martes, 30 de noviembre de 2021

El Grito de Munch, algunas curiosidades.

«Iba caminando con dos amigos por el paseo; el sol se ponía, el cielo se volvió de pronto rojo. Yo me paré, cansado me apoyé en una baranda. Sobre la ciudad y el fiordo azul oscuro no veía sino sangre y lenguas de fuego. Mis amigos continuaban su marcha y yo seguía en el mismo lugar temblando de miedo. Y sentía que en un alarido infinito penetraba toda la naturaleza».

Edvard Munch

Con estas palabras describió Edvar Munch, la experiencia que le hizo pintar su cuadro más famoso: El grito, que se ha convertido desde hace algunos años en una imagen reconocida en muchos ámbitos fuera de la historia del arte. Como ícono visual, El grito representa la angustia de la existencia, el espanto de darse cuenta de la propia soledad, la opresión del ambiente y la sociedad sobre el individuo que luce impotente ante toda esta agresión y no le queda más que emitir un espantoso grito para tratar de escapar al agobio.

El cuadro muestra una escena que es real, un mirador que todavía se encuentra en las afueras de Oslo, capital de Noruega, y al borde de un acantilado del fiordo donde se encuentra la ciudad. La baranda de madera también continua y el paisaje luce muy similar a como se veía en 1893, el año en que fue pintado el cuadro, aunque el paseo que Munch y sus amigos realizaron por este lugar se había realizado un par de años atrás. En el cuadro se puede ver el cielo crepuscular de color rojo sangre y amarillo, el cual se refleja en el agua del mar, donde se encuentran dos barcos pintados de manera. La ciudad es una mancha oscura con algunas líneas celestes y se puede distinguir la figura de una iglesia, pintada en color claro. Dos individuos, vestidos a la moda de la época y con sombrero de copa parecen alejarse y en primer plano se encuentra la figura andrógina y ondulante del protagonista, que grita mientras se lleva las manos a la cabeza en señal de desesperación. La cabeza tiene forma la de una pera invertida y los ojos, que parecen estar desencajados, delatan unas pequeñas pupilas, mientras que la boca hace una mueca al gritar.


Todo el cuadro parece estar pintado con descuido, por medio de largos y toscos trazos, sin prestar ninguna atención al detalle o a la corrección técnica. A Munch, no le interesaba dejar plasmada aquí ninguna evidencia de virtuosismo o efecto pictórico; al contrario, la tosquedad de los trazos se hizo a propósito y están acordes al sentimiento de angustia que se esparce por toda la imagen, haciendo de este cuadro uno de los más importantes precedentes de la pintura expresionista. Figura y paisaje se funden en un todo que nos perturba y nos hace sentir incómodos y hasta angustiados cuando lo observamos. La unidad conceptual se verifica también por medio de los trazos y los colores, ya que figura y paisaje no pueden disociarse.


Munch, realizó cuatro versiones de El grito, de las cuales ésta es la que se encuentra en la Galería Nacional de Noruega. Otras dos se encuentran en el Museo Munch de Oslo y la cuarta se hallaba en una colección particular y fue subastada en el año 2012 y vendida por casi 120 millones de dólares, siendo la obra subastada más cara de la historia. También existe una versión litográfica que realizó el propio Munch unos años después de pintar el cuadro. La versión que mostramos aquí fue robada de la Galería Nacional de Noruega en 1994 y recuperada ocho semanas más tarde por la policía noruega, mediante un trabajo de investigación que realizó conjuntamente con la Scotland Yard inglesa. También fue robado uno de los dos cuadros del Museo Munch, aunque fue también recuperado.

«No pinto lo que veo sino lo que vi».

Según parece la fuente de inspiración para esta estilizada figura humana podría haber sido una momia peruana que Munch vio en la Exposición Universal de París en 1889.

2 comentarios:

  1. Creo una obra de arte que ha ido trascendiendo como un icono de ese grito, del espanto, de la sorpresa. Pintó lo que vio, pero lo cierto es que creo que todos vemos en ese cuadro mucho más. Besos Ricardo :D

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  2. Vemos algo que nos aterra y llevamos adherido al alma, pienso que es un grito más para dentro que para fuera.

    Besos, Ricardo.

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