lunes, 7 de junio de 2021

El Beso Imaginado



De porque suceden las cosas…

Ha muerto el amor de mi vida. El hombre que me condujo con sus manos de oso hacia una pasión ilimitada.

Han pasado muchos años, apenas quedan ya huellas de tanta afabilidad sobre mi cuerpo. Ni signos, ni señales del paso del hombre al que me entregué en cuerpo y alma, tal como se originó en la pintura.

Yo le amaba más que a mi vida, no era más que una niña de apenas doce años cuando le conocí; quien por entonces era mi profesor de pintura y «lo absoluto».

Yo, para sus ojos, era tan solo la pequeña Danaecomo, tal como le gustaba llamarme. Y ahora, en estos días ¡Qué sorpresa la mía! Cuando en su lecho de muerte ha mencionado mi nombre... ¡Emile! ¡Emile! ¡Emile!


¡Cuánto has tardado querido Gustav! ¡Cuánto has tardado en recordarme!

Ahora que no queda nada,  ahora que tan solo perduran algunos recuerdos alejados entre sí.

Me queda, eso sí que lo reconozco, la complacencia de saber que todo cuanto vivimos no quedó en el vacío. Me queda, repito una vez más, esos momentos pasados en Hietzing, cuando comenzábamos a vivir, amor ¡Cuando comenzábamos a vivir!

Aquellos paseos por los bosques de Kammer y nuestro pequeño embarcadero en el lago Atter. Pero de todo cuanto fue, me quedo con tu beso, ese beso de quien me hizo mujer y de aquel hombre que me amó, como nadie fue capaz de hacerlo, ¿por qué no decirlo?

Me llevo los vestidos, las modas y los telares. Me llevo París, Venecia, Ravena... no puedo resistirme.

Te llevo conmigo, aunque creí conocerte; ingenua de mí.


Me dejas muchos instantes en mi vida, el aroma de tus labios, tus abrazos y el refugio en tu pecho de oso.

Y ahora que te marchas definitivamente, aunque ya lo hubieses hecho mucho antes, he de preguntarte; ¿Por qué precisamente ahora mi amor? Ahora que te estás muriendo.

Ya me lo comentaron quienes vieron tu último friso; —es preludio de muerte.

Te marchas, pero dejas tanta belleza tras de ti...

Yo hubiese ido amor, arrastrándome incluso, pero, ¿por qué no me llamaste? Te hubiera cerrado los ojos y sellado mi adiós con otro beso y otro y otro...

Así hasta gastar mis labios.


Te fuiste, y nada más que por el hecho de pronunciar mi nombre, en ese último suspiro, me veo obligada a perdonar tus desmanes y amoríos, dado que siempre fui una romántica empedernida.

Fue un tiempo muy feliz, donde conquistábamos el mundo, desafiando el panteón de los dioses.

Te digo adiós desde la lejanía, defendida lo más tercamente posible. Ahora que otro hombre, y muchos hombres... han compartido mi lecho.

Fuiste bueno, un hombre que luchaba como una fiera en el bosque, el más dulce de los salvajes y que poseías el don de amar con la intensidad del relámpago. El hombre que me elevó a las colinas y a los confines del oro; tal como a ti te gustaba referenciar la conquista.

Esa fascinación tuya por lo refulgente y por lo exageradamente sensual, esa la manera en percibir el espíritu...


La belleza impúdicamente manifestada, la belleza como providencia de todos los viejos y sabios femeninos.

Nuestro viejo Renoir te esperará, el pequeño Egon Schiele rezará por ti. Y yo me quedaré con el beso, ese último beso inconcluso, ese beso imaginado, esa despedida que nunca me ofreciste.

Me quedaré también con todos los besos que no compartiste conmigo, los haré todos míos, con o sin tu permiso.

Pero déjame quedarme con ese primer beso, que siendo yo aún muy niña, me diste sobre las aguas del lago Atter...

Y permíteme no compartir el beso del cuadro, donde ya me caía y aún sabiéndolo me resistía.

Tú me sujetabas para no perderme y yo me entregaba, a sabiendas que sería el último beso, al beso de una vida y de toda vida posible.

Ricardo Reina Martel
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3 comentarios:

  1. Bello relato, Ricardo.
    Real o imaginado; en cualquier caso, real en algún universo.

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  2. Con la alegría e ilusión de comenzar tus comentarios te diré que me pareció excelente y de una exquisitez incomparable.
    Gracias y un enorme abrazo buho.
    Siempre atenta a lo que escribes 🍁

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  3. Sublime entrada Ricardo, mi más sincera enhorabuena. Me ha encantado conocer esta historia y además como está escrita, es realmente una maravilla. El beso de Gustav es una de esas obras que vivirá por siempre. Personalmente, la tengo muy presente. Besos :D

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