martes, 5 de abril de 2022

Gilgamesh, aquel que ha visto lo profundo.



«Mira cómo sus baluartes brillan como cobre al sol. Busca su piedra angular y, debajo de ella, el cofre de cobre que indica su nombre. Ábrelo. Levanta su tapa. Saca de él la tablilla de lapislázuli. Lee cómo Gilgamesh todo lo sufrió y todo lo superó».

Un día de noviembre de 1872, un joven salió de un cuarto trasero del Museo Británico y, según uno de sus colegas, empezó a correr en todas direcciones. Y, ante el asombro de todos los presentes, sin poder contener su estado de nervios comenzó a desvestirse...

Se llamaba George Smith y nunca supimos por qué se desnudó, pero sí la razón de su desbordada alegría.

Había leído un relato de hacía unos 4.000 años, y que desapareció por dos milenios y medio. Quedando sepultado bajo los restos de uno de los primeros grandes imperios de la historia de la humanidad.

A Gilgamesh se le atribuía la construcción de las poderosas murallas de la ciudad, según menciona una inscripción del rey Anam de Uruk, datada hacia 1825 a.C., y según recuerda también el Poema. Dichas murallas eran de estructura doble: una exterior, de la que tan sólo restan trazas en el suelo, y otra interior, de unos 9,5 kilómetros de longitud y cinco metros de espesor, reforzada con más de 900 torres semicirculares.

Pero, vayamos a los hechos. 612 a.C. 

En el 612 a.C. Babilonia, se decide a terminar con el dominio asirio en Mesopotamia, liderando una alianza contra la última capital asiria, Nínive.

La ciudad fue saqueada por completo después de un asedio de tres meses el rey asirio Sin-shar-ishkun fue asesinado.

Fue el principio del fin de un imperio que se había empezado a forjar alrededor de 2025 a.C. y que en su apogeo gobernó los límites de lo entonces conocido, desde las costas del golfo Pérsico hasta las montañas de Anatolia y las llanuras aluviales de Egipto.

Durante un período de unos 300 años (más o menos entre 900 y 600 a.C.) fue la civilización más avanzada que se había visto jamás.

Los asirios fueron los primeros en desarrollar armas y elementos de protección de hierro, un avance tecnológico que les dio una gran ventaja, así como la creación de una unidad de ingeniería separada, que instalaba escaleras y rampas, llenaba fosos y cavaba túneles para ayudar a los soldados a entrar en las ciudades amuralladas.

También estuvieron entre los primeros en construir carruajes, que proporcionaron una mayor protección en el campo de batalla.

Incluso después de su caída, el legado del imperio perduró en las tácticas y tecnologías de guerra adoptadas por civilizaciones posteriores.

Tras su conquista, además de ciudades y edificios se perdieron los tesoros asirios que guardaba la biblioteca de Nínive, que había sido concebida en el siglo VII a.C. para albergar la suma de todo el conocimiento humano.

La rebelión liderada por los babilonios dejó a la ciudad más rica del mundo en ruinas, con sus palacios ardiendo y sus habitantes muertos o esclavizados.

A la destruida biblioteca se la tragó la tierra.


«Déjame hacer una gesta que no se haya consumado en la tierra».

Una noche de diciembre de 1853 en lo que hoy es Irak, un equipo de excavadores dirigido por Hormuzd Rassam, el primer arqueólogo nacido y criado en Medio Oriente, encontró el palacio del rey asirio Asurbanipal (quien reinó de 668 a 627 a.C.).

La fascinante historia de los hombres que desenterraron Asiria

Además de magníficas obras de arte talladas en piedra, los excavadores recogieron del piso miles de fragmentos de tabletas de arcilla cubiertos con la intricada escritura cuneiforme. Ellos no sabían que eran los restos de la biblioteca real.

A la luz de la Luna, Rassam y su equipo empezaron a desenterrar las placas de piedra que habían sido talladas más de 2.500 años antes para las habitaciones del rey asirio Asurbanipal.

Los empacaron en cajas que enviaron al Museo Británico, donde los almacenaron, pero no los clasificaron hasta que en 1861 contrataron a Smith para limpiarlos y organizarlos.

Smith era un apasionado de las antigüedades que llegaban de Nimrud y Nínive, Smith llevaba años aprendiendo, tanto la escritura cuneiforme como el idioma acadio.

Una década más tarde, había leído en sobre un mundo ahogado por un diluvio, un hombre que había construido un bote y una paloma liberada para buscar tierra firme.

Era una versión del Arca de Noé. Pero el libro no era el Génesis.

Era parte de la Epopeya de Gilgamesh, el poema épico escrito alrededor de 1800 a.C., unos mil años antes de la composición del Antiguo Testamento cristiano.


El resto de la historia

Un mes más tarde, Smith le leyó su traducción de la tableta a la Sociedad para la Arqueología Bíblica en Londres.

La historia quedó plasmada en páginas de arcilla húmeda, en el idioma acadio que se habló en Mesopotamia y en escritura cuneiforme, una de las formas más antiguas de expresión escrita. Era la primera vez que una audiencia escuchaba parte del poema en más de 2.000 años. Fue toda una sensación y desató debates en todo el mundo.

La que se llegó a conocer como la "Tableta del diluvio", o la Tablilla XI, fue la primera de muchas más que, desde entonces, han ido apareciendo, algunas hasta más antiguas.

Con ellas, los asiriólogos han ido resolviendo uno de los más grandiosos rompecabezas de la historia, aquella que cuenta sobre un rey que vio, experimentó y consideró todo, hasta lo oculto; que desveló lo velado, que supo sobre el Diluvio, viajó a los confines del mundo y regresó, exhausto pero entero, como prometen las primeras líneas del texto.

Es una de esas obras de literatura antigua que nos hace mella pues su héroe, a pesar de ser "dos tercios dios", es muy humano: siempre se está equivocando, nunca alcanza su meta y, como todos, tiene que aceptar la muerte, esa inevitabilidad con la que vivimos.

«¿A cuál amante amaste siempre?»

2 comentarios:

  1. Impresionante Ricardo, me ha encantado conocer esta historia. A veces hablamos de los hechos históricos pero no nos planteamos de donde vienen o el por qué.
    Súper interesante. Besos :)

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    1. Sí Margarita, a mí también me ha sorprendido. Tenía ganas de afrontarla, ahora estoy leyendo una nueva versión más actualizada. Ya te contaré.

      Besos, Ricardo.

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