viernes, 4 de febrero de 2022

Viajar para no querer llegar


Cierto día, se me cayeron todas las prisas de encima, quizás por cansancio, por querer llegar o por intentar hacer algo a tiempo. Ahora que amanece uno percibe el sonido de fondo del pasar los coches por la autovía y se alegra de no estar ahí, de no querer llegar.

La vida, cuando los años han cruzado cierta barrera, se ralentiza por sí sola y tal como nos dice la fábula; uno prefiere sentarse a la sombra del árbol y ver a los demás correr, pero para eso hay que saber que la meta no se encontraba en competir, sino en saber ser partícipe de ella.

Decía Blay, que uno de los pilares básicos de la personalidad era la energía, junto con la afectividad y el discernimiento. Por eso, una vez entendido el mensaje, percibo la excelencia de que la energía fluya por si sola y sin necesidad de disponer de etapas. Tan solo que fluya, mientras que uno, sentado plácidamente, atiende, como en un acto de profunda meditación el tráfico que sucede en la A-4 y desde esa quietud contraria intentar percibirla, sentirla y comprenderla.

Viajar 

Viajar es marcharse de casa,
es dejar los amigos
es intentar volar
volar conociendo otras ramas
recorriendo caminos
es intentar cambiar.

Viajar es vestirse de loco
es decir “no me importa”
es querer regresar.
Regresar valorando lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.

Viajar es sentirse poeta,
es escribir una carta,
es querer abrazar.
Abrazar al llegar a una puerta
añorando la calma
es dejarse besar.

Viajar es volverse mundano
es conocer otra gente
es volver a empezar.
Empezar extendiendo la mano,
aprendiendo del fuerte,
es sentir soledad.

Viajar es marcharse de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada con una postal,
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo es corto,
viajar es regresar.

Gabriel García Márquez

No hay comentarios:

Publicar un comentario