martes, 15 de febrero de 2022

Matisse en Sevilla y sus cuadros perdídos

 


Interior
Pintado en Sevilla 1910 - 1911
Museo de Ermitage en San Petersburgo

El gran Matisse pasó el invierno de 1911 en Sevilla, junto a su esposa Amélie en un hostal de la Plaza Nueva llamado «Fabián España». Compartiendo estudio con su amigo el pintor cántabro Francisco Iturrino, al cual le unía una gran amistad desde los tiempos que trabajaron juntos en el taller de Gustave Moreau .

Parece ser que el interés por lo oriental le vine a Matisse tras asistir a una exposición denominada «La lección de Oriente» en Munich. El maestro curioso y motivado por la indagación del fauvinismo alemán, surgido en Dresde pocos años antes y de la mano de Kirchner, Nolde y unos cuantos más que no vienen al caso ahora.

Obsesionado, como tan solo lo hace los artistas, se dispuso a investigar dicha corriente, decidiéndose por Sevilla como puente de investigación entre París y África.

Matisse se decide por ella al ser una ciudad de moda, impulsada quizás por ciertos artículos publicados por Juan Ramón Jiménez en la ciudad del Sena, en diarios y noticieros de tiradas célebres entre los círculos de vanguardia.

El interés por el arte islámico hace que nuestro curioso pintor y hombre de infinitos recursos levante anclas, como tantas veces en su vida, y se decida a descubrir de primera mano el arte andalusí. Desde Sevilla visitó la Alhambra, donde pasó varios días en la pensión «Villa Carmona».

El caso real que nos concierne es que se cuenta que Matisse tuvo que salir de Sevilla deprisa y corriendo debido a una repentina enfermedad de su esposa Amélie, dejando abandonados cuadros, dibujos y bocetos.


«La revelación me llegó de Oriente, Oriente nos ha salvado»

Matisse, tras una visita a la Alhambra

De todo esto nos ofrece testimonio directo el desaparecido y genial pintor; Catedrático de Dibujo Natural de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla; don Miguel Pérez Aguilera. Quien conociera a Matisse durante una fiesta en la Escuela Superior de Bellas Artes de París y este le mencionara la intención de venirse a Sevilla.

Durante muchos años todo esto no fue más que una mera hipótesis, pues olvidada la corta estancia del ilustre pintor en Sevilla, tan solo nos quedaba prueba directa de su estancia el testimonio que relata Don Miguel en el libro; «Miguel Pérez Aguilera. El pintor de los silencios», de la editorial Renacimiento.

A partir de entonces, Don Miguel se obsesiona con la idea de recuperar los lienzos y bocetos perdidos de Matisse, Indagando entre rastrillos, anticuarios y coleccionistas; aún a sabiendas que podía ser más que probable que hubiesen terminados en la basura. Dado el desconocimiento del valor de las piezas y la carencia de cultura de vanguardia de sociedad sevillana.


Don Miguel Pérez Aguilera visitaba semanalmente el popular rastrillo del jueves, donde tantas veces se hallan restos históricos y verdaderas obras de arte sin un valor aparente, al se le presupone en primera instancia. Recordemos los hallazgos del doctor Carriazo o el recién hallazgo de un Goya entre restos de lienzos rotos y dibujos indescifrables.

De lo que realmente ocurriera con el material abandonado, todo quedó en leyenda. Pues no quedaron pruebas ni testigos directos; tan solo ese halo invisible que envuelve estas zonas del sur de Europa; tan dadas a dejarse dormitar confundiendo lo fantástico con las realidades. Así, los lienzos perdidos de Matisse pasaron a formar capítulo de leyendas sevillanas.

Para sorpresa de muchos han aparecido recientemente dos bodegones fechados y catalogados provenientes de Sevilla, en el museo Ermitage en San Petersburgo. Titulados; Interior I y Interior II, ambos fechadas en 1910-1911 y en Sevilla según el catálogo de Sophie Monneret. Parece ser que ambas obras fueron compradas por el amigo moscovita de Matisse, Sergei Shukin promotor de las vanguardias artísticas en París.


2 comentarios:

  1. Es un pintor que siempre me ha fascinado. Saberlo en Sevilla, tan cercano, me gusta. Increíble las vueltas que da la vida. Besos :D

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  2. Increíbles, tú lo has dicho. No sabes la de vueltas que puede dar la vida, jajaja.

    Besos, Ricardo.

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