martes, 14 de septiembre de 2021

Angeline, la princesa que miraba el mar


«Importa poco donde pasemos el resto de nuestros días. No serán muchos. La noche del indio promete ser oscura. Ni siquiera una simple estrella revolotea en su horizonte. Vientos de voz triste se lamentan en la distancia. Un triste destino parece estar en el camino del Hombre Rojo, y donde quiera que estemos; se oirán los pasos aproximarse de su cruel destructor. Por lo que nos preparamos impasiblemente a enfrentar nuestro destino, como hace el antílope herido que escucha los próximos pasos del cazador».

Jefe Seattle

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El 29 de mayo de 1896 con la muerte de Angeline, se fue la última de los descendientes directos del gran jefe Seattle y cuyo nombre designa a la ciudad norteamericana de Seattle. Hija de su primera mujer, también llamada kikisoblu que murió al darle a luz.

Al jefe Seattle, lo recordamos por ser el jefe mítico autor de uno de los discursos más bellos que jamás se hayan escrito; en una carta dirigida al presidente a Franklin, Presidente de los Estados Unidos de América.


Jefe Seattle

Fallecido el 7 de junio de 1866, en la reserva Suquamish de Port Madison, Washington.
Jefe indiscutible de la tribu Duwamish, orador innato, hombre espiritual, líder y sabio por naturaleza. Se cuenta que su voz era perceptible a media milla de distancia.

Ganó su reputación en el campo de batalla, combatiendo las incursiones del hombre blanco hasta verse obligado a negociar su traslado a las reservas.

Llegó a tal punto su fama que David Swinson, uno de los fundadores de la ciudad, fue el principal promotor de nombrar la ciudad en honor al Jefe Seattle. Previamente, la ciudad había sido conocida como Duwamps.


Angeline, la Princesa que miraba el mar.

Pero no es su historia la que hoy exponemos, y sí la de su hija Angeline, la última princesa Duwamish.

Alrededor del año 1890 el fotógrafo norteamericano Eduard S. Courtis obtuvo en Seattle una fotografía casual de la princesa Angelina. Ya que, por aquella época, le interesaba perpetuar la memoria de la vieja civilización india que agonizaba.

En 1855 el Tratado de Point Elliott obligaba a que todos los indios Duwamish abandonaran sus tierras y se dirigiesen a las reservas, pero Angeline se negó en rotundo. Permaneciendo en Seattle, concretamente en una cabaña frente al mar en Western Avenue, entre las calles Pike y Pine, cerca del actual mercado de Pike Place.


Angeline, fotografía de Eduard S. Courtis

Curiosamente nadie le obligó a partir hacia las reservas, ya que su imponente presencia fue respetada por los nuevos habitantes del lugar.

La princesa Angeline, consumida por la miseria, aceptó el dólar que le ofrecía Courtis por posar para él, resignada ante un futuro sin esperanza y sin ilusión. Sin duda todos esos años de rezos y súplicas no habían surgido el efecto ni la llamada deseada, sin embargo, si había conseguido ganarse el respeto y la consideración de los nuevos habitantes de la ciudad.

La princesa Angeline, como a ella le gustaba que le llamaran, se convirtió en una figura ineludible para la nueva civilización que llegaba devorando la antigua forma de existencia. Angeline, siempre fue admirada, aunque puede que, debido al hecho de levantar cierto remordimiento, debido al genocidio y el trato brutal del hombre blanco a quien siempre había habitado allí. 

Su presencia se hizo familiar de las calles de Seattle; una su figura empequeñecida, encorvada y consumida por la miseria, caminaba con un pañuelo rojo sobre su cabeza y ayudándose de su bastón de madera.


Angeline, fotografía de Eduard S. Courtis

Era frecuente distinguirla, sentada sobre la acera, recitando viejas oraciones indias en principio, y mucho más tarde, repasando cuentas sobre un rosario cristiano.

La bondad y la generosidad de la gente de Seattle hacia la hija del jefe indio se muestran en su funeral que tuvo lugar desde la Iglesia de Nuestra Señora del Socorro. A la que acudió una verdadera multitud a despedirla, siendo magníficamente decorada la iglesia y descansando el cuerpo sobre un ataúd en forma de una canoa india.

Sus restos reposan en el cementerio Lake View, en el Capitolio y muy cerca de la tumba del mítico Bruce Lee. Enterrada, a petición suya, cerca de Henry L. Yesler, empresario y defensor de los miembros de la tribu Duwamish.

1 comentario:

  1. Una historia muy triste Ricardo. Preciosa a su manera, sin embargo. Una mujer resignada a lo que la vida le impuso, un destino muy diferente supongo al que pensaron que viviría. Besos :D

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