comencé a trabajar una vieja escultura. El “Land Art” me devuelve a la vida y, sin duda, el contacto con la naturaleza sana cualquier conflicto mental; eso sí, me dio pena que no lloviese.

Tal como manifesté ayer volvimos a visualizar la película “A años luz”, que, desde luego, remasterizada parece otra. Creo que la última vez que la vi fue en una cinta VHS; un templo para quienes beben de la espiritualidad y, desde luego, no apto para cualquiera.

Hoy amanece con fuerza y me mandan una versión animada de la vida de Charlotte Salomón, la dejaré para esta noche y conforme pase el día recordaremos a la desafortunada artista. Tengo algo escrito sobre ella en el blog.

Que os vaya bien el día y disfrutéis de todo cuanto esté a vuestro alcance.

lunes, 5 de diciembre de 2022

Un cabaret llamado; «Au Lapin Agile».

 


Seguimos por París y hoy nos toca mencionar el mítico; «Au Lapin Agile», cabaret que nada tenía que ver con el «Moulin Rouge» y que constituyó con el mayor refugio artístico de ese París bohemio, que proporcionó la mayor expresión artística de todo el siglo XX.

Lugar de culto, encuentro de bohemios, vagabundos y soñadores. En dicho local se dieron cita genios de la pintura, la escritura y la música; tantos como seamos capaces de imaginar.

Liderados por su propietario Père Frédé, un señor de grandes botas y larga barba blanca que tocaba la guitarra y el violoncelo.

Père Frédé recibía, a quienes franqueaban su puerta y permitía el intercambio de un plato de sopa caliente y un vaso de vino, por un dibujo o una pieza musical.

Podríamos escribir un voluminoso libro de cuantas anécdotas se dieron en susodicho lugar, siendo también, dignos de mencionar—como copropietarios del establecimiento— al burro Lolo, la cabra Blanchete, el mono Théodule, un perro, una corneja y algún que otro ratoncito blanco.

Todos ellos compartían espacio junto a los artistas que llegaban, participando en las mesas o de las largas veladas.


A dicha fauna o clientela, llámese como se quiera, habría que añadir la gente del circo Medrano, aposentado sobre la colina de Montmartre, por lo que enanos, forzudos y otras especies que se escapan a mi imaginación se unían a tan excelsa clientela.

Pero… de ¿quién estamos hablamos en concreto? Pues de nada más y nada menos que Guillaume Apollinaire, Francis Carco, Roland Dorgelés, Charles Dullin, Maurice Utrillo, Max Jacob, Amedeo Modigliani, Eric Satie y Pablo Picasso, entre otros.

En el «Au Lapin Agile» surgieron grandes obras de arte; mezcladas entre poemas, pinturas y notas musicales.

No hay tiempo, ni tampoco espacio para mencionar la ingesta cantidad productora de susodicho lugar; mencionaré dos de las mejores obras de Picasso «La Femme à la corneille» o aquella que lleva el mismo nombre del cabaret, pintada en 1905.


En el «Conejo Ágil», se celebraron grandes banquetes que desembocaron en apasionados bacanales y que debido a la energía o desenfreno de sus comensales ha llegado hasta nuestros días; tales como la despedida a Cezanne tras su muerte o el homenaje a Henri Rousseau, costeado por Picasso y en el que tan solo se degustaron sardinas en lata...

Quizás de esos insignes momentos permítanme hablar otro día, ya que, por hoy, y dada la información compartida, creo que vais bien despachados, eso sí… un vasito de absenta no nos vendría nada mal para acompañar la entrada.



domingo, 27 de noviembre de 2022

El puzle de La Luna en el Sauce

 


Cuando comencé a escribir La Luna en el Sauce, una de las primeras cosas que hicieron zozobrar mi cabeza era la distancia que habitaba entre cada personaje.

Por ejemplo, la madre de Manuela se llamaba Carmen y había nacido en Fuentes de Andalucía. Su padre, platero de profesión, era natural de Sevilla y Manuela, nuestra protagonista, lo hizo en Lebrija; lugar desde donde debía de partir la historia.

Teniendo en cuenta que nuestro segundo personaje era Ricardo, la cosa no pintaba bien; dado que estos se conocieron en un mercado en Monesterio (Badajoz).

Reconstruir una historia, una vida entera, partiendo de unos principios tan desenlazados se me antojaba una complicada situación.

Comencé visitando los lugares, dejando que estos me absorbiesen; conjurando el pasado, tal si fuese un acto de brujería.

Recuerdo que con la aparición del acta de casamiento entre Ricardo y Manuela todo cambió. Al fin la realidad me hacía un guiño y me obligaba a tomar tierra.

A partir de ahí, la cosa comenzó a tomar forma y, poco a poco, todos los “fantasmas” fueron ocupando asiento en la novela.

viernes, 25 de noviembre de 2022

La niña ciega


Intensidad, definiría esta etapa en la que me encuentro. La luna en el Sauce es así y puede que nunca vuelva a escribir algo tan intenso como este libro.

En el diario real de Ricardo hay una historia que hace referencia una familia perdida en la inmensidad de la selva de Tukumán (creo que se escribía con k, tened en cuenta que hablamos de la Filipinas de finales del siglo XIX).

La partida española avanzaba rápido, cuando una familia, incomprensiblemente, era guiada por una joven ciega. El grupo se hallaba compuesta por una anciana, dos niños y la niña ciega.

Ricardo, arriesgó su vida alejándose de la compañía de soldados, qué avanzaba con rapidez, he intentó por todos los medios ayudar a esta familia a cruzar ríos y vados atestados de reptiles y serpientes.

Cuando se hacía la noche, y con tremendo pesar, hubo de abandonar al grupo. No le quedó más remedio que intentar alcanzar a su compañía.

Ricardo nos cuenta que no pudo conciliar el sueño pensando en la niña ciega y su pobre familia, pero cuál sería su sorpresa cuando al mediodía del día siguiente apareció en el campamento la niña ciega con sus dos hijos. La anciana no pudo llegar y sacrificó su vida por ellos.

Esto es cierto y da para una profunda reflexión.

Se relata en la Luna en el Sauce, pero advierto que no es fantasía, ni fruto de mi imaginación, aunque se lo cuente, en una noche de tormentas, arropados en la alcoba, Ricardo a Manuela.


martes, 22 de noviembre de 2022

Cartas de Simone (París 1907-1919)

 


Cartas de Simone
La Luna en el Sauce

Hoy os desvelaré el otro libro que se encuentra sumergido en la Luna en el Sauce. Ya comentamos del diario de guerra de Ricardo y hoy me toca comentaros de las Cartas a Simone. Un documento epistolar que nos permitirá conocer el París de la bohemia, desde 1905 hasta finalizada la primera guerra mundial.

Dicho documento fue confeccionado a parte de la novela, para posteriormente analizar donde encajaba cada carta; por un lado, el mundo de Manuela, real difícil y combativo, y por otro el desmadre y la genialidad artística; elevada al canon más alto que nos ofreció el siglo XX.

De esa manera jugaremos con dos ambientes y ello nos permitirá alejarnos de la típica novela costumbrista. Conoceremos al Montmartre de leyenda; desde Picasso hasta Modigliani y un gran número de personajes que nos deleitaran, en el mejor de los casos.

lunes, 21 de noviembre de 2022

«Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen».


El día de ayer me deparo un viaje inesperado a Setenil de las Bodegas, donde comí bajo una de sus grandes rocas, paseamos por sus intrincadas calles y descubrí unas agraciadas frases en sus esquinas. Supuso una verdadera sorpresa encontrarme con una frase de Rayuela de Cortázar; «Buscábamos para encontrarnos».
Tomé café mirando a la sierra de Ronda; para mí de los lugares más hermosos de la tierra y ya, el día, apenas dio tiempo para más.

En la noche, al fin pude ver la película animada que recomendé hace unos días y que hacía referencia a Charlotte Salomon. Desgarradora, pero sensible a su vez, nostálgica y evocadora.

Los que me seguís sabéis de mi admiración por la pintora.

Por supuesto que no es una película para pasar un buen rato; de conciencia, de rebeldía y de ganas de seguir viviendo.


Terminaría expresando aquella frase de Julio Anguita tras la muerte de su hijo;
«Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen».

domingo, 20 de noviembre de 2022

Molletes


Comprando Molletes.

Me van hacer falta, y muchos. Se avecinan tormentas y trabajo por un tubo.
Estos son de Puerto Serrano, de pan muy blanco y blando; a diferencia del marchenero. Quizás vengan mejor y así no me atraganto.

Nuevo proyecto a la vista; participar en la elaboración de un libro donde se hable de los beneficios de la escritura, perteneciente a la colección «Quince miradas».

Abordaré el tema de la sanación terapéutica a través de la escritura. Exploraré métodos y, por supuesto que iniciaré el ensayo desde la perspectiva histórica, aunque advierto que en cuanto me he asomado al mito griego me han entrado unos vértigos tremendos; y más siendo conocedor de la influencia de estos en la psicología freudiana.
En fin, que hay trabajito por delante.

Hoy toca cerrar puertas, y luego algo de distensión por mi parte.

Queda poco tiempo para las presentaciones de la Luna en el Sauce, apenas hay lugar en el calendario, un par de ellas y a otra cosa mariposa.

Denoto un tremendo desinterés por la lectura en la sociedad que me rodea, un discernir sin conocimiento de la causa y es que en este país hay "overbooking" de expertos en la barra de un bar.

Pero la vida sigue y Thyrsá empuja de nuevo con la llegada del frío.

Ha llegado el otoño y con ello el deshojarse de golpe, y yo, conociéndome, evadiré cuanto pueda el compromiso; aún a sabiendas que cumpliré de sobras y mi piel se llenará de nuevos de palabras escritas, como en aquel lejano día, precisamente del mejor otoño, en el que subscribimos un poema sobre nuestro pecho.

martes, 15 de noviembre de 2022

30 Años

 


Llegué a Marchena hace aproximadamente treinta años, recuerdo que, ese día, hacía un frio tremendo y lo primero que hice fue pedirme una copa de anís; desgraciado de mí que pensaba que me iban a poner anís del mono o castellana.

No, nada de eso.

Repentinamente mi garganta se convirtió en la de un dragón, de esos que salen en una serie de televisión que está tan de moda, y si hubiese tenido una chiquilla delante —al igual que en la serie—, sin duda que la hubiese chamuscado, ahorrándole el dinero del láser y demás depilados.

Entendí desde el principio que, en Marchena, y por mucha agua que lleven sus subterráneos, habitaba en ella un fuego muy hondo y profundo.

Ese fue solo el principio, pasado unos días descubrí un barrió que me ganó por entero. Se encontraba prácticamente en ruinas, le decían; «el de San Juan» y, tal como en otros lugares mágicos, el tiempo parecía haberse detenido.

Paseé por algunos de sus notables edificios, como la plaza Ducal que me dio la sensación de formar parte del decorado de una de esas películas del neorrealismo italiano.

Era muy temprano, hacía un frío tremendo y tan solo se oía el sonido de unos grajos negros. Crucé un portalón muy antiguo y ascendí hasta un convento en el que compré mazapán con forma de frutas. Luego me enteré que allí se confinó San Juan de la Cruz, para dar vida a uno de los manifiestos más grandes que ha dado la poética castellana; me refiero, nada más y nada menos, que a su Cántico Espiritual.

Recorrí sus calles y me deleité con su pastelería –única en el mundo—de origen claramente mozárabe.

En esos primeros días me empapé de Marchena y todas las señales me decían que al fin había encontrado una casa, un hogar.

Me sorprendieron algunas palabras de uso común y que no pertenecían a diccionario alguno; palabras heredadas de padre a hijos; susurros que cruzan devenires y heridas, conformando un lenguaje vivo en el tiempo, pero jamás transcrito.

Oí cante antiguo en las tabernas, —cante de verdad y no simulado— y me di cuenta que Marchena se hallaba apartada de la vía principal que vertebra Andalucía, por lo tanto, la vida se manifestaba en un orden distinto al que rige en otros lugares.

Olor a churros en las mañanas, café, panaderías que mantienen la receta centenaria de unos molletes que no se exportan, pero que conserva aquella fórmula que alimentara a romanos y andalusíes.

Marchena pertenece a otro sistema, manera de pensamiento o cualquier tipo de administración, llámese como se quiera.

En Marchena el Péndulo de Foucault se mece al son de unas nanas antiguas, al grito de las batallas y conquistas, con todo el dolor que este conlleva. Allí los segundos se confunden con horas, los días con años y estos con los siglos; y por más que se empeñen, estoy seguro que esto sucederá así hasta el fin de los tiempos.

Marchena es un río de agua que siente, a pesar de todo el fuego que lleva por dentro.

lunes, 14 de noviembre de 2022

La casita de las calabazas




"Prefiero en mi casa tomate o calabaza, 
que en la de otros becada de caza".

Refrán Popular

Hoy toca trabajar, lo que se agradece antemano. Así, al menos, esta cabeza descansará de tantos proyectos.

Os traigo una foto que tiene sus años, le llamábamos "La Casita de las Calabazas" cuando mis hijas eran pequeñas, y cuyo nombre se debe a que el sendero que llegaba hasta ella se encontraba sembrado de unas enormes y gordinflonas calabazas.

Sí se sigue el camino caminando, uno se topa, casi enfrente de la casa, con un crucero de piedra que deberá de tener sus años y un bosque encantado en cuyas profundidades apenas alcanzan los rayos del sol.

Sí somos capaces de atrevernos y aventuraros en su interior, podemos percibir abejarucos de colores, conejos y una antigua muralla que antaño hubo de rodear el bosque e incluso oír una música que uno no sabe de dónde procede.

En el interior del bosque y justo en su centro hay una montaña que desde fuera es imposible de percibir. Grandes raíces la rodean dificultando su escalada. Allí deben de habitar la buena gente del otro mundo; está más claro que el agua.

Hace unos años, el señor cura de la iglesia; esa que asoma junto al bosque, me mostró unas extrañas piedras que debieron pertenecer al ventanal de un viejo palacio.
Lo que sí puedo dar por cierto es que jamás pasaría una noche bajo el pórtico de la iglesia, dado que está rematado por una enorme cabezota de piedra y de la que cuelga una larga y desagradable lengua rojiza.

También está el cementerio, pero ese apenas incomoda. Es como si formase parte de la atmósfera o la escena de una película de Tim Burton, además este apenas hace ruido; el silencio en su interior es sepulcral, nunca mejor dicho.

Sin embargo, los que sí reclaman su presencia son los gigantescos robles y castaños que rodean el recinto, dado que estos silban al atardecer, ofreciendo un sonido ancestral de cuando los árboles se comunicaban entre ellos y entonaban baladas felices. Aquellos tiempos en que el hombre respetaba el misterio y la vida era considerada con respeto y a la vez con una tremenda osadía.

martes, 8 de noviembre de 2022

En mi jardín


He andado muchos caminos...

Así comienza uno de los poemas más hermosos de la literatura castellana. Poema que ha servido como ejemplo e inspiración a lo largo de mi vida.

Detenerse, tan sólo, para retomar fuerzas, o para una toma de contacto con uno mismo.

Hoy toca seguir trabajando, que por cierto me viene muy bien; dado que de esa manera alejo la neurosis y ciertas inseguridades que, de vez en cuando, afloran por mi mente.

Multitud de ensoñaciones me acompañan, y ahora más, que leo un cuento de Horacio Quiroga. Ellas me custodian en cada tramo, en cada loza, tal como en la foto que muestro hoy, tomada en un patio de Córdoba.

Algunas personas llegan y otras se van y, por mi parte tan solo espero no volver a cruzarme con ellas en lo que me resta de vida.

En este camino, el respeto la consideración son necesarios para alcanzar cualquier tipo de objetivo, por más incierto que este parezca.

Leo que están a punto de cerrar el comedor social más grande de Málaga por falta de ayuda de la administración, por desgracia los depredadores continúan a nuestro lado, tal como una sombra amenazante, que por más sol que le dé continúa haciendo acto de presencia.

Miro a cada lado del camino, pero no me detengo, continúo caminando.
Todo se repite, el rico ayuda al rico y el pobre es más pobre todavía; a lo que se une el agravante de haber perdido, este último, la cordura.

En mi juventud creí que podría acompañarme de una idea, un istmo que hiciera avanzar a la especie humana, más hoy observo, con más curiosidad que nunca, a quienes aparecen ante mí y decido seguir solo, plenamente convencido; caminando.

sábado, 5 de noviembre de 2022

Adiós, loco.



 
Corrían mediados de los ochenta y yo trabajaba en un restaurante llamado Rayuela, cuyo nombre derivaba en homenaje a Julio Cortázar.
Se hallaba situado en la calle don Remondo de Sevilla, era este un restaurante pequeñito y muy coqueto, donde sonaba música clásica y se servía comida preferentemente francesa.

Ejercía de jefe de cocina, tenía un Seat 127 blanco, muy viejo y hacía poco me había echado novia. Durante mi estancia en dicho restaurante descubrí a Cortázar, Antonio Blay, Krisnhamurti, Castaneda y muchos más, pero lo mejor de todo era mi recorrido nocturno por la madrugada sevillana.

Agonizaban las últimas tabernas del barrio de Santa Cruz, y yo me permitía aparcar en la mismísima puerta de la catedral.

Allí, en ese deambular nocturno conocí a Quintero, no me atrevería a describirlo; era tan diferente, y marcaba tanta diferencia con respecto al resto. Le gustaba la filosofía profunda, Walt Whitman, el vino tinto, León Felipe, y su carcajada era capaz de resonar por encima de la ópera de Wagner que sonaba, casi a diario, en el mítico pub Abades. Le gustaba rodearse de chicas guapas y me encantaba ese pañuelo o bufanda que vestía su cuello; era una especie rara ese Quintero, sin lugar a dudas.

Lo cierto es que no tengo ni idea el porqué de esos estrafalarios negocios, como el Montparnasse, donde pasé muchas tardes en su cocina. Una ruina sin precedentes.
En mi quedará su voz llenando las estrechas calles sevillanas, la noche oscura de cuando en Sevilla habitaban los misterios y con aquel piropo, en una taberna hoy desaparecida, en la que me calificaste como el cocinero más loco y bucólico que habías conocido.

Mañana hace cinco años de la muerte de mi padre, seguro que estará deseando recibirte, en ese reino donde habitan quienes tienen mucho que contar.

Hasta siempre, príncipe de la palabra, habitante de esas noches en la que pocos son capaces de beber.

lunes, 17 de octubre de 2022

A años luz


Le comentaba esta semana a nuestro querido profesor Justo Sotelo, algo sobre esta película de Alain Tanner (Les années lumières); cuando por casualidades del destino —esas lindas casualidades que siempre me acompañan—, acaba de aparecer remasterizada.

Película de culto donde las haya, fruto del delirio de la época. Recuerdo que estaban «Brazil» de Terry Gilliam, «Siberiada» de Andréi Konchalovski, esta última de escenarios bellísimos y muy al contrario de las referidas anteriormente.

Por aquella época, los años 80, marchábamos en busca de mensajes iniciáticos en librerías esotéricas, tan de moda, y enfrascándonos en diálogos indescifrables para la juventud de hoy.

En Sevilla, recuerdo especialmente las librerías de Anatma y Osiris, donde pasábamos las horas intentando descifrar los mensajes ocultos de Gurdjieff o de Madame Blavatsky, entre muchos.

Pues sí, yo era un bicho raro de esos que querían hallar los secretos de los iniciados; veintitantos años, toda una vida por delante y un montón de pajaritos en la cabeza.
Esta película marcó un antes y un después en mi vida. Película de culto, basada en una novela de Daniel Odier, el que, sin duda, debió de empaparse de Castaneda, a lo grande, para escribirla.

Lírica, ensoñadora, delirante, rodada en un paisaje que fascina y no precisamente por su belleza; ese fuego en el cementerio de coches ¡Tan revelador!

La curación, por medio de cubrirse de tierra, desnudo, al igual que un rito ancestral de los viejos indios; la sanación del alma a través de los pájaros… con ligera alusión al mito de Ícaro. Temita sí que había, y para reventar.

El pasado regresa con fuerza, —me acaban de avisar del fallecimiento del viejo y sabio Lama Geshe Kelsang Gyatso—. El pasado regresa con fuerza, me repito...

Sin duda que esta noche visualizaré la película de nuevo, he intentaré mirarla desde aquellos años de tremenda ingenuidad, como si el tiempo no hubiera sucedido y yo hubiese alcanzado, al fin, uno de esos pasadizos secretos por los que se llega al corazón del conocimiento.

lunes, 10 de octubre de 2022

En mi jardín


En mi jardín, y siempre por esta época, sucede algo extraordinario.

Junto a la estatua de Plinio y de manera imprevista, pero totalmente natural, florece un gigantesco Jacinto o Nardo. Una planta que nadie sabe cómo ha llegado hasta aquí, pues que yo recuerde nunca fue sembrada por manos humanas.

Y si uno no supiera de la relación de Plinio con los Jacintos, todo quedaría como mera anécdota, no más. En su «Historia Natural» ya menciona a la planta de madera específica e incluso se sabe que le dedicó algunos versos.

De la relación de las flores con las viejas estatuas sabía mucho nuestro admirado Tolkien; recuerdo un pasaje donde el maestro describe la cabeza de una estatua que yace en tierra, tras ser decapitada y, sin embargo, una corona de caléndulas azules la corona.

Añadiré que dicha cuestión la he podido comprobar por mis propios ojos; por ejemplo, en el cementerio de «Arnos Vale», se podía percibir la tumba de una muchacha guarnecida por dos grandes árboles, tal si la estuviesen protegiendo y también recuerdo otra que llamó poderosamente mi atención; pertenecía a un viejo maestro y sobre la que habían florecido multitud de florecitas amarillas.

Uno no sabe porque sucede esto, ni la causa que lo origina; tan solo escribo sobre ello e intento respetar ese misterio que se encuentra por encima de todo tipo de razonamiento.

Ese enigma que se da entre las flores y los muertos.

jueves, 8 de septiembre de 2022

Algunas curiosidades sobre un fruto llamado granada


«La granada es corazón que late sobre el sembrado.
Un corazón desdeñoso donde no pican los pájaros.
Un corazón que por fuera es duro como el humano,
pero da al que lo traspasa olor y sangre de mayo».


F. García Lorca


Que un de las ciudades más hermosas del mundo lleve el nombre de la granada no es casualidad, fruto rojo y de piel dura que por dentro se compone en decenas de pepitas parecidas al rubí.

Consagrada en Grecia como la fruta del amor y siendo Venus la primera en sembrar sus simientes e incluso regulándola a sus amantes más complacientes...

Se encontraba presente en los jardines colgantes de Babilonia, creyendo que sus granos hacían invencibles a los guerreros en la batalla.

Pero fueron los Fenicios los primeros en adorarlas, acercándolas desde el Himalaya y del bajo Afganistán.

La granada representa la vida, la regeneración y la pareja.

También se cuenta que son seiscientos trece granos, como son los mandamientos de la biblia en el judaísmo.

Y en «El Cantar de los Cantares» se comparan las mejillas de una novia con las dos mitades de una granada.

En la Biblia también se hace referencia en numerosas ocasiones hacia las bondades de este fruto, siendo símbolo de la resurrección y la vida eterna en el arte cristiano.

La granada se encuentra a menudo en las estatuas y pinturas de devoción de la Virgen y el Niño Jesús.

En Romeo y Julieta, de Shakespeare, fue bajo su follaje donde se ocultó Romeo para cantarle la serenata a Julieta.


En las representaciones medievales la granada es un símbolo de fertilidad y se asocia con el final de la caza del unicornio. El unicornio capturado es desangrado por las heridas infligidas por los cazadores. Las «heridas» son en realidad semillas de granada que gotean su sangre roja en su cuerpo blanco leche. Salvajes e incontrolables los unicornios sólo se pueden ser dominados por las vírgenes, la domesticación del unicornio, se llevó a cabo en un recinto cerrado, con jardines y encadenado a un árbol de granada, el cual simbolizaba la encarnación inminente de Cristo.

miércoles, 31 de agosto de 2022

En septiembre


Para Marta y Elena, 
que pudieron vivirlo.

En septiembre la mantequilla tiene un sabor diferente y las tostadas tardan mucho más en dorarse, por lo hay que andarse con cuidado. En la calle los niños apenas gritan, hay cierta contención en el ambiente; se acercan momentos e incertidumbres y el cine pasará a proyectarse en salones cerrados.

La oscuridad teñirá las tardes y en las mañanas costará un poquito más levantarse de la cama. El agua del lavabo comenzará a refrescar el rostro de manera compulsiva y las avispas se retirarán del mundo, las últimas uvas mancharan nuestros labios y la alberca recuperará el sonido continuo y monótono de las acequias, entonces los amores del verano caducaran de repente, al igual que las avispas.

Miraremos para todos lados como si se nos escapase el mundo, la vuelta al colegio traerá conquistas y desafíos. Los nuevos libros serán mucho más pesados que los del año anterior y las aceras se inundarán de repente del olor a puchero y al aroma de bollitos recién horneados.

En el cielo comenzará ese debate entre el blanco algodón y ese azul y profundo que no se consigue dominar. A partir de ahora nadie deseará que los meses se marchen, el aire acariciará con mimo nuestros rostros y nos dejaremos hacer, comenzando el juego de coquetería y la lisura de los cabellos.

La aventura se retirará por un tiempo y nos dedicaremos a coleccionar aquellas miradas y tesoros que merecieron la pena de ser rescatados. El mar batirá sus olas con infinita nostalgia. La música será suave, apenas sin ritmo como cuando las cosas se retiran del mundo y no quieren intervenir más. Entonces una se dará cuenta de que los cajones comenzaran a rozar sin previo aviso, que la ropa recuperara el olor a jabón y una suavidad irresistible para las mejillas.


Regresará la niebla a la mañana, el olor a tierra mojada y nosotras, casi sin saberlo, cubriremos nuestro cuerpo un poquito más. Ahora no es momento de atrevimientos, nada de eso; tan solo un verlas venir. Aguardar la conquista, la llegada a la ambigüedad y a esa mirada que se cruce y nos incite en volver a intentarlo.

jueves, 25 de agosto de 2022

Agustín Lasage y el guía de la mina


«Nunca tengo una visión general de todo el trabajo en ningún punto de la ejecución. 
Mis guías me dicen, y yo me rindo al impulso»

Nos encontramos ante otro artista guiado por los espíritus. Ya vimos casos similares en Magde Gill o en Franz Xaver, y cómo tras el encuentro con un ente paranormal comienza una carrera artística impresionante, dotada de una originalidad inusual y siendo en la mayoría de los casos incomprendidas.

El Art Brut o el fenómeno también llamado Outside no deja de sorprendernos, por lo cual añadimos un nuevo nombre a nuestra colección, disfrutad de ello y, por favor, alejémonos de convencionalismos y modelos.


    —Nacido el 9 de agosto de 1876 en Saint-Pierre-les-Auchel (Pas-de-Calais) y fallecido el 21 de febrero de 1954.

    —A los 7 años, perdió a su hermana menor María, de cuatro años.

    —En la región minera del norte de Francia, era natural comenzar a trabajar a los 14 años, por lo que Agustín ingresa en la mina de carbón.

    —En ese mismo año muere su madre, debido a un cáncer en el labio.

    —A los 18 años conoció a su futura esposa, con quien tuvo una hija en 1895.

    —A los 20 años fue reclutado por los regimientos de Dunkerque y Lille, de donde regresó en 1900 para; «llevar una existencia de un trabajador sencillo y duro en la mina».

    —En 1911, cuando tenía 35 años, Lesage afirmó haber escuchado una voz que le hablaba desde la oscuridad de la mina y le decía: «Un día serás un pintor»
Temiendo ser considerado loco, mantuvo esto revelación en secreto y comenzó a explorar el espiritismo.

    —Bajo el impulso del espíritu de su hermana María, comenzó sus primeros dibujos de forma automática.


Desde julio de 1913, Agustín Lesage, dejó de trabajar en la mina para dedicarse a las actividades curativas. Decenas de pacientes afirmaron haber sido curados por él; siendo absuelto por el tribunal que, en enero de 1914, lo juzgó por ejercicio ilegal de la medicina.

    —A continuación, fue a la guerra entre 1914 y 1916. A su regreso, volvió a la pintura que nunca dejó hasta su muerte.

    —En 1921 recibió la visita de John Meyer, director de la Revista Espiritista. Este rápidamente se convirtió en su mecenas, lo que permitió a Agustín Lesage, salir de la mina en 1923 para dedicarse por entero a la pintura.

Su reputación creció y Lesage trasladó a su esposa e hijos a París, donde trabajó a tiempo completo como pintor. 

Periodistas, médicos, artistas y etnólogos se apresuraron a verlo en acción. Lesage, quien tan solo había estado en un museo una vez en su vida, en 1899. Se convirtió en el pintor oficial del movimiento espiritista. Fue un objeto de fascinación para André Breton, los surrealistas y más tarde Dubuffet.


Lesage desarrolló un estilo único, altamente simétrico, con diseños detallados y construcciones monolíticas que recuerdan a las formas arquitectónicas egipcias y orientales.

Lesage afirmó que nunca tendría idea de lo que quería retratar; 

«Nunca tengo una visión general de todo el trabajo en ningún punto de la ejecución. 
Mis guías me dicen, y yo me rindo al impulso».

Al principio, Lesage nunca firmaba sus cuadros, y luego comenzó a firmarlos como «Leonardo Da Vinci». Años más tarde comenzó a añadir su propia firma.

Su trabajo también se clasifica como parte del movimiento espiritualista en el arte.

El coleccionista Jean Dubuffet integró las pinturas de Lesage en su colección en 1948, y compró su primer lienzo «histórico» por 50,000 francos en 1964.

Hoy es considerado un clásico del arte brut. Su obra se encuentra en las colecciones de arte más importantes, incluido el Musée National d'Art Moderne (París). Nunca dejó de decir:

«Esto es arte que viene desde el más allá; no viene de mí».


No tuvo maestro ni se le conoce formación alguna, siendo su arte plenamente autodidacta.

Augustin Lesage realizó más de 300 obras, sus primeras pinturas fueron consideradas especímenes de los más atrevidos del arte moderno y exploró casi todas las posibilidades de la abstracción geométrica. Ya con la vista muy deteriorada debió resignarse a dejar los pinceles en el año 1952, dos años antes de su muerte.