domingo, 30 de julio de 2023

Jeanne Tripier y la llamada de Juana de Arco


Hace tiempo que no exploraba el mundo del «arte oscuro» o «art brut», términos que la sociedad utiliza para etiquetar a aquellos artistas a quienes tacha de «no cuerdos».

Una vez más, nos enfrentamos al tema del «más allá», que se ha convertido en una constante de la creciente lista de nombres que hemos abordado en este blog. 

Sin embargo, esta vez no se trata de Hermes Trimegisto, como vimos en la obra de Franz Xaver, ni de los fantasmas de Augustin Lesage que merodeaban por la mina, ni del espíritu que guiaba a Madge Gill; esta vez, hablaremos de nada más y nada menos que Juana de Arco.


Pero entremos en materia o, mejor dicho, adentrémonos en los años más salvajes de Montmartre, ya que es allí donde nos lleva esta historia. ¿Quién nos dice que la mismísima Jeanne no sirvió una botella de vino a nuestro admirado Gauguin, Picasso o a cualquiera de los artistas aparentemente «cuerdos» que la rodeaban?

Jeanne Tripier nació en 1869 en París, hija de Alphonse, un comerciante de vinos, y su esposa Pauline. Pasó su infancia con su abuela en el campo, en Saint Martin des Champs, junto a su hermana Alexandrine y su hermano Alphonse.

Más tarde, se estableció en Montmartre junto a su hijo adoptivo Gustav Baum, nacido en 1895, cuyo padre era estadounidense, a quien conoció en París y con quien vivió durante algún tiempo. Jeanne trabajaba como vendedora de vino en los grandes almacenes «Au Palais de la Nouveauté», ubicado en el Boulevard Barbès.

En 1927, a la edad de cincuenta y ocho años, se apasionó por el espiritismo y la adivinación, frecuentando lugares y grupos donde se practicaban estas actividades. Su obsesión llegó a tal punto que dejó de trabajar y perdió el sentido de la realidad.

El 4 de octubre de 1934, su hermano Alphonse, con quien no se hablaba desde hacía años, la ingresó en un hospital psiquiátrico en la región de París, primero en Sainte Anne y luego en Maison Blanche, con el diagnóstico de «Psicosis alucinatoria crónica y excitación psíquica».


Jeanne llevaba trece años escuchando voces en su cabeza. Sonidos que ella interpretó como provenientes del más allá, asegurando que hablaba con Juana de Arco, quien le dictaba el mensaje que debía difundir para regenerar una Francia, según ella, en franca decadencia moral.

Durante los años que estuvo ingresada, Jeanne trabajó obsesivamente en la creación de una extensa y multidisciplinaria obra que incluía textos realizados mediante escritura automática, bordados, tejidos y una obra pictórica que, a menudo, dialogaba con sus escritos. Sus creaciones mostraban una gran expresividad y desarrollaban, durante los diez años de su hospitalización, una visión del mundo muy personal mezclada con los recuerdos de su vida cotidiana.


Realizaba dibujos a tinta, a los que agregaba tinte para el cabello, esmalte de uñas o medicamentos. Acompañados de textos, estos dibujos se convertían en una especie de cartografía para la clarividencia. Con mayor frecuencia, aplicaba color al dedo y trabajaba rápidamente. Su bordado mostraba la misma energía y la misma inversión física en la violencia de sus formas, desarticuladas y anárquicas.


«La aguja se convierte para ella en un arma formidable; los mensajes que emanan de todas sus personalidades desfilan y se mezclan entre sí, creando el hilo discontinuo de una letanía de lo absurdo».

Jean Dubuffet

Al ofrecerse a los espíritus que guiaban la aguja; Jeanne Tripier negaba su propia identidad y dejaba ver formas desprovistas de cualquier representación acordada. 

Protegida por el anonimato, se liberaba de la conformidad y la banalidad, y, utilizando la herramienta de su dominio como arma simbólica, se convertía así en una gran artista.

Murió en Maison Blanche en Neuilly-sur-Marne el 27 de junio de 1944, a la edad de 75 años. La institución, que llevaba décadas dando cobijo a personas con enfermedades mentales, epilepsia e incluso alcoholismo, había sufrido un duro revés de recursos desde que estallase la Segunda Guerra Mundial.


La ausencia de calefacción, de productos de primera necesidad, medicinas, ropa y alimentos, provocaron un aumento de la mortandad inusitado entre las paredes de la institución. En plena crisis, las pertenencias de los pacientes solían ser donadas e incluso quemadas.

Por pura casualidad, un día Jean Dubuffet, a través de un anuncio, llamó a todos los psiquiatras a revisar las obras de sus pacientes, pues estas podían tener más valor del esperado. El pintor y escultor francés acababa de fundar el movimiento del «Art Brut» y buscaba obras de personas con enfermedades mentales. Así se descubrió la obra de Jeanne Tripier, pasando a ser desde entonces una artista fundamental en su colección...


El trabajo de Jeanne Tripier se expone principalmente en el museo Collection de l'Art Brut en Lausana, Suiza, aunque sus obras también forman parte constantemente de exposiciones colectivas e itinerantes.

«En aquellos años cuarenta, París estaba ocupada por los nazis y el arte pedía liberarse de la forma, del color y del trazo, ensalzando valores salvajes y buscando lo extraordinario: el paroxismo, lo mágico, el éxtasis total y la improvisación psíquica al margen de toda forma preconcebida».

Jean Dubuffet



sábado, 22 de julio de 2023

El Arte de la Tierra o Land Art

 


«El medio y el mensaje es la propia Madre Tierra»

Grace Glueck

Hace años que comencé a trabajar en el Land Art sin saberlo; desconocía su existencia como arte y proceso.

Motivado por el deseo de fusionarme con el medio natural, empecé a crear dejándome llevar por las sensaciones y los elementos que el entorno me ofrecía. Considero el resultado de mi obra como una mera proyección de mi mundo interior, trabajando con los elementos que la naturaleza nos ofrece en un momento dado.

La naturaleza siempre debe imperar como fondo-forma, como soporte y base del acompañamiento. De manera creativa, diría que es un solo marco de ejecución lo que transforma, relacionándonos de manera directa con el paisaje que envuelve la obra y con la necesidad de expresión del creador, es decir, de uno mismo.


 «Debo de tocar las cosas... nunca usas ninguna herramienta, cuerdas o pegamentos; prefiero explorar los límites de la naturaleza y las tensiones que existen en la Tierra».

Andy Goldsworthy


Anoté mis impresiones en un cuaderno de campo para poder comprobar, paso a paso, el proceso que llevaba a la conclusión. Me sorprendí días después cuando la obra quedó integrada definitivamente en el paisaje, por los resultados y la respuesta que obtuve de la misma. Para lograr esto, fue necesario agudizar al máximo la sensibilidad, compenetrarse y acoplarse con todo lo que me rodeaba: el olor, el tacto de la tierra, la corteza de los árboles, la textura de las hojas verdes e incluso el sabor del agua.

Es imposible llevar a cabo una propuesta del "Arte de la Tierra" sin una comunicación digna y noble con los elementos que lo integran. Es necesario entregarse hasta el último detalle, observar viendo, no mirando.

El Land Art es un arte antiguo que puede presenciarse en las paredes de algunas grutas pintadas. También se confirma este arte en menhires, pozas, círculos de piedra, troncos de árboles decorados, máscaras, pinturas de arena...


Sherpis
R. Reina Martel

El medio natural que las cobija las dota de una protección o aura sobrenatural, hasta consumirlas y reintegrarlas a la naturaleza de la que emergieron.

De ahí mi atracción por trabajar en lo que yo llamo "zona abierta", pues me ofrece la posibilidad única de comunicarme con ese misterio que siempre debe acompañar cualquier obra o propuesta artística que se digne de ser nombrada.

Con el Land Art, el hombre deja su impronta en la naturaleza, reestructurando de nuevo el paisaje bajo una nueva sensibilidad y capacitando la reinterpretación de la misma. Es una posibilidad de crecimiento gratuita, una posibilidad de iluminación, casi me atrevería a afirmar.

En muchas ocasiones, me ha ocurrido que, en las primeras horas del día, como si un milagro sucediese, la obra, el medio y el artista hemos conformado una unidad absoluta. Doy fe de ello.


Posibilidad
R. Reina Martel

Dentro de los artistas de Land Art más célebres nos encontramos con: Andy Goldsworthy, Agustín Ibarrola, Eduardo Sanguinetti, Michael Heizer, Robert Morris o Susumu Shingu.



«La escultura como forma, como estructura, como lugar»

Carl Andre

martes, 4 de julio de 2023

Se avecina un nuevo viaje a Glastonbury


Estoy programando una nueva visita a Glastonbury para dar un descanso al nuevo manuscrito y continuar con otro proyecto pendiente.

He descubierto que constantemente debo hacer referencias a lo fantástico en mi quehacer literario. Ya me costó con "La Luna en el Sauce", por lo que sería bueno combinar géneros. En el manuscrito actual hay una batalla abierta entre debatir desde lo real o hacerlo desde una ficción desmesurada.

En Glastonbury, mi imaginación se desata como un caballo salvaje. Existe algo en su entorno que hace que cualquier idea o proyecto derive en ese género que tanto me apasiona. La cuestión es por qué la imaginación se desata en unos determinados lugares y no en otros.

Me vienen a la mente muchos ejemplos, como las cartas de Bécquer desde Veruela, los campos de Soria y Machado (nunca olvidaremos su Laguna Negra), o J.R. Tolkien y la comarca de Worcestershire, solo por mencionar algunos. Son ejemplos de una posibilidad infinita.

También quiero mencionar la búsqueda del elemento inspirativo en escritoras como Pilar Adón, Sara Mesa o Elvira Lindo, que buscan lugares, casas apartadas, aldeas lejanas, un enlace que las sumerja en lo más íntimo e insondable y que sea capaz de provocar una historia y, en definitiva, una nueva fantasía.