martes, 1 de marzo de 2022

La muerte de Arturo


02/03/2022

La Muerte de Arturo de Sir Thomas Malory, fue editada en España, creo recordar que en Toledo, por primera vez, sobre el 1515 y en Sevilla, en el año de 1535.

Desde ese lejano día, las correrías de Arturo y Lancelot nos vienen acompañando; despertando fantasías y sirviendo de inspiración para obras posteriores como «Amadís de Gauda» y, por supuesto, para nuestro admirado Cervantes.

El Quijote se publicó a principios de 1605, por lo cuál; ¡Qué Cervantes debió empaparse del ciclo artúrico y de sus correspondientes secuelas es, para mí, un hecho incuestionable! ¿Cuándo? Cualquiera sabe, pero intuyo que debió de ser en uno de sus largos retiros espirituales en presidio.

«El valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha...»

Desde ese lejano día de 1605, nuestro querido Quijote nos han acompañado siempre en el imaginario colectivo, es por ello que la necesidad de regresar a lo mejor de nuestra civilización occidental es algo que se me antoja imprescindible. Y más en estos instantes de tremenda incertidumbre, aunque por el sur os llevemos algo de ventaja, dada nuestra alianza histórica con lo mejor del oriente y su indudable legado persa.

Es por ello que convoco ese mundo del ensueño y la fantasía, para hacer frente a este despiadado y devorador pensamiento que nos rodea. Quienes me conocen, deberían saber que no me refiero a círculo político alguno. No, mis palabras no van destinadas a esos que tanto saben y que hacen que nos sintamos como verdaderos gilipollas cuando nos representan en parlamentos y cortes.

Afirmo con tremenda rotundidad que no hay nada más despiadado y dañino como el arte de la política en estos momentos. Pobre de Platón o Pitágoras si levantaran la cabeza… tantos siglos para llegar al principio.

No me extenderé, oigo llover con tremenda generosidad, por lo que no me perderé ese asombroso espectáculo de la naturaleza con banalidades y pedanterías de un cocinero loco. ¡Grande siempre León Felipe! ¡El eterno buhonero!

Concluyo pues con esta afirmación de Platón y en la que dice; «Donde reina el amor sobran las leyes...»

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