sábado, 7 de septiembre de 2024

Escultura



Recuerdo la escultura, aunque el nombre del autor o autora se me escapa en este momento. Creo que la foto fue tomada en el Museo de Orsay, en París.

La escultura es digna de inspirar un poema, aunque en sí misma ya es poesía. La dulzura con la que el escultor ha tratado los rasgos, la sensibilidad que transmite, es comparable a la de un cisne o una nube blanca.

Sin duda, esta obra crea un efecto enigmático, absorbente, casi magnético.

El gesto de cerrar los ojos, digno de un dibujo de Redon, y la sutileza que recuerda a Da Vinci o a los primeros poemas de Byron, se condensan en una única obra, desprovista de violencia o de cualquier tipo de arrogancia.

La escultura nos muestra una bondad indiscutible y una placidez que me evoca una pieza de teclado de Chopin, los versos de Juan Ramón, o el canto de un ave en la orilla del mar.

En palabras de Kavafis: "Contemplé tanto la belleza que mi vista le pertenece".

Me quedo, pues, con la obra que, sin ser mía, y tal como dice Kavafis, me pertenece.

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