lunes, 10 de octubre de 2022

En mi jardín



En mi jardín, y siempre por esta época, sucede algo extraordinario.

Junto a la estatua de Plinio y de manera imprevista, pero totalmente natural, florece un gigantesco jacinto o nardo. Una planta que nadie sabe cómo ha llegado hasta aquí, pues que yo recuerde nunca fue sembrada por manos humanas.

Y si uno no supiera de la relación de Plinio con los jacintos, todo quedaría como mera anécdota, no más. 

En su Historia Natural ya menciona esta planta, e incluso se sabe que le dedicó algunos versos. Es lógico, pues en la mitología, el jacinto (Hyakinthos) nació de la sangre derramada de un joven héroe que murió accidentalmente; y su tumba, según Pausanias, se alzaba a los pies de la antigua estatua de Apolo, vinculando eternamente la flor al luto y a la piedra.

De la relación de las flores con las viejas estatuas sabía mucho nuestro admirado Tolkien; recuerdo un pasaje donde el maestro describe la cabeza de una estatua que yace en tierra, tras ser decapitada y, sin embargo, una corona de caléndulas azules la ciñe.

Añadiré que dicha, relacionada entre las plantas y las tumbas, cuestión la he podido comprobar por mis propios ojos; por ejemplo, en el cementerio de «Arnos Vale», se podía percibir la tumba de una muchacha guarnecida por dos grandes árboles, como si la estuviesen protegiendo y también recuerdo otra que llamó poderosamente mi atención; pertenecía a un viejo maestro y sobre la que habían florecido multitud de florecitas amarillas.

Uno no sabe por qué sucede esto ni la causa que lo origina; tan solo escribo sobre ello e intento respetar ese misterio que se encuentra por encima de todo tipo de razonamiento.

Ese enigma que se da entre las flores y los muertos.

1 comentario:

  1. Hay lugares donde la magia florece, ya sea en forma de jacinto, de nardo, o de casualidad causal. Preciosa la imagen, por cierto. Besos :D

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