Esto que contaré a continuación sucedió de verdad. Supondría la unión de dos historias, dos cuentos, dos personajes.
En 1926, dos personajes de cuentos infantiles se conocieron en una subasta en Nueva York.
Alicia Liddell, la inspiración para el personaje de Alicia en el País de las Maravillas, se veía obligada a vender el manuscrito original del cuento para poder pagar sus deudas.
Peter Davies, el niño que inspiró a J. M. Barrie para crear a Peter Pan, era un mero invitado a la subasta.
Alicia tenía 80 años y durante toda su larga vida había llevado a cuestas el estigma de Alicia en el País de las Maravillas.
Dicho título no había supuesto ningún honor; más bien se podría afirmar lo contrario.
Peter tenía tan solo 29 años y ya comenzaba a pesarle el personaje al que se le había asociado durante toda su vida y por el que sería recordado tras su muerte.
Los hermanos de Peter eran cuatro: George, el mayor de todos, Jack, el segundo, Michael, el tercero, y Nico, el más pequeño de todos.
George, el hermano mayor, murió combatiendo en la I Guerra Mundial, con apenas 21 años.
A su misma edad, seis años después, murió Michael, ahogado junto a un amigo en lo que parecía un pacto suicida por un amor imposible entre ambos.
La relación de Michael y su amigo fue un amor verdadero, y es algo que solo sucede en los cuentos de hadas.
Jack, el segundo de los hermanos, se convirtió en escritor y editor. Y por último nos queda Nico, el más pequeño de la saga, quien, al igual que Jack, también se convirtió en escritor y actor.
Ya en otra ocasión os contaré la historia de Jack y de Nico, que en principio parece ser que fueron los que se salvaron de cierta maldición familiar, pero… de eso nunca se sabe, ¿verdad?
De la reunión de los dos protagonistas más populares de la historia apenas se conocen detalles, tan solo que se sentaron juntos.
Alicia estaba muy mayor, por lo que Peter tomó asiento junto a ella. Se cuenta que apenas cruzaron palabras entre ambos, pero eso sí, Alicia tomó las manos de Peter y lloró mucho.
Quizás viera cuánto se avecinaba, quizás echaba de menos al Sombrerero Loco o necesitase de esa pócima mágica que le hacía empequeñecer.
Dicha subasta supuso la despedida del manuscrito de Lewis, ese que le regaló cuando apenas era una niña, y que ahora le era arrebatado por la reina y el rey de corazones. Esa reina que le mandó cortar su cabeza en el cuento.
¡Poderoso es don dinero!
Quizás Alicia necesitó, más que nunca, de un espejo o de un agujero en el suelo para poder escapar. Aunque lo más seguro es que el conejo blanco le susurrase al oído el devenir del joven Peter; ese joven que se suicidaría poco tiempo después, en la estación de Sloane Square, arrojándose bajo las ruedas del metro de Londres.
Alicia nos dejó el 16 de noviembre de 1934, en Westerham, Reino Unido. Semanas antes, le había confesado a su hermana Ina, que estaba «cansada de ser Alicia en el País de las Maravillas».
Por cierto que, mi hija Marta ha prometido llevarme a su tumba, en la iglesia de San Miguel, en el pueblo de Daresbury, en Cheshire. Quiero llevarle un ramo de flores.
Me ha contado un señor con chistera en Rochester, que en su tumba se puede leer: «En memoria de una vida feliz...»



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Me encanta Ricardo, está más que claro que las coincidencias y las circunstancias de la vida se dan la mano y ayudan a que la realidad supere a la ficción. Besos :D
ResponderEliminarSituaciones extrañas, que no se encuentran en el guion. Una historia más que triste, por ambas vidas.
EliminarEn fin, la vida que no deja de sorprendernos.
Besos, Ricardo.