sábado, 7 de mayo de 2022

Alöise Corbaz, la princesa que salió de un cuento de hadas



«Mi ruina avanza de forma lenta pero segura,
el fanatismo y enloquecido amor que siento,
me arrancó de mi cuerpo»

¿Perder la razón por amor? ¿De verdad que no me creéis? Pues leed esta historia y luego ya me contáis.

Aunque siempre soñó con ser cantante, encontró trabajo como profesora y como institutriz en la corte del káiser alemán Guillermo II. Mientras estuvo allí, se enamoró perdidamente del káiser. Se enamoró tanto, que su amor se transformó en locura, hasta ser diagnosticada de esquizofrenia y confinada en un hospital psiquiátrico en el año 1918 y del que nunca más volvió a salir.


Comenzó a dibujar y a escribir poesía en secreto alrededor del año 1920, pero la mayor parte de sus primeras obras fueron destruidas, hasta que el director del hospital médico llamado Hans Steck y la médica de cabecera Jacqueline Porret-Forel se interesaron por su obra, que fue finalmente descubierta por Dubuffet, en 1947.

Su obra es calificada de erótica, y consiste principalmente en hermosas mujeres con curvas voluptuosas y cabellos flotantes a las que seducen amantes, vestidos de uniforme militar.

Usó tizas de vívidos colores, pinturas y zumo de flores para llenar hojas enteras de papel. Su compulsión de hacer marcas en cada pulgada del papel es similar a la de nuestro amigo Adolf Wölfli.


El sueño adolescente de Aloïse era ser cantante, sado que le gustaba mucho la música de Handel. Participaba del coro de la iglesia y tomaba clases de canto. También comenzó a notar su talento para el dibujo y a los 18 años ganó el primer premio en un concurso por su interpretación libre de un jarrón egipcio. Le encantaban los personajes mitológicos y sobre todo los femeninos. Hasta ese momento parecía ser una niña como todas, pero cierto día fue descubierto su romance con un joven sacerdote. 

Sus padres le enviaron a Alemania para trabajar al cuidado de dos niñas. Su siguiente trabajo fue hacerse cargo como institutriz de las hijas del rey Guillermo II, por lo que llegó a estar enamorada intensamente del Rey y obsesionada hasta con él hasta su muerte.


En 1913 vuelve a Suiza sin dar explicaciones de su regreso, abandona la corte, justo al dar comienzo la gran guerra. Entonces su estado psicótico se acentuó. Haciendo públicas ciertas ideas pacifistas y lo que hoy sería visto como algo completamente normal, por aquel entonces era algo extraño e inusual para una mujer. Participó en reuniones del partido socialista, hizo escritos de carácter religioso, al parecer, en donde expresaba su pensamiento sobre los delincuentes como víctimas.

Aparentemente, una «ardiente» carta escrita al Rey, y que nunca llegó a destino fue la causante de su reclusión en una clínica psiquiátrica.


Aloïse no sólo tenía una visión particular y una imaginación desbordante, pero conforme pasaba el tiempo los periodos de lucidez se hicieron cada vez más cortos y comenzó a hablar sola murmurando frases inconexas. 

En una carta describió su sentimiento como: «Mi ruina avanza de forma lenta pero segura, el fanatismo y enloquecido amor que siento me arrancó de mi cuerpo». También menciona el inicio de una actividad creativa que, sin embargo, mantuvo en secreto: «Cojo el papel de la basura para garabatear (se refería a sus dibujos); escribo en secreto a toda prisa».

«El enloquecido amor que siento, me arrancó de mi cuerpo»

Sabemos que en la clínica llamaba «Princesa» a su compañera de habitación, «Madonna y Ángeles» a las enfermeras que la atendían y a las que a veces incluía en sus dibujos. Transformándolas en hermosas mujeres con peinados elevados y vestidos de color rosa.


Gracias a su delicadeza manual trabajó como costurera de trajes de enfermera y así comenzó a ser querida por sus cuidadoras que le regalaban materiales para dibujar.

Sus trabajos podían llegar a medir 10 metros, pegaba papeles para cubrir los muros, y poco a poco comenzó a levantar a su pequeño reino.

El doctor Hans Steck fue el primero en valorar seriamente el particular arte de Aloïse, la visitó hasta el final de su vida y logró resguardar la mayoría de sus escritos y dibujos. Como además era profesor de psiquiatría, presentaba como ejemplo muchos de los trabajos de los pacientes a sus alumnos, durante sus conferencias clínicas en las que participaba. Y así fue como en una de esas presentaciones, a fines de 1930, Jacqueline Forel se enteró del trabajo de Aloïse.


Según palabras de Jacqueline Forel;

«La creación milagrosa, la creación de una fuente de éxtasis perpetuo…»

«Una situación que el equilibrio no permitiría nunca».

«Un mundo dentro de una colección de himnos».

Tras esas frases, se describía su estado creativo, razón por la que, poco a poco, su obra fue llamando la atención y no tardaron en llegar visitas relacionadas con el arte. 

Mientras tanto, avanzaba su rehabilitación compartiendo su vida con enfermeras y compañeros, siendo la encargada oficial de la decoración de cumpleaños y celebraciones, las que también animaba cantando ópera. Se preocupaba mucho de que todo estuviera en orden tal como si fuera un baile real o un elegante espectáculo.

Sus dibujos, que citaban escenas históricas que incluían a Napoleón, Josefina, María Luisa, Cleopatra, Ramsés II, Tutankamón, fueron expuestos el año 1963 en el Museo de Bellas Artes de Lausanne y la muestra tuvo un fuerte impacto en el público. 

Aparte de algunos artículos y comentarios negativos relacionados con la psicosis de la artista, muchos visitantes quedaron impactados por sus obras e hicieron algunas solicitudes de adquisición.

Antes de morir, Aloïse fue invitada a formar parte de la sociedad de mujeres pintoras del «Art Brut» de Suiza.


Dibujaba con pétalos de flores, con jugos de rosas silvestres, con hojas verdes aplastadas, con jugo de limones y naranjas, con pasta de dientes, con hilos y sedas.

A veces lo imaginado superaba a la razón, pintando sobre papel sucio, sobre papel viejo, sobre papel que a otros ya no les sirve y no les dice nada de nada.

Pero para Aloise ese papel era el soporte que le llenaba y apaciguaba su locura. Y mientras más se entregaba al amor en sueños y delirios, se cuenta que de su garganta brotaban como flores, las arias más hermosas de Verdi.

En 1963 fue invitada de honor en la muestra «Escultoras y Pintoras Suizas». Se cuenta que asistió vestida de princesa, como recién levantada de su sueño. La princesa fue aplaudida y ascendida a los altares. Supuestamente por aquellos que mantienen la razón por bandera.

Falleció al año siguiente, el 5 de abril de 1964, tras pasar cincuenta y cinco años encerrada en un psiquiátrico. Se cuenta que, en el último suspiro, brotó de su garganta un aria de Verdi.

2 comentarios:

  1. Qué historia. Si hay algo que me gusta del Art Brut es la ingeniosa forma del ser humano de crear auténticas obras de arte a partir del dolor. Zumo de frutas y pétalos de flores... Me alegro mucho de que al menos reconociesen su labor estando ella aún viva, aunque me temo que su mente no lúcida del todo. Me ha encantado conocer la historia de Aloise. Besos :D

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  2. Otra de las grandes historias que nos depara el arte. Una vida trágica y de un deterioro mental considerable, y en donde el arte intervino para sosegar tanto padecimiento.

    Saludos.

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