domingo, 21 de noviembre de 2021

La Elegancia del Erizo, de Muriel Barbery

En el número 7 de la calle Grenelle, un inmueble burgués de París, nada es lo que parece.

Dos de sus habitantes esconden un secreto. Renée, la portera, lleva mucho tiempo fingiendo ser una mujer común. Paloma tiene doce años y oculta una inteligencia extraordinaria. Ambas llevan una vida solitaria, mientras se esfuerzan por sobrevivir y vencer la desesperanza. La llegada de un hombre misterioso al edificio propiciará el encuentro de estas dos almas gemelas.

Juntas, Renée y Paloma, descubrirán la belleza de las pequeñas cosas. Invocarán la magia de los placeres efímeros e inventarán un mundo mejor. La elegancia del erizo es un pequeño tesoro que nos revela cómo alcanzar la felicidad gracias a la amistad, el amor y el arte. Mientras pasamos las páginas con una sonrisa, las voces de Renée y Paloma tejen, con un lenguaje melodioso, un cautivador himno a la vida.


Da gusto leer obras así, sencillas y cautivadoras, donde la vida diaria confluye en un viejo edificio de París y donde nadie es cuanto aparenta ser. Reflejo de la vida misma al hallarnos encubiertos bajo la piel de un erizo que nos protege de cuantas amenazas deriven del otro. sobrevivir aparentando para que nos dejen en paz, es el precio de coexistir en esta sociedad absurda plagadas de morfologías que nos alejan de nuestro mundo interior para agraciar la vida de cuantos nos rodean.

Es un enigma renovado: las grandes obras son formas visuales que en nosotros alcanzan la certeza de una adecuación atemporal. La evidencia de que ciertas formas, bajo el aspecto particular que les dan sus creadores, atraviesan la historia del arte y, como expresión implícita del genio individual, constituyen todas ellas facetas del genio universal es profundamente perturbadora.

¿Qué congruencia hay entre una obra de Claesz, una de Rafael, una de Rubens y una de Hooper?

Pese a la diversidad de los temas, los soportes, y las técnicas, pese a la insignificancia y a lo efímero de existencias abocadas siempre a no ser más que un tiempo solo y de cultura desierta, pese también a la unicidad de toda mirada, que no ve nunca más que lo que le permite su constitución y sufre por la pobreza de su individualidad, el genio de los grandes pintores ha llegado al corazón del misterio y ha exhumado, bajo apariencias diversas, la misma forma sublime que buscamos en toda producción artística.

El ojo encuentra en estos maestros, sin tener que buscarla, una forma que desencadena cierta sensación de conciliación, porque a todos se nos aparece como la esencia misma de lo bello, sin variaciones ni reservas, sin contexto ni esfuerzo.


    ¿Para qué sirve el arte?

Para darnos la breve, pero fulgurante visión de la camelia, abriendo en el tiempo una brecha emocional que parece irreductible a la lógica animal.

    ¿Cómo surge el arte?

Nace de la capacidad que tiene la mente de esculpir el ámbito sensorial.

¿Qué hace el arte por nosotros?

Da forma y hace visibles nuestras emociones y, al hacerlo, les atribuye este sello de eternidad que llevan todas las obras que, a través de una forma particular, saben encarnar el universo de los afectos humanos.

La Elegancia del Erizo, de Muriel Barbery

2 comentarios:

  1. ¿Puedes creerte que aun no lo he leído? ¡Y estoy deseando! Lo leeré lo antes que pueda y te contaré, porque además me ha encantado lo que nos cuentas. Besos :D

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  2. Cuando quieras te lo dejo. Lo tengo por aquí y de vez en cuando lo repaso.

    Besos, Ricardo.

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