viernes, 3 de septiembre de 2021

Naturaleza y ritmo de la Arteterapia

«El ritmo es por naturaleza altamente pulsátil, estando por ello relacionado con los fenómenos relativos a la descarga de energía. Esto se aprecia en la danza con toda claridad: la mitad superior del cuerpo lleva la melodía y la inferior el ritmo».

Maslow


Los Ojibwas la llaman Kinomagewaphong 
y esa larga palabra significa; «La roca que enseña».

El espacio como lugar de curación, de sanación física y espiritual. Puede que sea uno de los mayores indicios históricos del poder del arte aplicado a la posibilidad de curar. Estamos en Canadá sus autores fueron antepasados de los indios Alonquinos
Más de 900 petroglifos decoran la piedra, tallados con una precisión sorprendente, diseminados sobre una pared decorada. Al mirar detenidamente la foto, se podría llegar a la conclusión de que no existe mucha diferencia entre el grabado en piedra de Peterborough y algunos grabados contemporáneos.


Tuve la suerte de presenciar la elaboración del dibujo denominado Kalachakra por parte de los monjes tibetanos. Duró toda una semana su elaboración a base de minuciosas líneas y dibujos con arenas de colores. Una vez concluida la obra y tras un largo ritual; la arena se mezcla, deshaciendo con suma rapidez la minuciosa obra elaborada. Depositándose en el interior de unos jarrones de metal, para luego expandirse en el mar como símbolo de impermanencia; es decir que nada se sostiene ni perdura.

La curación en este caso va unida al proceso meditativo, a la contemplación de símbolos y colores, junto con la recitación de diversos mantras y oraciones.

En este caso en particular es digno de resaltar la exactitud del tallado, su disposición sobre una base circular y los llamativos colores que le atribuyen un magnetismo sugestionador de la obra.


El contenido curador del rito mantiene cierta semejanza con algunos rituales Dakotas y sus dibujos sobre la arena.

El rito, unido a la elaboración artística ha estado presente desde el albor de los tiempos. Conformando la posibilidades de expresarnos a través de manifestaciones artísticas, unido a la sacralización de la tierra, vegetales y animales que compartían el medio. La naturaleza de las estrellas y todo ese universo cosmológico que representa la oscuridad y la noche.


Partimos de la simplicidad y de la observación de cuanto nos rodea y que constituye la posibilidad de ofrecernos un recurso sanador y mágico. Con ello se facilita el acto creativo, tal como decía Jung; «La deuda que tenemos con el juego de la imaginación es incalculable».

Todo ello, nos lleva a recordar algunas obras clásicas como las ruedas medicinales de los Big Horn en Wyoming. Arquetipo que se repiten en la totalidad de la historia antigua; la rueda, el círculo como espacio destinado para el uso de la sanación. Siendo, digno de resaltar, la pluralidad y lenguaje, en torno a las ruedas medicinales que se manifiestan por doquier en la totalidad del mundo primitivo.


La danza, obra de Matisse

Paralelamente nos llegó la danza, el movimiento corporal y el ritmo. Que imponía elasticidad necesaria y que era la oposición natural de la quietud. Leí una vez la existencia de una sociedad de sanadores llamada «La Atirenda» que realizaban una danza dirigida específicamente a curar la hernia que afectaba a la población Apache.

Luego estaba el ritual de la pipa sagrada, tan maravillosamente descrito por Joseph Brown. A lo que hay que sumarle la incorporación al rito de ingestas vegetales; en este caso el humo sagrado o en otros será el peyote, mezcalito, ayahuasca o la salvia en los rituales de purificación. Todo con un único objetivo que es facilitarnos el trance y asó poder demostrar la levedad del cuerpo físico.


El ritmo del tambor, el fuego, las pinturas corporales, los baños de sudor, las figurillas totémicas… todos con una única finalidad; la sanación o limpieza psíquica y corporal.

El bello mundo celta sanaba a través de la canción con la figura de Feidhilyn como última sacerdotisa de la tradición musical. Los relatos de los Bardos, como figura indispensable de esta sociedad transmisora de la palabra y la poesía. Los rituales del agua, calderos, fuentes, laberintos, espadas, collares y demás abalorios.

La desbordante Asia; con sus shamanes siberianos, el eterno Tíbet con sus oraciones, mantras, cuencos y aquellos mándalas que sirvieron de inspiración al doctor Jung en su cuaderno rojo...


El I Ching, oráculo de mutaciones, el Sumi-e; esa pintura llamada «La Rima de las respiraciones y la circulación de la vida». Sin olvidarnos del Tao, el Feng Shui, el Zen o el universo de las danzas Derviches…

¿Es moderna la disciplina de sanar a través del arte?

¿Qué hemos descubierto en realidad?


Las nuevas herramientas aportadas por Perls, el psicoanálisis de Freud, la bioenergética de Reich, el teatro de Moreno, el humanismo de Maslow, la nueva interpretación de los mitos de Joshep Cambell, la transpersonalidad de Wilber o la figura de Claudio Naranjo, como soporte indisoluble entre lo antiguo y lo moderno. Han pasado a denominarse como un «Nuevo Shamanismo»; herramientas sin duda para aplicar y recetar la más bella medicina del mundo.

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