jueves, 18 de septiembre de 2025

Mascarada, manual de supervivencia digital


Creo que soy de los más antiguos por aquí, de los primeros en Facebook. Desde entonces hemos aprendido este arte de comunicarnos en la red.

Apenas uso Messenger —lo detesto—; lo intenté con Twitter, pero salí horrorizado por los insultos y la desfachatez que allí se vertían. Instagram está bien y de vez en cuando entro, pero al ser sobre todo visual, y lo mío ser contar cosas, decidí quedarme aquí.

Dentro de esta red hay de todo y, por supuesto, constantemente hay que sanear; cuestión que no me agrada, pero que, si uno quiere seguir mínimamente cuerdo, es necesaria.

Están las listillas y los listillos: esos que se creen dueños de la verdad absoluta y no paran de largar sermones morales. En la vida real suelen ser, paradójicamente, todo lo contrario y bastante degenerados.

Están quienes comparten citas, casi siempre falsas. Las que atribuyen al Principito o al Quijote. Suelen ser poco dados a la lectura, porque si lo fueran detectarían enseguida la falsedad. Van de «rollo progre-cultural» y, si te pillan en un bar, te arruinan la tarde.

Luego están los del mundo yupi: todo color de rosa y felicidad absoluta, sonrientes y saltarines. Pero, por lógica, se tienen que sentir más solos que la una.

Y los politiquillos… esos que intentan demostrar que tú eres tonto y ellos los listos. Son los más desubicados: cambian de equipo como si jugaran al futbolín.

No faltan los religiosos y religiosas: pelmazos de primera, con una rigidez mental tremenda. Pero, si les dices que eres budista tibetano y crees en el amor libre, te salvas del sermón seguro.

También están los que rebaten tus mensajes con un copia-pega, como si fueran doctorados en cualquier materia. Un auténtico coñazo, porque rompen el hilo de la conversación.

Los que lo cuentan todo, a todas horas. Yo los llamo «los locutores».

Y, cómo no, los que nos bombardean con tragedias: accidentes, erupciones, asesinatos y todo tipo de morbosidad. Altamente tóxicos: mejor salir corriendo y bloquearlos.

Luego están los «compartidores profesionales». Para ellos, Facebook es como la tienda del chino de la esquina: todo vale.

Y aunque la lista sería interminable, no quiero irme sin mencionar a los psicópatas tipo Joker. Estos, se esconden tras una máscara y se permiten insultar a diestro y siniestro. Son los más cobardes: gente baja, sin escrúpulos, de un mal gusto inimaginable. En la vida real suelen ir con gafas de colores —lo sé por experiencia—, hablan sin propiedad y con un pésimo sentido del humor. Incapaces de mostrarse tal cual, viven presos de un narcisismo neurótico. Para mí, son los más penosos de todos.

Ahora, se han sumado unos tipos curiosos: te hablan de democracia y son más fascistas que Queipo de Llano.

En fin… la lista sería interminable.

Aviso: en mi Facebook suelo dar una imagen prudente y educada. Pero no te fíes: en la vida real no soy así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario