sábado, 8 de enero de 2022

Entrevista a Margarita Hans


«Y desciende despacio, observándome, 
y roza sus labios con los míos, 
lentamente, como si tuviese miedo a dañarme.
Como si presintiese que dentro de mí se librase una fuerte batalla
entre el deseo y el miedo a lo desconocido...».

Estatuas de Sal

Margarita Hans, acaba de sacar un nuevo libro; Como espuma de mar tras un largo tiempo de silencio. En este caso Margarita, se aventura por el género del relato, además de hacer sus primeros pinitos como ilustradora. 

Tal como era de prever el libro está apunto de agotarse esta primera edición, por lo que ante la sorpresa de la editorial, que no sabía donde se metía, ya se prepara una segunda edición. 

En mi casa del árbol, traigo al recuerdo aquella primera entrevista que le hice tras publicar su segundo libro; Estatuas de sal. Palabras henchidas de añoranzas y de unos momentos donde el tiempo transcurría con esa inocencia de quien posee un talento descomunal y aún no es consciente de ello, además de una ternura y bondad que, sin duda, se deben acercar a la de los ángeles. 


Margarita no es muy alta y sonríe siempre, dentro de sí guarda un universo en el que uno es incapaz de deducir que ocurre en su interior. Acaba de publicar su segundo libro; un volumen de cerca de quinientas páginas llamado «Estatuas de Sal».

Impresiona que alguien se atreva a tanto en su primera novela. Una trama familiar envuelta en un entorno costumbristas, casi asfixiante, que a veces hace demasiado lánguida y sosegada la lectura. Recreándose principalmente en los personajes, en el ambiente que los rodea y en esos pequeños detalles que nos fastidian y que solemos obviar en la vida diaria. El entramado avanza sin apenas darnos cuenta, hasta alcanzar el ritmo preciso que nos acerca a ciertos secretos y misterios. Encerrados en una casa de campo donde no faltan torres de cristal ni jardines encubiertos. Un mundo donde emergen fantasmas del pasado y magia por doquier.

Todo visto desde una mirada cándida e inocente de una chica llamada Anabel. Nombre que conjuga el de la gran madre Anna con el del fuego (Bel) en tradiciones antiguas. No reseñaré más no es mi cometido. Tan solo apuntar que si esta es su primera novela, ¿Cómo será la segunda?

«Te propongo un último juego...
busca lo que esta llave abre
y encontrarás tu auténtico legado»

Estatuas de Sal


El café se halla a esta hora de la tarde tranquilo, las cristaleras de colores y las recias maderas ayudan a crear cierta atmósfera literaria de los viejos pubs londinenses.

    —Buenas tardes Margarita.

    —Buenas tardes Ricardo, me vas a permitir agradecerte esta entrevista después de leer mi libro. Me hace mucha ilusión. ¡Gracias!

    —Me han dicho que presumes de ser andaluza por los cuatro costados.

    —Ser andaluza significa ser hija del sol, fruto de unas tradiciones y cultura milenaria, arraigarse a las raíces de la tierra y sentir el calor de su gente.

    —Vamos con la primera pregunta referente al libro, ¿te parece?

Margarita, asiente con la cabeza mientras abre esos pequeños ojillos y juega, nerviosa, con un sobre de azúcar.

    —Mencionas varias veces el término Alas en tu libro y eso me da que pensar. Te pregunto; ¿Si tuvieses que describir tus propias alas, estás cómo serían? —Margarita se echa a reír, le coge de sorpresa la pregunta.

    —Serían blanditas por fuera y fuertes por dentro. De color azul sueño, con olor a libertad y ribeteadas de te quieros. Sé que suena cursi, pero serían así, mis alas se han hecho mucho de rogar. Han necesitado muchos años de madurez para ir desplegándose con lentitud y paciencia, pero creo que hoy en día ya están desplegadas al completo — me mira con cierta sátira e indulgencia a la vez.

    — ¿304 páginas has necesitado para un primer beso? —Suelta una buena risotada que hacen vibrar las paredes del bar.

    —Por supuesto, como buena romántica cursi y empedernida es lo mínimo y además; ¿por qué tener prisa? La historia de ese beso requería un tiempo para cuando el momento llegase y el lector dijera por fin. Un beso como ese es el preludio de muchos más, no es un beso de amistad, sino un enorme cúmulo de sorpresas y expectativas. Yo quería que el lector viviese conmigo ese juego previo, ese tira y afloja entre ambos y que cuando al fin sus labios se unieran representara algo más que un simple contacto. A veces lo bueno se hace esperar, pero merece la pena —desvía la mirada mientras habla...


«¿De qué están hechos los ángeles, mami?
—de nubes de algodón.
¿Y a que huelen, mamita?
—A helado de vainilla y flores de azahar...».

    —En el libro Anabel sufre de mareos, hemorragias, perdidas de conocimiento, envenenamiento y dudosas enfermedades.... —me mira intrigada, no sabe por dónde le voy a salir— ¿No te sorprende que Alejandro, su amor, sea casualmente médico? ¿Te dice algo eso?

    —Supongo que, para algunos lectores, eso puede ser una especie de simbolismo, y Alejandro es un héroe que salva a la chica en apuros. Es más, ella debe salvarse sola y el motivo de que Alejandro sea doctor tiene dos fundamentos:

    »Primero, confieso que cuando escribí Estatuas de Sal había muchos médicos en mi vida. Alejandro fue una especie de exorcismo, para no asociar la palabra medico a la enfermedad, sino más bien a una cura.

    »Segundo, ¡Me venía de perlas que fuese médico! Estatuas de Sal es una historia que crece con el misterio de un lugar encantado y en donde confluye un asesino en serie. La mayoría de la trama ocurre en ese caserío andaluz. Necesitaba de algunos personajes, como Irene, María, Andrés o Alejandro que, aun siendo externos a la casa, tuviesen un motivo para acudir a ella con frecuencia o relacionarse de forma activa con Anabel. Por ello, que el fuese médico, me dio alas para que ambos tuviesen una cercanía que pedían a voces.


    —Llama la atención que en tu libro haya tantas puertas, cuadros que se pintan solos, torres, jardines ocultos, pasillos subterráneos, llaves... en suma multitud de cosas escondidas.

    Todos guardamos secretos, Margarita y no te voy a pedir que nos desveles el tuyo, pero algo me dice tras la lectura del libro, que has aprendido muy bien a guardártelos ¿En el fondo es tu vida un enigma para quien te conocemos? —cambia el rostro ante la pregunta, quizás es demasiado directa.

    —Uf, que pregunta, Ricardo. Soy muy transparente, demasiado me temo.  Fíjate en ti, por ejemplo, no hace tanto que nos conocemos y, sin embargo, a través de las preguntas de esta entrevista, he podido comprobar que me conoces bastante bien. Sí es cierto que aprendí a aseverar dentro de mí lo que considero que es mejor que esté no salga a la luz. Creo que es una especie de instinto protector que no puedo detener con las personas que amo. Considero que todos guardamos algo de nosotros, incluso las personas como yo que charlo por los codos. Muchos de los que me conocen no saben de mi autentica timidez, la enmascaro con una sonrisa y parezco una persona abierta la mayoría de las veces, pero soy tremendamente tímida y tiemblo como un flan cada vez que tengo que hacer, por ejemplo, una lectura pública. Si alguien me hace un cumplido enrojezco hasta la raíz del pelo y pongo caras raras cuando tengo que hacerme una fotografía. El resto de los enigmas no puedo desvelarlos. —Se echa a reír, al fin consigo que se relaje y hable un poco de ella. Sus respuestas estaban siendo demasiado formales y se remiten al libro como defensa.

    —Terminamos la entrevista, pero déjame hacerte una última pregunta ya que te veo algo sofocada —vuelve a reír abiertamente.

    —Anda pídeme una coca cola fresquita que me tienes engollipá, hijo.

    —Te toca hacer de ángel o hada madrina; imagínate con la varita mágica en la mano, ¿Sí pudieses concedernos un don? ¿Cuál sería?

    —Si he de elegir, entre hada y ángel, prefiero hada. Los ángeles me causan mucho respeto, pues los asocio con la muerte y la bondad extrema. Mientras que, si eres hada, aparte de pasarlo chachi piruli, revoloteando por ahí y tener una melena de infarto, puedes ir haciendo truquitos de magia. Lo veo mucho más divertido ¿otorgar un don? 

Se toma su tiempo y da los primeros sorbos al café, a la coca cola ni la ha tocado. 

—Si pudiese otorgaría dos —dice al fin—, primero otorgaría el don del aquí y el ahora. Creo que es de las mejores facultades que puede tener una persona consigo misma, y en segundo lugar, y a quien lo necesitase, le regalaría la capacidad de sonreír, No lo cura todo, pero ayuda mucho.

«El brillo en los ojos de Ángela es un poema».

Estatuas de Sal

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