miércoles, 6 de julio de 2022

Lectura de un noticiario


Acabo de leer el noticiario y me he quedado de piedra; «Dar la paz por descontada en Europa puede terminar en una guerra». —dice hoy Jens Stoltenberg, el líder de la OTAN.

Ante bestialidades como esta, queda claro que lo primero que se me antoja es suspender de empleo y sueldo al tipo ese; de por vida, más claro que el agua. Retirarlo de la vida pública y ponerlo a coger aceitunas, en septiembre, para que reflexione ante la barbaridad que acaba de pronunciar.

Y mientras uno lee estas imbecilidades, resulta que la vida hace giros que uno no tenía previstos de afrontar; un viaje a Bérgamo, la caída de mi madre y la casi plena dedicación a su cuido, una huelga general que pinta negra, negrísima, la amenaza constante de un desabastecimiento importante en otoño…

Ante todo, este elocuente torbellino, no se me antoja más que, tal como decimos por el sur, alardear de que afortunadamente seguimos viviendo y podemos contarlo.

Decía Antonio Blay que no hay nada más importante como la respuesta que demos a cada suceso que vaya aconteciendo; que la vida es eso un proceso de actualización de nuestra energía, inteligencia y afectividad. Llegar a actualizar ese proceso es la base del crecimiento del yo.

Cuando uno se pasea, sobre todos en las mañanas, por esta red social e intenta captar el mensaje que deja en ella decenas de personas, uno llega a dudar de todo; la realidad, uno mismo y el enfoque con que afronta la vida. Afortunadamente que ya uno tiene donde agarrarse para poder mirar hacia otro lado y seguir para delante; retomar lecturas pendientes, promocionar sus libros, oír música y, en suma, ejercer de la manera de vivir que uno entiende que es la más adecuada para él.

Cada vez estoy más convencido de que la visión poética no es otra cosa más que un uso ponderado de la capacidad de ternura que todos llevamos dentro; y, esa es la cuestión que tira de mí; que me hace intentarlo una vez más.

El territorio de lo poético, como respuesta intrínseca del organismo —entiéndase organismo como diligencia máxima de nuestro SER—, la capacidad por recuperar, una y otra vez, el asombro. Ese asombro por las cosas sencillas y, por encima de todo, recuperar nuestra manera de percibir el mundo de cuando apenas éramos unos críos; asombrándonos y descubriendo a cada paso que dábamos.

Coger zapateros, girasoles, piñas y asar sus pipas en una hoguera, jugar a las canicas, llegarme a la orilla del río y percibir el celaje que deja cada amanecida, pasar por el quiosco de Alfaro y soñar en cada portada de los comics de la Marvel y, de camino, descubrir en los anuncios de los cines de verano, esas carteleras tras las que se ocultaba todo misterio y toda esperanza de vida.

Y al señor ese, el de la OTAN , pues que le vayan dando… café en mano, pistola no; nunca. Cerveza sí, toda la que ese señor quiera, acompañada de aceitunas, si fuese de menester...

1 comentario:

  1. Algunos comentarios son simplemente para dejarte sin palabras, o como tú bien has hecho, todo lo contrario. Yo también suspendía a esa persona de empleo y sueldo. Besos :)

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