lunes, 5 de diciembre de 2022

Un cabaret llamado; «Au Lapin Agile».

 


Seguimos por París y hoy nos toca mencionar el mítico; «Au Lapin Agile», cabaret que nada tenía que ver con el «Moulin Rouge» y que constituyó con el mayor refugio artístico de ese París bohemio, que proporcionó la mayor expresión artística de todo el siglo XX.

Lugar de culto, encuentro de bohemios, vagabundos y soñadores. En dicho local se dieron cita genios de la pintura, la escritura y la música; tantos como seamos capaces de imaginar.

Liderados por su propietario Père Frédé, un señor de grandes botas y larga barba blanca que tocaba la guitarra y el violoncelo.

Père Frédé recibía, a quienes franqueaban su puerta y permitía el intercambio de un plato de sopa caliente y un vaso de vino, por un dibujo o una pieza musical.

Podríamos escribir un voluminoso libro de cuantas anécdotas se dieron en susodicho lugar, siendo también, dignos de mencionar—como copropietarios del establecimiento— al burro Lolo, la cabra Blanchete, el mono Théodule, un perro, una corneja y algún que otro ratoncito blanco.

Todos ellos compartían espacio junto a los artistas que llegaban, participando en las mesas o de las largas veladas.


A dicha fauna o clientela, llámese como se quiera, habría que añadir la gente del circo Medrano, aposentado sobre la colina de Montmartre, por lo que enanos, forzudos y otras especies que se escapan a mi imaginación se unían a tan excelsa clientela.

Pero… de ¿quién estamos hablamos en concreto? Pues de nada más y nada menos que Guillaume Apollinaire, Francis Carco, Roland Dorgelés, Charles Dullin, Maurice Utrillo, Max Jacob, Amedeo Modigliani, Eric Satie y Pablo Picasso, entre otros.

En el «Au Lapin Agile» surgieron grandes obras de arte; mezcladas entre poemas, pinturas y notas musicales.

No hay tiempo, ni tampoco espacio para mencionar la ingesta cantidad productora de susodicho lugar; mencionaré dos de las mejores obras de Picasso «La Femme à la corneille» o aquella que lleva el mismo nombre del cabaret, pintada en 1905.


En el «Conejo Ágil», se celebraron grandes banquetes que desembocaron en apasionados bacanales y que debido a la energía o desenfreno de sus comensales ha llegado hasta nuestros días; tales como la despedida a Cezanne tras su muerte o el homenaje a Henri Rousseau, costeado por Picasso y en el que tan solo se degustaron sardinas en lata...

Quizás de esos insignes momentos permítanme hablar otro día, ya que, por hoy, y dada la información compartida, creo que vais bien despachados, eso sí… un vasito de absenta no nos vendría nada mal para acompañar la entrada.



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