domingo, 12 de diciembre de 2021

Interpretación personal a la obra Ghost, de Kader Attia

 


«Creo que el tiempo no existe sino en una forma absurda de eterno ahora».

Fascinado, y más que sorprendido, al encontrarme repentinamente y sin aguardarlo, con esta obra en el museo Pompidou de Málaga.

Al principio, recorrí la amplia instalación, dejando que la obra llegase a mí, intentando establecer ese primer contacto. Por nada del mundo deseaba interpretar aquellas esculturas fabricadas en simple papel de aluminio, encorvadas y vacías que parecían hablar por sí mismas. Figuras sin rostro que evocan la nulidad o pérdida del ser frente al sistema, la sumisión y derrota de la razón.

Me produjo un tremendo desasosiego la obra, temor en cierta forma. Inquietud por no poder llegar a ser, ni llegar a disponer de la oportunidad de diferir, ni dudar.

Simplificaría diciendo y hablando sobre la imposición a un modelo de vida y la adoración ante un modelo forzado de adoración o seguimiento y el derecho a elegir nuestra manera de vivir, más allá de los dogmas impuestos.

En cualquier práctica artística la forma es tan importante como el concepto, pues describe la presencia fundamental del espacio dentro de ese diálogo inseparable que tiene con el tiempo. El lazo que liga esos estados paradójicos podría ser una reparación.


Nacido en Francia en Dugny (Seine-Saint-Denis), de padres de origen argelino, Adelkader Franck Attia creció en Garge-les-Gonesses / Sarcelles. Su infancia fue bañada en un ambiente cosmopolita y multicultural donde las religiones católica, judía y musulmana se mezclaron. Kader Attia, que tiene doble nacionalidad, está profundamente marcado por los diversos viajes que hace entre sus suburbios y Argelia (Bab El Oued) con su familia.

A la edad de once años, comenzó a trabajar en el mercado de Sarcelles para financiar sus clases de fútbol. La atmósfera del mercado, hecha de reuniones e intercambios, contrasta fuertemente con los bancos escolares que no atraen mucho; Sin embargo, es su maestro de dibujo quien lo empujará a ir a las puertas abiertas de las Artes Aplicadas de París, así como también al Louvre. Después de obtener una licenciatura, estudió en la escuela Duperré donde se graduó en 1993, luego pasó un año en el Beaux-Arts de Barcelona (1994), antes de pasar a hacer un servicio civil en Congo-Brazzaville. dos años. Esta estadía lo marcará, es en el Congo donde se expusieron sus primeras fotografías.

Su regreso a París en 1997 y luego el lanzamiento de Kader Attia en el comienzo de una producción artística continuó en Berlín, donde reside actualmente. Ganador en 2016 del Premio Marcel-Duchamp, exhibe en esta ocasión el ensayo-película Reflect Memory , en el que se alternan entrevistas de cirujanos y psicoanalistas con imágenes de amputados, un espejo dispuesto para hacer creer que el miembro desaparecido todavía existe.


Ghost, es una gran instalación, compuesta por un grupo de mujeres en oración.

Attia, fabrica sus cuerpos como si fuesen cáscaras vacías, cuerpo deshabitados, campanas insonoras carentes de espíritu.

Elaborada la obra en papel de aluminio, las figuras de Attia se convierten alienígenas y futuristas, la síntesis de lo abyecto y lo divino.

Cediendo a la meditación brillante, su ritual es igualmente seductor y hueco, cuestionar ideologías modernas - de la religión al nacionalismo y el consumismo - en relación con la identidad individual, percepción social, la devoción y la exclusión.

De Attia Santo, evoca la contemplación de la condición humana como vulnerable y mortal; sus materiales empobrecidos sugieren historias alternativas o entendimientos del mundo, se manifiestan en la experiencia individual y temporal.


Francia cambió mucho y la vida de Mont­parnasse de los años veinte y treinta no es la de los suburbios de París de los años tras el 11-S.

Estamos viviendo una aceleración del movimiento de una ola humana de refugiados y vamos a tener que ser muy creativos para inventar una sociedad nueva.

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