viernes, 11 de diciembre de 2020

De cuando el miedo llegaba volando. Refugios de Almería.


Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. Era la edad de la sabiduría, era la edad de la imbecilidad. Era la época de las creencias, era la época de la incredulidad. Era la época de la luz, era la época de la oscuridad. 


Charles Dickens 




Me encuentro a solas, profundamente inquieto, difuso bajo el subsuelo y preguntándome sí me hallo cerca el Hades o del mismísimo Infierno. Me encuentro en el interior de unos refugios construidos hace años, con el único objetivo de sobrevivir a los bombardeos alemanes. Me viene a la memoria un reportaje sobre el Hurin Pacha, el reino del subsuelo Inca, soy así. No lo puedo evitar. 


Pero antes de proseguir, es necesario detenerme y dar entrada a los hechos: 


Almería aguanta hasta el final de la guerra como último reducto republicano de España, quedando aislada y sola frente de los despiadados ataques del bando nacional. 

El comienzo de la monumental obra de ingeniería de los refugios se inicia tres meses después del alzamiento fascista.

El proyecto fue encargado al arquitecto municipal Guillermo Langle Rubio. Participando, también, el ingeniero de minas Carlos Fernández Celaya y José Fornieles, ingeniero de caminos.

Proyecto en el que participa la población de Almería de manera voluntaria, acelerando de esta forma la construcción de tan magnánima obra.

Se consiguió crear cerca de cien accesos al interior de los refugios. La idea era, que ningún residente tuviese que recorrer una larga distancia para poder acceder a ellos en caso de ataque. 

Los refugios disponían de enfermería, quirófano, sala de curas, zona de almacenamiento de víveres, una cocina, despensa, luz y agua potable. Con una longitud de 4.5 Km de galerías subterráneas. 

Llegando a tener cabida para 40.000 personas, todo minuciosamente calculado para poder albergar a la totalidad de la población. Incrementada inesperadamente por la famosa "desbandá" de Málaga, episodio terrible para la historia de nuestro país. 




Una flota alemana el 31 de mayo de 1937 bombardea Almería, mueren 40 personas y deja un reguero de 150 heridos y más de 200 edificios destruidos.

El día de Reyes de 1937, a las dos de la madrugada, un avión bombardea la estación de ferrocarril trayendo el consiguiente regalo a los niños. Tres días más tarde regresan y vuelven a bombardear la ciudad, por si algún niño se ha quedado sin su correspondiente regalo.

Tras la caída de Málaga el litoral andaluz se vuelve un infierno. 

Tomada Almería por las fuerzas fascistas a finales de marzo de 1939, los refugios fueron sellados y olvidados para siempre. Hasta que pasados setenta años se han vuelto abrir, llevándose a cabo una ardua tarea de limpieza, dado el lodo acumulado y la retirada de raíces que impedían el acceso y la circulación por las galerías.




Me apoyo en la pared de la galería, frente a mí, y sobre una pared lateral que hace las veces de muro de contención, un niño ha aprovechando el fraguado del hormigón como si de un lienzo se tratase. Plasmando la impronta de su miedo. 

El ruido del paso de los coches por el paseo y sobre mi cabeza, me ayuda a rememorar la barbarie.

Me encuentro solo, tremendamente solo en este largo pasillo. Frente a mí, el dibujo trazado sobre el cemento, dándome por imaginarme el olor al espanto, el llanto de los críos, una oscuridad perniciosa, las respiraciones forzadas, suspiros y algunos rezos por lo bajo, (aunque nos encontremos en zona republicana, no es menester recordar que el hombre siempre ha rezado).

Y el arte una vez más o mejor dicho; la expresión artística que nos ayuda a escapar del horror y de la situación presente. Cómo un murmullo que nos acompaña desde el principio de la especie humana.

Sofocamos el miedo con lo creativo, disolvemos la parálisis del espanto con un movimiento que nada más nos sirve que para escapar de la realidad. 

¿Qué se puede expresar en un largo y oscuro pasadizo sepultado en el fondo de la tierra? 

Ya lo vimos en Terezing, cuando el horror nazi se alzaba en su mayor grado de atrocidad y barbarie. 

Cierro los ojos y me imagino a ese niño pintado sobre el hormigón aún no fraguado, mientras me pregunto; ¿Cómo se puede pintar sin luz? 

3 comentarios:

  1. Impresionante, amigo. Has conseguido que huela el miedo y escuche esos rezos y respiraciones forzadas.

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  2. Hola Ricardo. Solo puedo decirte algo y es gracias por publicar esta entrada. Yo soy una de esas personas dadas a intentar teñir el mundo de rosa. Pero el mundo no es rosa. Es un conjunto de colores, y el negro, el gris, o el blanco de la ausencia, están ahí. Esta entrada es una maravilla, porque describe una situación y unos momentos que fueron bien reales. No se trata de una novela en la que la imaginación de un autor de rienda suelta a una locura. Se trata de algo, por desgracia, bien real, donde quedaron atrapados entre muros, recuerdos de mucho dolor.
    Como siempre, tus entradas, hacen reflexionar.
    Besos :D

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  3. Desolador. Qué de barbaridades se hicieron, quedando todas impunes. Ojalá esto sirva de recordatorio para que no vuelva a suceder

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