viernes, 6 de junio de 2025

Las hijas de Adán, de Isamar Cabeza



Hoy quiero invitarles a adentrarse en una historia poderosa. Una obra que no solo nos convoca por su extensión —que también—, sino por la profundidad, la hondura emocional y la fuerza de sus personajes. Hablamos de Las hijas de Adán, de Isamar Cabeza.

Ecos de grandes novelas

Para situar esta novela en el mapa literario, podríamos buscar parentescos con otras grandes obras de estructura coral, protagonismo femenino y fuerte anclaje histórico:

Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán, nos habla del lugar de la mujer en una España patriarcal y rural.

La Regenta, de Leopoldo Alas “Clarín”, muestra el conflicto entre deseo y moral religiosa.

El corazón helado, de Almudena Grandes, con su saga familiar atravesada por la memoria colectiva.

Inés del alma mía, de Isabel Allende, donde una mujer desafía su tiempo.

El origen: Cádiz, 1810

La historia comienza en Cádiz, un 25 de diciembre. Doña Pepa, con apenas 16 años, se sienta en el primer banco de una iglesia.

«Una frontera invisible e infranqueable los separaba como clases sociales, casi como especie».

Estamos en pleno asedio napoleónico. Cádiz, símbolo de resistencia y cuna de La Pepa, la Constitución de 1812. Un escenario perfecto para arrancar una saga de mujeres valientes.


Mujeres que resisten

A lo largo de la novela, las mujeres entran y salen de escena. Los hombres... se ausentan, se pierden, se desvanecen. Aquí no hay complacencia con la mirada masculina. Esta es una novela de decisiones tomadas desde el dolor, desde lo inevitable.

Y sin embargo, brota la fuerza. Lo indemne. Lo que brilla incluso en la sombra.

Masculinidad sensible

Los hombres buenos, en esta historia, también existen. Pero son distintos. Sensibles, vulnerables, disidentes de la norma.

«¡Había deseado tanto encontrarlo y matarlo con sus propias manos...!»

«El barbero más alegre de Cádiz yacía en el suelo, bocarriba... rodeado por gatos en su soledad más extrema».

Espiritualidad, consuelo y aromas

La espiritualidad también se abre paso. Como Pura, que se convierte en Caridad. O Manuela, que encuentra refugio en sor Lucía.

Y si hay algo que destaca en esta novela es el aroma. Esta es una obra que huele.

Huele a letargo, a café, a mar, a lavanda, a azufre. A jazmín y castañas asadas. A leche caliente y a sábanas limpias.

Los sabores, sin embargo, son más ásperos: purgantes, hiel, dureza. Hasta que aparece Jorge, y con él, la ternura.


La cocina, espacio de identidad

En la cocina, las mujeres se reencuentran. Es un espacio de redención y memoria. Y también de herencia:

«Doña Pepa apareció en la cocina toda vestida de blanco, radiante. Podía confundirse con una virgen de altar...».

Amor improbable, amor verdadero

La novela transita entre Cádiz, Sevilla y aldeas escondidas. En ese camino, germinan los amores improbables.

Como el de Constanza y Germán. Ella convertida en hombre. Él, reconociéndose mujer. Y ambos, reconociéndose el uno en el otro.

«Su amistad se convirtió en un poderoso bastión sobre el que ambos se apoyaban...».

Y mientras tanto...

Los franceses, Pepe Botella, los bandoleros, las epidemias... Y siempre: el río, la catedral y el mar.

Isamar Cabrera escribe con prosa limpia, directa, emocionante. No busca adornos: cuenta, y al contar, nos conmueve.

Una novela que sana

No es una novela más. Es un camino de sanación. De identidad. De salvación.

Y detrás de cada línea, de cada página, late una gran mujer. Una gran escritora. O mejor dicho: una escritora que es más mujer aún cuando escribe.


«Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie».

— Emily Dickinson



 

viernes, 30 de mayo de 2025

Sueño con las marismas, de Juan Clemente

 


Sueño con las marismas, de Juan Clemente

Una epopeya de los desposeídos narrada desde la belleza y el delirio


Presentar Sueño con las marismas, de Juan Clemente, es sumergirse en un universo tan crudo como onírico, tan real como un sueño. Desde sus primeras páginas, no solo asistimos a una historia de supervivencia y lucha: estamos ante un testimonio de la memoria, de los olvidados, de quienes desafían su destino con la sola arma de la esperanza.

Realismo mágico con raíces andaluzas

La novela se inscribe con firmeza en la tradición del realismo mágico. Las marismas no son aquí un mero escenario físico, sino un territorio simbólico donde el tiempo y la muerte se entrelazan, donde lo real y lo fantástico se confunden sin fronteras claras. Al igual que en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, los hechos adquieren un carácter mítico y la naturaleza impone su propia ley como un personaje más.

Un mundo visual y sensorial

Es también una novela profundamente visual. Por momentos, evoca la imaginación desbordante de Miyazaki en El castillo ambulante o la atmósfera envolvente de Siberiada, de Konchalovsky. Las marismas de Clemente, como la taiga siberiana, desafían al hombre, le imponen límites y lo confrontan con su destino.


Ecos de Pedro Páramo y las sagas de Allende

El imaginario de Clemente nos remite a Pedro Páramo, de Juan Rulfo: fantasmas vivos que habitan una tierra de condena y redención, una atmósfera opresiva en la que la muerte está siempre presente y los vivos no terminan de estarlo del todo.

A la vez, personajes como Raúl o Antonio Sangremuerta, sepulturero de un cementerio que se entierra a sí mismo, nos conectan con la primera Isabel Allende: sagas familiares, pasiones intensas, emociones con peso físico, y una memoria que se convierte en ancla de la identidad.

Un viaje mítico entre la vida y la muerte

Las marismas aquí evocan los pantanos del Estigia, el mítico río que separa la vida de la muerte. En esta novela, esa función la encarna Antonio Ribó, un auténtico Caronte marismeño, guía entre mundos. Su presencia nos recuerda que este no es solo un relato histórico: es una travesía espiritual, emocional y simbólica.


Personajes inolvidables

Entre los habitantes de este universo encontramos a Elías Matatrenes, romántico bandolero andaluz; a mujeres como Soledad Barrientos Castilla, Herculina o Neus Benet, desposeídas de todo salvo su honra; y a figuras oscuras como el capitán Felipe Malcriado Gómez o el teniente coronel Bocanegra, cuya sombra sangrienta estremece la memoria colectiva.

Pero Juan Clemente no se limita a recrear arquetipos. Reinterpreta toda esta tradición desde nuestra historia más reciente: la represión, el hambre, la resistencia, la lucha por la dignidad en un entorno tan bello como implacable.

Literatura como resistencia

Con un lenguaje evocador, casi hipnótico, el autor nos arrastra a un mundo que, aunque lejano en el tiempo, resuena con inquietante actualidad. Sueño con las marismas es una epopeya de los desposeídos, un canto de resistencia en forma de literatura. Nos recuerda que la realidad, a veces, no basta para explicar el mundo y que es en la imaginación donde hallamos sentido ante lo inexplicable.