miércoles, 31 de agosto de 2022

En septiembre


Para Marta y Elena, 
que pudieron vivirlo.

En septiembre la mantequilla tiene un sabor diferente y las tostadas tardan mucho más en dorarse, por lo hay que andarse con cuidado. En la calle los niños apenas gritan, hay cierta contención en el ambiente; se acercan momentos e incertidumbres y el cine pasará a proyectarse en salones cerrados.

La oscuridad teñirá las tardes y en las mañanas costará un poquito más levantarse de la cama. El agua del lavabo comenzará a refrescar el rostro de manera compulsiva y las avispas se retirarán del mundo, las últimas uvas mancharan nuestros labios y la alberca recuperará el sonido continuo y monótono de las acequias, entonces los amores del verano caducaran de repente, al igual que las avispas.

Miraremos para todos lados como si se nos escapase el mundo, la vuelta al colegio traerá conquistas y desafíos. Los nuevos libros serán mucho más pesados que los del año anterior y las aceras se inundarán de repente del olor a puchero y al aroma de bollitos recién horneados.

En el cielo comenzará ese debate entre el blanco algodón y ese azul y profundo que no se consigue dominar. A partir de ahora nadie deseará que los meses se marchen, el aire acariciará con mimo nuestros rostros y nos dejaremos hacer, comenzando el juego de coquetería y la lisura de los cabellos.

La aventura se retirará por un tiempo y nos dedicaremos a coleccionar aquellas miradas y tesoros que merecieron la pena de ser rescatados. El mar batirá sus olas con infinita nostalgia. La música será suave, apenas sin ritmo como cuando las cosas se retiran del mundo y no quieren intervenir más. Entonces una se dará cuenta de que los cajones comenzaran a rozar sin previo aviso, que la ropa recuperara el olor a jabón y una suavidad irresistible para las mejillas.


Regresará la niebla a la mañana, el olor a tierra mojada y nosotras, casi sin saberlo, cubriremos nuestro cuerpo un poquito más. Ahora no es momento de atrevimientos, nada de eso; tan solo un verlas venir. Aguardar la conquista, la llegada a la ambigüedad y a esa mirada que se cruce y nos incite en volver a intentarlo.

jueves, 25 de agosto de 2022

Agustín Lasage y el guía de la mina


«Nunca tengo una visión general de todo el trabajo en ningún punto de la ejecución. 
Mis guías me dicen, y yo me rindo al impulso»

Nos encontramos ante otro artista guiado por los espíritus. Ya vimos casos similares en Magde Gill o en Franz Xaver, y cómo tras el encuentro con un ente paranormal comienza una carrera artística impresionante, dotada de una originalidad inusual y siendo en la mayoría de los casos incomprendidas.

El Art Brut o el fenómeno también llamado Outside no deja de sorprendernos, por lo cual añadimos un nuevo nombre a nuestra colección, disfrutad de ello y, por favor, alejémonos de convencionalismos y modelos.


    —Nacido el 9 de agosto de 1876 en Saint-Pierre-les-Auchel (Pas-de-Calais) y fallecido el 21 de febrero de 1954.

    —A los 7 años, perdió a su hermana menor María, de cuatro años.

    —En la región minera del norte de Francia, era natural comenzar a trabajar a los 14 años, por lo que Agustín ingresa en la mina de carbón.

    —En ese mismo año muere su madre, debido a un cáncer en el labio.

    —A los 18 años conoció a su futura esposa, con quien tuvo una hija en 1895.

    —A los 20 años fue reclutado por los regimientos de Dunkerque y Lille, de donde regresó en 1900 para; «llevar una existencia de un trabajador sencillo y duro en la mina».

    —En 1911, cuando tenía 35 años, Lesage afirmó haber escuchado una voz que le hablaba desde la oscuridad de la mina y le decía: «Un día serás un pintor»
Temiendo ser considerado loco, mantuvo esto revelación en secreto y comenzó a explorar el espiritismo.

    —Bajo el impulso del espíritu de su hermana María, comenzó sus primeros dibujos de forma automática.


Desde julio de 1913, Agustín Lesage, dejó de trabajar en la mina para dedicarse a las actividades curativas. Decenas de pacientes afirmaron haber sido curados por él; siendo absuelto por el tribunal que, en enero de 1914, lo juzgó por ejercicio ilegal de la medicina.

    —A continuación, fue a la guerra entre 1914 y 1916. A su regreso, volvió a la pintura que nunca dejó hasta su muerte.

    —En 1921 recibió la visita de John Meyer, director de la Revista Espiritista. Este rápidamente se convirtió en su mecenas, lo que permitió a Agustín Lesage, salir de la mina en 1923 para dedicarse por entero a la pintura.

Su reputación creció y Lesage trasladó a su esposa e hijos a París, donde trabajó a tiempo completo como pintor. 

Periodistas, médicos, artistas y etnólogos se apresuraron a verlo en acción. Lesage, quien tan solo había estado en un museo una vez en su vida, en 1899. Se convirtió en el pintor oficial del movimiento espiritista. Fue un objeto de fascinación para André Breton, los surrealistas y más tarde Dubuffet.


Lesage desarrolló un estilo único, altamente simétrico, con diseños detallados y construcciones monolíticas que recuerdan a las formas arquitectónicas egipcias y orientales.

Lesage afirmó que nunca tendría idea de lo que quería retratar; 

«Nunca tengo una visión general de todo el trabajo en ningún punto de la ejecución. 
Mis guías me dicen, y yo me rindo al impulso».

Al principio, Lesage nunca firmaba sus cuadros, y luego comenzó a firmarlos como «Leonardo Da Vinci». Años más tarde comenzó a añadir su propia firma.

Su trabajo también se clasifica como parte del movimiento espiritualista en el arte.

El coleccionista Jean Dubuffet integró las pinturas de Lesage en su colección en 1948, y compró su primer lienzo «histórico» por 50,000 francos en 1964.

Hoy es considerado un clásico del arte brut. Su obra se encuentra en las colecciones de arte más importantes, incluido el Musée National d'Art Moderne (París). Nunca dejó de decir:

«Esto es arte que viene desde el más allá; no viene de mí».


No tuvo maestro ni se le conoce formación alguna, siendo su arte plenamente autodidacta.

Augustin Lesage realizó más de 300 obras, sus primeras pinturas fueron consideradas especímenes de los más atrevidos del arte moderno y exploró casi todas las posibilidades de la abstracción geométrica. Ya con la vista muy deteriorada debió resignarse a dejar los pinceles en el año 1952, dos años antes de su muerte.

martes, 23 de agosto de 2022

Liberarse


Ya lo decíamos el otro día, cuando, en solidaridad con Salman Rushdie, publicamos esta frase suya de lo más profunda y significativa;

«Aprendí: la primera lección de mi vida: que nadie puede mirar al mundo con los ojos todo el tiempo abiertos».

Y es que a veces, es tanta la intensidad de lo que nos llega que hemos de desviar la mirada, aunque nada mas sea para darnos algo de distancia.

Las noticias, cada mañana, son abrumadoras, y tengo la convicción que no es que sean peores que hace una década, no, nada de eso. La realidad es que atraemos el mundo que «ellos» quieren que percibamos.

Existe una facultad olvidada en el ser humano, y es la del libre albedrío; cuestión analizada desde el principio de los tiempos. Sin embargo, me encuentro con personas incapaz de arriesgar lo más mínimo; aguardando que sea el otro quien le de la mano o le sirva de guía tal como el lazarillo al ciego.

«Vivimos inmersos en una ceguera total desde el día de nuestro nacimiento hasta el día de nuestra muerte y, en el breve intermedio que llamamos vida, somos incapaces de controlar lo que sucede a nuestro alrededor»;

Nos dice Matilde Asensi en su libro «El último cantón».

Sí a eso le sumamos la influencia desmedida a la que estamos siendo sometidos; una presión que nos aplasta, tal si nos hubiese caído un bloque de granito desde la Giralda.
Liberarse, mirar para ver, sin prejuicios, sin todo cuanto ha sido preestablecido en nuestra mente, o mejor dicho retroalimentado desde la infancia. He ahí el gran trabajo, la ardua disciplina que libera todo condicionamiento.

Buenos días, marcho para la antigua Roma sevillana, ubicada en Santiponce. Sí este escrito manifiesta algún error, ruego me perdonéis, los que me conocéis ya sabéis que mi escritura es automática.

A lo largo del día, enmendaré mis errores literarios, lo prometo.

sábado, 20 de agosto de 2022

Toro Nagashi

 


Ayer estuve en mi pueblo, Coria del Río, presenciando una de las más hermosas tradiciones que se han incorporado en los ultimos años, dado el vínculo que existe entre Coria y una población de Japón llamada Sendai; la ciudad de la que partió en 1613 la Misión Keicho, que abrió la histórica relación.

Se trata de la ceremonia denominada "Toro Nagashi" y que significa, literalmente, «linternas que fluyen», y es un rito que se celebra la última noche del festival O-bon.

Un homenaje a los antepasados, a quienes ya no están, que consiste en arrojar linternas de papel al agua. Estas simbolizan las almas de los fallecidos el último año y el agua, por su parte, se vincula en Japón al origen del ser humano. Por tanto, conectar espíritu y raíces significa reencontrarse con la vida y ofrecer paz a sus almas.

Los orígenes de este rito se remontan al agosto de 1949 en conmemoración a quienes perecieron en la guerra, entre otras razones, por el bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki.

domingo, 14 de agosto de 2022

Luciérnagas, de Haruki Murakami

Hay textos capaces de hacernos cambiar el ánimo, yo les llamo textos sanadores. Corresponden a momentos específicos dentro de una obra, donde el autor o autora se encuentra consigo mismo, trascendiendo al escrito.

Ya he traído algunos ejemplos a estas páginas, ahora repito con el gran Murakami, sobre todo en una de sus primeras obras, dotada de una frescura maravillosa.

Estos textos se pueden utilizar en talleres de Arteterapia o crecimiento personal, incluyéndolos donde consideremos necesario. Comprobareis el efecto que producen, un resultado liberador y a veces extraordinario.

En Japón el signo de la luciérnaga es metáfora del amor apasionado, pero también representan las almas de los soldados muertos en combate. El simbolismo de la luciérnaga no es más que dotar de luz la oscuridad, el acto mágico por excedencia.


En mi casa brillan por San Juan, la semana previa se pueden percibir centelleando en el jardín. Para mí representa la esperanza; la esperanza a esa naturaleza, que a veces misteriosa, continua impasible a pesar de la mano demoledora del hombre.

Os dejo algunos párrafos sacados de la obra de Haruki Murakami, llamada Tokio Blues.


«A finales de mes, Tropa-de-Asalto me regaló una luciérnaga. La había metido en un bote de café instantáneo. Dentro había unas briznas de hierba y un poco de agua; en la tapa se abrían unos pequeños agujeros para la ventilación. A la luz del día, parecía un vulgar insecto como los que se ven en las orillas de las charcas».

*****

«Dentro del bote la luciérnaga brillaba con luz mortecina. La luz era demasiado débil; el tono, demasiado pálido. Hacía mucho tiempo que no había visto una luciérnaga, pero creía recordar que éstas desprendían una luz mucho más nítida y brillante en la oscuridad de las noches de verano. Tenía grabada en mi memoria la imagen de un bicho que desprendía una luz llameante».


«Al caer la noche, la residencia estaba tan silenciosa que hacía pensar en unas ruinas. Tomé el bote con la luciérnaga y fui a la azotea. Estaba desierta. Una camisa blanca tendida en una cuerda, que alguien había olvidado coger, se mecía con la brisa nocturna como si fuera la piel de un animal. El tanque cilíndrico aún estaba caliente tras haber absorbido durante todo el día el calor de los rayos del sol. Me senté en aquel espacio reducido y me apoyé en la barandilla. Una luna blanca casi llena flotaba en el cielo. A mi derecha se veían las luces de Shinjucu; a mi izquierda, las de Ikebukuru. Los faros de los coches formaban un río de luz que discurría entre las calles. Un zumbido sordo, mezcla de varios sonidos, flotaba en una nube sobre la ciudad».

*****

«Intenté recordar cuándo había visto una luciérnaga por última vez. Cerré los ojos y me sumergí un momento en el recuerdo. Oía el viento con una claridad meridiana. Aunque no soplaba con fuerza, en mi cuerpo dejaba a su paso un rastro extrañamente brillante. Abrí los ojos y comprobé que esa noche de verano era, si cabe, más oscura. Destapé el bote, saqué la luciérnaga y la deposité en un reborde que sobresalía unos tres centímetros del depósito».

*****

«La luciérnaga se sostenía a duras penas en su nuevo hábitat. Dio una vuelta alrededor del perno tambaleándose y se subió a unos desconchones de la pintura que parecían costras. De pronto avanzó hacia la derecha, se dio cuenta de que aquello era un callejón sin salida y viró de nuevo hacia la izquierda. Después se encaramó muy despacio a la cabeza del perno y se acurrucó».


«Permaneció inmóvil, como si hubiese exhalado el último suspiro. Durante mucho rato, ni la luciérnaga ni yo hicimos el menor movimiento. El viento soplaba a nuestro alrededor. Las incontables hojas del olmo susurraban en la oscuridad».

*****

«Esperé una eternidad. Fue mucho después cuando la luciérnaga levantó el vuelo. Desplegó las alas como si se le hubiese ocurrido de repente. Un instante más tarde, cruzaba la barandilla y se sumergía en la envolvente oscuridad. Describió, ágil, un arco en torno al depósito, tal vez intentando recuperar el tiempo perdido. Y tras permanecer unos segundos, inmóvil, observando cómo la línea de luz se extendía en el viento, voló hacia el sur».

*****

«Aún después de que la luciérnaga hubiera desaparecido, el rastro de su luz permaneció largo tiempo en mi interior. Aquella pequeña llama, semejante a un alma que hubiese perdido su destino, siguió errando eternamente en la oscuridad de mis ojos cerrados. Alargué la mano repetidas veces hacia la oscuridad. Pero no pude tocarla. La tenue luz quedaba más allá de las yemas de mis dedos».

domingo, 7 de agosto de 2022

El Secreto de Antoine de Saint-Exupéry



«Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor.

Tengo un motivo importante para ello: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otro motivo, además; esta persona mayor puede entenderlo todo, hasta los libros para niños. Tengo aún un tercer motivo; esta persona mayor vive en Francia, donde padece hambre y frío. Tiene mucha necesidad de ser consolado.

Si todos estos motivos no son suficientes, quiero, entonces, dedicar este libro al niño que una vez fue esa persona mayor. Todas las personas mayores han sido primero niños, (pero pocos lo recuerdan)».

Esta historia es real, siendo fuente de inspiración para uno de los libros más leídos de todos los tiempos.

La historia que vamos a relatar ocurre un 30 de diciembre de 1935. Antonie, mantiene una fascinación total por la aviación, escribe novelas, periodismo y trabajar de correo en la ruta comercial que une América con Europa.


Esta vez vuela junto a su compañero André Prevot, sobre el desierto del Sáhara, cuando en medio del trayecto aparece una extraña luz de color verdoso y de aspecto fantasmal, «como una extraña estrella verde».

Esto tal cual lo relata Antonie en su libro llamado «Tierra de hombres».

Persigue la extraña luz por entre las nubes sin conseguir darle alcance. Justo en ese momento la avioneta comienza a perder altitud, hace un extraño, y antes de estrellarse saltan sobre la arena del desierto como única vía de escape, quedando aislados a cientos de kilómetros y perdidos en medio del desierto.

André Prevot, queda mal herido entre los despojos del avión que se esparcen sobre la arena del desierto.

Lo único que salvan del desastre es unas mandarinas, unas uvas y una bota con un poco de vino, por lo que calculan que solo podrán sobrevivir un día, no más.


Antonie, le ofrece las mandarinas a su amigo André, intentando que este sobreviva, luego en la soledad de la noche encienden un fuego para calentarse con los restos de asientos y material del avión.

Las noches del desierto son tremendamente frías.

Cuando de pronto empieza a escuchar una voz que no reconoce, y que en principio parece ser parte de su propio «yo», pero allí no hay nadie, salvo André.

Se asegura que es en este momento cuando se encuentra con la figura que le inspiraría al Principito, siendo un niño rubio de cabellos al viento, vestido con un mono verde.

Le da consejos en medio de lo que él considera alucinaciones, es una voz infantil, y esa voz le dice la dirección que seguir.

    —Dirígete hacia al este primero, después al norte y luego de nuevo hacia el este.


Durante tres días, el camino se convierte en una odisea a través del desierto, hasta que de manera sorprendente consigue ponerse en medio de una ruta comercial.

Allí aguarda, hasta que a punto de morir se siente invadido por una paz que jamás ha sentido antes y es cuando aparece un beduino y le ofrece un plato con agua, dicha experiencia le cambiará la vida.

Ya recuperado y de forma sistemática comienza a dibujar a ese niño en todos lados; servilletas, papeles e incluso en los manteles. Se obsesiona con él, y a lo largo de diez años escribe la historia del niño.

Muchos de sus familiares le preguntan quién es ese niño y él siempre le contesta;

«Es alguien a quien debo una enorme gratitud».

«Lo hermoso del desierto es que en cualquier lugar esconde un pozo».

jueves, 4 de agosto de 2022

Sexo, Literatura y Cocina


«El buen sexo es como la cocina»

Llevo un buen rato dándole vueltas a esta frase que acabo de leer en el noticiario de la mañana. No importa quien la haya dicho, es lo de menos; así me ahorro la propaganda.
Se me ocurre que la persona que ha dicho semejante pamplina, una de dos; o desconoce el sexo o desconoce la cocina, no le queda otra.

¡Mira que le he dado vueltas al tema!

Qué son complementarios; perfectamente, que caben metáforas, alegorías u otras comparaciones entre ambos contextos; todas las que quieran, la literatura está llena de ellos.

Revisar el Decamerón, hacedme caso.

Qué después de una buena comida y supliendo el postre cabe un gigantesco orgasmo, de esos que se producen de vez en cuanto; también.

Qué después de una buena comida y tras el postre cabe un pequeñísimo orgasmo, de esos que se producen de vez en cuanto; también.

Qué hay que elaborar el acto al igual se elabora un rico menú; pues también.

Pero, y aquí vamos al lío, en el sexo no caben los cubiertos, sería degradante tener que tener ayudarnos con ciertos enseres para poder disfrutarlo y ni se me ocurre utilizar tenedor ni cuchara, ni poner nada de por medio en pleno delirio del contacto (y menos servilletas).

¡Ojo que no me refiero a ciertos útiles que ahora se venden hasta en los mercados; como si uno comprase un kilo de boquerones! ¡No listillos, no van por ahí los tiros!

Dice Isabel Allende en uno de los mejores tratados sobre el tema que conozco:
«Para las mujeres el mejor afrodisiaco son las palabras. El punto G está en los oídos; el que busque más abajo está perdiendo el tiempo».

Esa sí que sabe del tema, no me cabe la menor duda de ello, ya lo demostró en su «Afrodita».

En el sexo, contrariamente al acto de comer, no son convenientes las servilletas ni mucho menos mantener la compostura; nos entregamos con un frenesí que de seguro sería contraproducente en el acto de nutrir… o engullir; como vosotros veáis, pero os aviso que puede llegar a ser altamente peligroso.

Qué podemos utilizar nata montada, siropes, chocolate o ciertas frutas combinándolas en el juego amoroso; es plenamente de recibo y bastante saludable, lo suscribo como cocinero.

Pero, ojito, cuidado con confundirnos y no vayamos a morder donde no debamos…
Muy buenos días, continuaré dilucidando sobre el tema, os lo prometo.