domingo, 29 de mayo de 2022

Picasso, anécdotas y misterios en Horta



«Todo lo que sé, lo he aprendido en Horta»

Picasso

En 1898 Pablo Picasso enferma de escarlatina en Madrid y en plena recuperación se marcha al pueblo montañés de Horta de Sant Joan, provincia de Tarragona. Tenía por entonces 15 años de edad.

La mayoría de los libros biográficos del pintor mencionan dicha estancia con un simple; «Allí Picasso se encontró así mismo». Ridículo enunciado para tan importante espacio de tiempo. Lugar donde el genio cambió literalmente su modo de expresión plástica.


¿Qué ocurrió en dicho lugar?

Picasso acudió a Horta invitado por su amigo Manuel Pallarés, su estancia en el pueblo le dejó una profunda e intensa huella. Tanto que volvió diez años después cargado de fama y dinero.

Picasso tuvo una aventura extraña, algo parecido a una experiencia mística. Según se cuenta dicha experiencia fue plasmada en un lienzo en esa segunda visita y lo ofreció como regalo a quien le había ofrecido hospitalidad, Tobías Membrado. La pieza nunca vio la luz ni fue exhibida públicamente. Hoy es pura leyenda.


La historia dice que Picasso y su amigo Pallarés recorrían juntos aquellos alrededores, visitando el monasterio de San Salvador, al pie de la montaña de Santa Bárbara. A medio camino existe una cueva donde ambos pernoctaron varios días; quizás motivados por la inspiración que les produjera el viejo maestro Cezanne y sus dibujos sobre la montaña de Santa Victoria, junto a los escritos del poeta de moda, David Tohureau.

Con el afán de emulación y revivir episodios descritos en las biografías de ambos artistas, la estancia de ambos jóvenes se tradujo todo ello en una larga permanencia en la cueva de Els Ports.

El hermano pequeño de Manuel Pallarés le ayudaba alcanzándoles con provisiones, pinturas y lienzos cargados sobre una mula. Se instalaron en la cueva como pudieron, durmiendo sobre camas de espliego y paja. Se lavaban en el río y por la noche encendían la hoguera donde cocinaban arroz.


Según cuenta el biógrafo Henry Gidel;

«Picasso recordaba que se volvieron salvajes, se embadurnaban de pintura, se quitaron la ropa y se quedaron desnudos. Por la noche dormían en un enorme lecho de heno recién cortado y se lavaban bajo una cascada».

Fruto de la estancia en los Ports, pintaría Picasso un cuadro desaparecido, con el título de Idilio, representando una pareja de jóvenes pastores perdidos en un inmenso paisaje montañoso, una especie de Edén para unos Adán y Eva modernos.

Picasso vuelve, convertido en un joven moreno y sano a su casa familiar de Barcelona, en la calle de la Merced.

Frecuenta Els Cuatre Gats, marcha a París, torna a Barcelona, y de nuevo a París, donde conoce a Fernande Olivier, su primera compañera. Y con ella, once años después, en 1909, vuelve a Orta.


«De pronto surgen en la memoria de Picasso los paisajes soleados de Horta y el espectáculo del pueblo mismo, aplastado por el calor. Su imaginación le lleva incluso a oler los aromas embriagadores de la flora mediterránea y el canto de las cigarras, y el azul cruel de un cielo sin nubes».

Hacen escala en Barcelona para visitar a los amigos y a la familia y, de nuevo, Manuel Pallarès prepara la estancia de la pareja en Horta. Pidiéndole a su cuñado, alcalde del pueblo, que les buscara una estancia agradable. Y hacia allí se dirigieron el día 5 de junio de 1909.

La segunda estancia fue, digamos, distinta. Ya no era el joven de once años antes y su amigo Pallarès no estaba.

«El tonto del pueblo –dice Henry Gidel- se enamoró de Fernande y, aunque Pablo, cuyos celos eran enfermizos, no tuviera mucho que temer de él, esta situación le ponía de mal humor. Además, los habitantes del pueblo se habían enterado, Dios sabe cómo, de que la pareja no estaba casada y, por lo tanto, vivía en pecado…»

Una noche algunas piedras golpearon los cristales de su habitación. Pablo, que se llevaba a todas partes la pistola, salió hecho una furia, esgrimiendo el arma y disparando algunos tiros, lo cual restableció al instante su prestigio.

Parece ser que este hecho, y la costumbre de sacar del bolsillo un gran fajo de dinero para pagar cualquier cosa, impresionaron a la gente de Horta.


A pesar de los pequeños contratiempos, Picasso volvió feliz de Orta y muy satisfecho del trabajo realizado, que significaba la superación de las etapas azul y rosa y el comienzo del cubismo…

Existiendo otro cuadro, él que se cree su primer trabajo cubista y que jamás fue encontrado. Quedándose en Horta y desapareciendo para siempre.

Nos quedamos con una última anécdota; cuando Tobías Membrado en la despedida de su primera estancia, comprobó la pintura del maestro en el ático y negando con la cabeza le dijo;

«Mira Pablito de esto de la pintura no vas a vivir, pero que sepas que siempre tendrás una casa en Horta…»

2 comentarios:

  1. ¡Hola Ricardo! Ante todo, te felicito por el cambio del blog por la revista literaria, me encanta. Esa frase final es muy peculiar... Dan ganas de visitar Horta, sin lugar a dudas. Es increíble la forma en que se alinean los astros para que las cosas sucedan.
    Besos :D

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí Margarita tenía necesidad de cambiar de formato. llevaba muchos años encasillado.

      Besos, Ricardo.

      Eliminar