domingo, 19 de septiembre de 2021

El dolor de mi piel desnuda

 


«Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café 
y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… 
en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas»

Francesca Woodman

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Nací en Denver, Colorado un 3 de abril de 1958 y me suicidé, al saltar por una ventana del Lower East Side de Manhattan, el 19 de enero de 1981. Apenas tenía 23 años de edad.

Mi padre era fotógrafo y mi madre una reconocida ceramista.

Fui una de esas niñas americanas de la Toscana, rodeada siempre de los amigos artistas de mis padres y para cuando vine a darme cuenta, era una adolescente becada en Roma. Es más que probable que el gusto por los escenarios bucólicos, añejos y decadentes me llegaran de esa parte de mi vida.

Empecé a hacer fotografías a los 13 años, en blanco y negro, de pequeño formato y de la que casi siempre era yo la protagonista. Me imaginaba entre libros, ramas, bosques, pájaros... y muchas casas con sus paredes, muros y ventanas... que jugaban un papel fundamental en la composición. Había algo siniestro en aquella densidad simbólica, historias llenas de melancolía y tristeza de la que yo era el centro de todo.


Francesca Woodman a los 13 años

Entre los años 1975 y 1979 fui estudiante de la Rhode Island School of Design en Provedence, siendo aceptada en el Programa de Honores, situación que me permitió vivir durante un año en las instalaciones de la escuela en Palazzo Cenci en Roma.  

Lo cierto es que, allí me identifiqué con el surrealismo y el futurismo, que fueron ganando presencia en mis fotografías, así como la decadencia que representaban las paredes desnudas y los objetos antiguos. Nunca llegué a ganarme la vida como fotógrafa, mi universo era la exploración artística.

El arte era una religión tanto para mí como para mi familia. Por lo que puedo afirmar que el arte me sujetó a la vida hasta que, tremendamente desequilibrada, entré en una profunda inestabilidad emocional. Las paredes y sus agujeros me arrastraban; todos los caminos estaban formados por cristales rotos.


«Hago fotos de la realidad filtradas a través de mi mente»

Demasiadas drogas en mi cuerpo, junto con eso que llamamos desamor me arrastró hasta un profundo desequilibrio emocional del que no pude percibir la salida.

Me suicide cinco días antes de que mi padre, inaugurara en el Guggenheim de Nueva York una importante exposición colectiva. Me hubiese gustado ir y estar junto a él, pero ya he dicho que me fue imposible. Ya no había tiempo para más...


«Esta noche no estoy contenta.
Pienso y hablo a menudo de mi detestable tendencia al romanticismo»

2 comentarios:

  1. Qué historia Ricardo. Cuánto dolor sufrirá un corazón para atreverse a quitarse aquello que todos defendemos a capa y a espada, como es la vida. Me gustan sus fotografías, y ella era una auténtica preciosidad de criatura. Lástima que su mundo se cerrase tanto que la ahogara. Como siempre, me ha encantado leerte. Es lo que tiene esta casa tuya en el árbol, está repleta de emociones. Besos :D

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