martes, 28 de junio de 2022

Homenaje a Clark Ashton Smith



La Isla del Naufrago

Huérfano de naufragio
me encuentro en una tierra sin jardín
y sin campos cultivados.

Una isla que el volcán ha desolado
y los salvajes han invadido,
dominando ahora la mayor parte de ella.

Ellos me sitian y me retienen
lejos de los plataneros y del mar.

En este lugar,
no tengo más que la desnuda roca,
en donde crecerán un día los líquenes,
cuyas hojas mañana tras mañana no pueden marchitar...

Ninguna vela
blanquea los verdes mares...

¿En una isla así,
podría sobrevivir acompañado?


Vayamos pues a otra historia fascinante, hoy nos ocuparemos del Bardo de Auburn. Llamado Clark Ashton Smith, nacido un 13 de enero de 1893 en Long Valley, California. En una cabaña construida por sus padres, rodeada de bosques y cercana al pueblecito de Auburn.

Allí pasó gran parte de su vida, cultivando su fantasía entre la soledad y la pobreza.

Permaneció en Auburn basta 1954, donde se casó con Carol Jones Dorman, hasta que, tras su muerte, se fue a vivir a Pacific Grove, California.

Antes de ser poeta tuvo que hacerse cargo del negocio de sus padres —la cría de pollos— que por cierto no era nada rentable, teniendo que aceptar multitud de trabajos, desde leñador hasta editor nocturno de un periódico local, pasando por recolector de fruta, minero y mecanógrafo.

Sin embargo, nunca dejó de escribir ni de soñar....


En 1912 publica The Startreader y consigue la protección del poeta George Sterling ingresando en el círculo literario de San Francisco, que incluía figuras como Jack London y Ambrose Bierce.

Con Ebony and Crystal (1922) alcanza su auge como poeta, pero poco después abandonará la poesía para escribir relatos con los que poder ganarse la vida.

Durante el período de mala salud que le sobrevino a Smith posteriormente y que duraría ocho años, el ritmo de su producción se volvió más irregular, aunque fue en esa época cuando compuso su poesía más brillante. También fue entonces cuando recibió de manera sorpresiva y en respuesta a uno de sus poemas, la carta de un admirados llamado H.P. Lovecraft.

Esa carta sería el principio de una amistad que duraría quince años. Lovecraft siempre alentó a Smith a proseguir con su carrera literaria, y en las obras de ambos se da un cierto juego de trasvases de términos, nombres propios y lugares que se pueden considerar como la génesis de los Mitos de Cthulhu.


Sucedió que cambió literalmente su vida al unirse al círculo de los mitos, hasta la inesperada muerte del maestro y el suicidio de otro de los más grandes; Robert E. Howard, autor de Conan.

Clark Ashton Smith es conocido en nuestro país por su participación en Los Mitos de Cthulhu, sin embargo, la correspondencia de H. P. nos revela una posible relación inversa de maestro—alumno. Fue el propio Lovecraft quien quedó fascinado por la poesía de Smith y se dirigió primeramente a él (carta del 12 de agosto de 1922), e incluso le pidió que ilustrara uno de sus relatos, «El horror oculto», para Weird Tales.

Con el tiempo, Smith irá perdiendo esta posición predominante, aunque manteniéndose siempre como uno de los más originales e independientes autores cercanos a Lovecraft.

Su visión era enormemente imaginativa, conformando un género por sí misma. Exótica y erótica poesía hecha prosa, al servicio de escenarios fabulosos creados a partir de la nada y de atmósferas densas y coloristas, ricas en texturas, henchidas y fragantes como una fruta demasiado madura bajo el sol.


Aunque el Bardo de Auburn siempre se consideró un poeta, ante todo; es en su rica prosa donde pervive su legado, a pesar de sus dibujos y esculturas póstumas. Muriendo plácidamente, mientras dormía un 14 de agosto de 1961, aunque algunas lenguas de doble filo aseguraron que su alma viajó hasta Averoigne, el universo que él mismo había creado.

2 comentarios:

  1. Me encanta como se cruzan los caminos para llegar al fin. Ese admirador que contactó con él, H.P. Lovecraft... sin duda la vida es la mayor aventura.
    Una historia fascinante Ricardo. Gracias por compartirla. Besos :)

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    1. Una historia sin desperdicio, un ser digno de está revista de literatura y que se ajusta a nuestra Casa del Árbol.

      Besos, Ricardo.

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