lunes, 21 de octubre de 2024

La Bruja de Dagaz, entrevista con Margarita Hans



La luz se filtra por las ventanas del bar, Margarita toma un refresco de naranja y de vez en cuando desvía la mirada hacia quienes se sientan en la barra. No es el clásico día de otoño en el que a uno le da por hacer brujería. Sin embargo, frente a mí se encuentra una mujer que parece disimular todo cuanto sabe; una amplia y embaucadora sonrisa encubre «otra realidad» de quien aparenta ser.


—Cuéntame de esa niña que coleccionaba palabras —le pregunto, mientras deposito azúcar en mi café.


—Antes de nada, muchísimas gracias por esta entrevista y por todo el cariño que siempre regalas a mis novelas y a mí misma.


—Déjate de pamplinas y no huyas, que te conozco. —Sonríe, intento que se centre en la conversación. De fondo suena Amy Winehouse


—Valeeee. Contesto tu pregunta, pesado. Todos somos coleccionistas de palabras. La palabra nos rodea en cualquier circunstancia y lugar, sea oral o escrita, pero siempre está presente, aunque sea a través del pensamiento; y ¡ay de nosotros el día en que deje de hacerlo! Es poder, abrazo, consuelo, amor o arma. Pero muchos no saben cómo coleccionarlas porque las infravaloran.

—¿Quién es Isamar?

Es una niña que se refugia de la soledad que la embarga a través de las palabras. Su visión del mundo es muy especial. Ella pone nombre a las emociones, a las sensaciones, a lo cotidiano, y al hacerlo, les da ese poder que guarda dentro de sí; ello le ayuda a convertirse en la mujer que será y en las decisiones que adoptará.



—Tras la publicación de este libro, ¿no temes que te llamen bruja?


—Me encanta que lo hagan. Date cuenta de que la palabra bruja significa «mujer sabia». Aún conservamos los resquicios de ese personaje de cuento malvado, de nariz aguileña, pelo crespo e incluso verruga en la nariz, jajaja. Pero una bruja, por suerte, es mucho más que eso. Podemos llamar «bruja» a alguien de forma despectiva, como sinónimo de mala persona; pero también podemos hacerlo para referenciar su feminidad, su autenticidad e intuición. Me gusta ver el lado bueno de las cosas, así que me quedo con la definición positiva.


—¿A qué se debe este cambio de registro en tu historia literaria? Comenzaste con la biografía de tu hermano, le siguió Estatuas de sal, un libro detectivesco; luego Brumas del pasado, que más o menos es una historia de amor, y un libro precioso de relatos. 


—Realmente no he cambiado tanto. Si lo piensas, he pasado de los fantasmas a los mitos griegos, y de ahí, a la magia de la fantasía y los cuentos. Pero a pesar de ello, sí que La bruja de Dagaz es muy distinta a mis anteriores obras. ¿Por qué? Madurez, el paso del tiempo y, sobre todo, de la vida. Las huellas que aceptas y el valor para mostrarlas.


—Para escribir La bruja de Dagaz, ¿ha sido necesario estudiar algún tipo de grimorio o brujería? Confiésate.


—El de la vida misma. La bruja de Dagaz se sustenta de los hechizos cotidianos. Del amor, de los celos, la venganza, el miedo… realmente pienso que esa es la brujería más poderosa: la vida. De todas formas, te confieso que he leído mucho, y que he buscado hechizos, pociones que se preparaban a base de hierbas y productos naturales y ayudaban a la sanación. Pero, ¿sabes? Si escribes fantasía has de dejar que vuele tu literatura y darle tu toque. Parte real, parte ficción. Independientemente de eso, sí que he leído mucho para escribir esta novela. La danza en espiral, Las brumas de Avalon, La Dama Blanca… todo influye.


—¿Luz u oscuridad?


—Luz. Eso deseo contestar, luz. Pero… ambas. El equilibrio ha de existir. Toda luz proyecta una sombra, todo día necesita su noche, y en toda noche hay una hermosa luna de hechizos y magia.


—¿Frío o calor?


—Ahí sí que la hemos liado, jajaja. Si me preguntas por una estación, te digo que el otoño. Pero si me preguntas si frío o calor… soy de calor en el corazón, pero de escribir con una taza de café ante una chimenea con velas encendidas, y para ello necesito al frío.


—Si alguien te regalase un gato, ¿qué nombre le pondrías?


—Gato, Misifú. Gata, Luna.


—Vaya, veo que se te da mejor escribir que ponerle un nombre a un gato. ¿No te da miedo la soledad de los bosques que describes en tus páginas?


—Me aterra. La soledad está infravalorada; es mucho más necesaria de lo que creemos, pero al tiempo puede ser el monstruo más aterrador que existe. Esos bosques que yo describo pueden ser aterradores, esa inmensidad vacía de nadie que pueda auxiliarte, ese saber que solo dependes de ti, que en tus manos está tu vida… Ahora que lo pienso, se parece bastante a la vida real, ¿no te parece? —La miro y no contesto. La he llevado al lugar que deseaba.


—Dime un hechizo o encantamiento leve, de esos que sé que utilizas a diario.


—La sonrisa.


—Si tuvieses que hacer un viaje con un escritor o escritora de fantasía, ¿con quién sería?


—Realmente es una pregunta difícil, me iría sola. Nunca he viajado sola y no sabes cómo deseo hacerlo, siempre estoy rodeada de gente. Y si tuviese que elegir, pues siempre está el padre que no es otro más que Michael Ende, ya que con J.K. Rowling o con Neil Gaiman, seguro que no nos íbamos a entender.


—Por último, he leído tu libro al menos un par de veces. Lo cierto es que no lo encajo con ninguna obra que conozca. Es auténtica. Diría que es Margarita Hans en plena esencia. ¿Es esta tu obra cumbre? Y… ¿cambiarás de registro en tu próxima obra?


—Es mi última obra, no sé si será mi obra cumbre, pues Estatuas de sal pegó fuerte, pero… para mí, es la mejor escrita y donde hay más de mí. En La bruja de Dagaz hay mucha Margarita diluida en infinidad de personajes, y es donde me he sentido en casa al escribirla. Tanto es así, que creo que al fin he encontrado mi género literario. Mi vida está algo zarandeada últimamente, pero que nadie se preocupe: ya he invitado a casa a un par de elfos, alguna brujilla, un par de dragones, y por supuesto, mil y un hechizos esperan sobre mi mesa de trabajo. No creo que tarde y el tema ya sabes. Escapo a través de la fantasía, es dogma de vida.


—Y, por último, la pregunta más terrorífica de todas. ¿Qué te da más miedo, tus monstruos o aquellos que diariamente vemos en la prensa o en los noticiarios de la televisión? Me refiero a quienes dirigen nuestras vidas, ya sea desde la política o cualquier tipo de manipulación social.


—Me da muchísimo más miedo lo que veo en televisión y también en el día a día. Me da terror la manipulación, tanto política como social, así como la forma en que se pueden tergiversar las cosas, como la mentira o el desconocimiento. Ellos pueden hacer que se creen castillos en el aire, sin raíz alguna que los sostenga. En el género literario, antes de crear un paisaje o mapa, debes de crear la estructura de la novela; en la política no hace falta. 

—Todo es mentira, dijo Jesús Quintero en su última locución...


Todo es mentira. Necesitamos cultura, educación, y una sanidad fuerte. Necesitamos hijos con edad de trabajar que tengan una salida laboral y puedan lograr su independencia con holgura. Necesitamos libres pensadores y, sobre todo, autenticidad. También sería importante regirnos por la ilusión y no por el miedo; nada de apatía ni obligación.


En el exterior se ha hecho la oscuridad. Ante mí, la mujer capaz de crear una historia fascinante, construyendo un mundo donde antes no existía nada. He ahí el poder de su magia.

martes, 15 de octubre de 2024

Sevilla tuvo una niña

 





Sevilla tuvo una niña...

Así comenzaba la canción que inundaba mi cocina mientras preparaba unos pavías de bacalao. Una vez más, me vi envuelto en los recuerdos de una época lejana de mi vida, donde la fantasía y la realidad se entrelazaban como en una danza etérea.

Triana, ¿qué queda hoy de ti...?

Recordé un festival flamenco, un domingo por la mañana en el Teatro Álvarez Quintero, en los años 70. Fue entonces cuando Francisco Palacios "El Pali", junto con "El Turronero", convirtieron el escenario en una locura de cante y compás.

Triana, la antigua "Trayana", de fundación misteriosa... con su Cava de los Gitanos, donde la esencia del cante y el baile se fundían en lo sublime de la noche, creando mundos y almas.

Triana, donde los marineros encontraban refugio y los alfares árabes daban vida a la cerámica más exquisita.

Rumaykiyya, ese fantasma y última princesa de Sevilla, que aún susurra versos junto al Guadalquivir, recordando sus tiempos de esplendor junto a su amado rey.

Triana, ese rincón sagrado donde el río es dueño y señor, creador de su propia leyenda, de cada corriente, de cada marea...

Recordé la Capilla de los Marineros, testigo mudo de la historia, y aquel día en que arribó lo poco que quedaba de una expedición que había dado la vuelta al mundo. Y el olor a semillas de clavo que inundaba Sevilla...

Me vino a la memoria esa Triana valiente y rebelde, enfrentándose a las tropas de Queipo con piedras y aceite hirviente.

Triana, ¡oh, mi Triana!, cantaba Imperio Argentina desde lo alto de unas murallas demolidas y hoy casi olvidadas...

miércoles, 9 de octubre de 2024

El Parsifal de la calle Alhóndiga


Ayer estuve recordando la primera vez que oí el Parsifal de Wagner. Fue en una vieja casona de tres plantas en la calle Alhóndiga de Sevilla. Yo subía unas escaleras —o las bajaba—, ahora no lo recuerdo bien.

El caso es que su preludio, aterciopelado y digno de una pieza de orfebrería, llegaba a mí como una mítica nebulosa desde la planta superior.

Era esta una casa extraña y laberíntica, como las de Cortázar, dividida en estancias, cuyo eje central convergía en una planta acristalada donde se compartían la cocina y el baño.

Las habitaciones eran de dimensiones majestuosas, dignas de una película de Visconti, con techos altísimos y rematadas por un minúsculo balcón que daba a la estrecha calle.

Recuerdo que, mientras sonaban los primeros compases del preludio, tuve la sensación de caminar suspendido sobre una nube de algodón.

Corrían los años ochenta, esos benditos años ochenta, y en la esquina de la calle Alhóndiga había una taberna que guardaba ese olor a cerveza que solo las viejas tabernas sevillanas pueden conservar.

Regentaba la susodicha taberna mi amigo Pepe —aquel que siempre lucía un delantal inmaculado—, regordete, con unos mofletes tan colorados que parecían pintados a propósito. Allí solo se degustaban cerveza y altramuces. El mundo era mucho más sencillo por entonces.

—La memoria, a veces, se convierte en un depósito, un bálsamo amable—.

Ayer terminé de leer Nací de George Perec, ese libro que, como mencioné, me trasladó a París sin necesidad de avión. Continué con las labores en el huerto y por la tarde me dediqué a recomponer mi destartalado blog.

Hoy, quizás me llegue a la playa. "Necesidad de hablarle al mar", diría Alberti. Luego, tras descansar, me refugiaré en la Sonata de Otoño de don Ramón del Valle Inclán, un viejo ejemplar de 1963. Ya lo he dicho: donde habité la memoria, que se olviden las tablets, los ebooks y demás formatos indecorosos.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

El inicio de una novela



Mi querida amiga Alice Caroll, me ha recordado esta entrada que ya tiene sus años y había quedado "retenida" en la red.

Gracias

Cuando comencé a escribir La Luna en el Sauce, una de las primeras cosas que me hizo zozobrar fue la distancia entre cada personaje.

Por ejemplo, la madre de Manuela se llamaba Carmen y había nacido en Fuentes de Andalucía. Su padre, platero de profesión, era natural de Sevilla, y Manuela, nuestra protagonista, nació en Lebrija, lugar desde donde debía comenzar la historia.

Teniendo en cuenta que nuestro segundo personaje era Ricardo, la cosa no pintaba bien, ya que se conocieron en un mercado en Monesterio (Badajoz).

Reconstruir una historia, una vida entera, partiendo de orígenes tan dispersos, se me antojaba una situación complicada.

Comencé visitando los lugares, dejando que me absorbieran; conjurando el pasado como si de un acto de brujería se tratara.

Recuerdo que con la aparición del acta de casamiento entre Ricardo y Manuela, todo cambió. Al fin, la realidad me hacía un guiño y me obligaba a tomar tierra.

A partir de ahí, todo comenzó a tomar forma, y poco a poco, todos los "fantasmas" fueron ocupando su lugar en la novela.

sábado, 21 de septiembre de 2024

Reclusión literaria, donde el pensamiento habita.


Llevo medio año recluido en una aldea.

No, no voy a decir el nombre. No insistáis. Hasta que la novela no se publique, nadie sabrá dónde he estado.

Mis pensamientos han sido mi única compañía en este aislamiento, todo con el propósito de dar vida a una nueva historia, de crear personajes y trazar una nueva tragedia.

Durante este tiempo, he trabajado sobre la soledad y la presión desmedida que unos pocos ejercen sobre muchos.

He explorado el componente psicótico que todos llevamos dentro, esa tendencia a sucumbir a los delirios de nuestros semejantes. Para ello, elegí una aldea desconocida, lejos de la mirada de todos, un lugar que nadie sabe que existe.

Aquí, he profundizado en la opresión psicológica llevada al límite, utilizando los traumas pasados de mis personajes como combustible para la historia. Mi obra confronta demonios internos, tejiendo misterio y suspense en cada página.

Si en algún momento mi comportamiento les ha parecido extraño, ahora conocen la causa, y les pido disculpas.

Aquí, el que no corre, vuela.

Una cerveza, por favor... que tengo la boca seca.

sábado, 7 de septiembre de 2024

Escultura



Recuerdo la escultura, aunque el nombre del autor o autora se me escapa en este momento. Creo que la foto fue tomada en el Museo de Orsay, en París.

La escultura es digna de inspirar un poema, aunque en sí misma ya es poesía. La dulzura con la que el escultor ha tratado los rasgos, la sensibilidad que transmite, es comparable a la de un cisne o una nube blanca.

Sin duda, esta obra crea un efecto enigmático, absorbente, casi magnético.

El gesto de cerrar los ojos, digno de un dibujo de Redon, y la sutileza que recuerda a Da Vinci o a los primeros poemas de Byron, se condensan en una única obra, desprovista de violencia o de cualquier tipo de arrogancia.

La escultura nos muestra una bondad indiscutible y una placidez que me evoca una pieza de teclado de Chopin, los versos de Juan Ramón, o el canto de un ave en la orilla del mar.

En palabras de Kavafis: "Contemplé tanto la belleza que mi vista le pertenece".

Me quedo, pues, con la obra que, sin ser mía, y tal como dice Kavafis, me pertenece.

miércoles, 21 de agosto de 2024

La Virgen de Picasso




En el verano de 1906, Picasso estaba más quemado que la pipa de un indio. Había hecho subir más de treinta veces a Gertrude Stein a su estudio del Bateau-Lavoir para pintar su retrato, pero aquello no fluía. La relación con Matisse le había desbordado, y necesitaba encontrar su propio lenguaje en la pintura.

Entonces, sus dos amigos, Ramón Reventós y Eric Casanovas, le hablaron de un pueblo perdido en el Pirineo catalán. Tras un interminable viaje, Fernande y él se instalaron en la única posada del pueblo, en una habitación del primer piso. 

Dado el magnetismo del pintor, podemos asegurar que revolucionó la vida del pueblo, un lugar anclado en unas costumbres arcaicas y que no estaba preparado para acoger a un personaje tan exigente.


Pero quien más cambió fue el propio Picasso. La experiencia en Gósol supuso un antes y un después en su vida. Obsesionado con lo ibérico y todo lo primitivo, Picasso descubrió una talla policromada de la Virgen en un santuario abandonado en la montaña. Hoy, esta talla se expone en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

Se cuenta que Picasso subía cada día para pintar a la Virgen, hasta que comprendió que ya tenía la respuesta que tanto buscaba. En ese instante, podemos asegurar que cambió todo el arte que se daría en el siglo XX. Regresó a París y terminó el cuadro de Gertrude Stein, su marchante.

El primer cuadro de una representación cubista fue un paisaje de Gósol, que le regaló a Josep Fontdevila, el dueño de la posada. Mientras lo observaba con interés, Fontdevila le dijo:

—Mira, Pablito, déjate de rollos que de la pintura no vas a vivir, pero que sepas que aquí siempre tendrás tu casa.

El cuadro se perdió y hoy es fruto de la leyenda. Su valor se considera incalculable...



domingo, 28 de julio de 2024

El Emperador del Hambre, de Aldo Ares.




«Lo más auténtico de nosotros es nuestra capacidad para crear, superar, soportar, transformar, amar y ser más grandes que nuestro sufrimiento».

Ben Okri


Nos habíamos llevado a la playa dos libros; uno, mi hija Inés, llamado «Nada y así sea». Este debería rondar por casa desde hace al menos 30 años. Es un libro desgarrador en el que la periodista italiana nos aporta datos y testimonios impactantes de la guerra de Vietnam.

Yo elegí el libro «El emperador del hambre» de mi querido amigo Aldo Ares; publicado magníficamente por Elvo editorial. No lo hicimos adrede, pues ni mi hija ni yo sabíamos qué libro se llevaría cada uno. Pero, justo cuando recogía los enseres en el coche para subirlos al apartamento, los dos libros se unieron, algo que ya me dio qué pensar. Dos testimonios, dos conflagraciones, dos miserables guerras; una en Asia, la otra en África.

«El emperador del hambre» lo devoré en seis días; es un texto magnético que te atrapa sin parangón alguno desde sus inicios. Terroríficamente actual, nos sumerge en los pormenores del desconocido país de Guinea Bissau, al menos para mí.

Es una historia que bien podría repetirse en otros lugares del continente, con entramados políticos, muerte y solo muerte, diría el poeta. Es la dictadura del terror, en la que se hace mella la más alta miseria humana. El personaje da realmente asco, lo puedo asegurar; refugiado en el Algarve portugués y a tan solo 60 km de donde leía este libro, situación que consiguió ponerme contra las cuerdas.


La emoción contenida, ese nudo en la garganta unido a la rabia, hacía que el texto se fuera consumiendo a un ritmo frenético. Aldo Ares combina de manera magistral los géneros de novela y de ensayo periodístico, contados en primera persona.

Reconozco haber leído poco sobre la literatura africana, y mi referencia más cercana me llegaba de la mano del escritor Ben Okri, con su novela «El camino hambriento», gracias a los consejos de mi yerno Calum Wheeler, quien insistió en su lectura.

Lectura fácil, sin ornamentos; al grano, diríamos. Eso sí, mostrando la cruda realidad sin tapujos de ningún tipo; la historia repetida, la misma historia de siempre. Tiranía, muerte y solo muerte, lugares donde apenas se desarrolla la condición humana, más una lucha por el poder encarnizada. Sobresale la figura del profesor, tantas veces repetida en la historia: ese profesor que desea salvar el mundo motivado por los más altos ideales, personaje mítico en toda guerra que se precie. Figura que, sin apenas darse cuenta, se ve envuelta en un mundo turbulento en el que nada parece tener salida. Y a pesar de todo, insiste, poniendo en peligro su propia vida y la de su familia.

«Las reglas eran sencillas: nada de reglas», nos diría Khaled Hosseini en su «Cometas en el cielo».

Magnífico el trabajo de campo en lo referente a la magia negra y el vudú; impresiona de veras la crudeza con la que el autor describe la situación, llevando al lector de la mano por entre una selva umbrosa que da lugar a este tipo de situaciones, de míseras perspectivas. Desventuras que nos alejan de cualquier atisbo espiritual o místico. Puedo asegurar que lo que menos le queda a uno son las ganas de solicitar ayuda o consejo a uno de estos hechiceros.


El planteamiento del libro me llevó a comparar lugares como Burkina Faso, Nigeria, la masacre de Halabja o Somalia; zonas que ya había tocado en alguna de mis novelas, ya que en todos esos lugares se vuelve a repetir más de lo mismo: degradación, angustia e infamia.

Digna de reseñar es la relación del dictador Teo y su esposa Carola, entramado psicológico que da lugar a los capítulos más demenciales de la historia, y en el que también hube de comparar dicha relación con otras no menos dignas: Hitler y Eva Braun, Franco y doña Carmen Polo, Nicolae Ceaușescu y Elena Ceaușescu, o Mussolini y Clara Petacci como ejemplos clásicos de la adoración del otro, a pesar del más ruin de los comportamientos.

Una obra de arte para tiempos difíciles, escrita para quienes no se contentan con lo que les cuentan y aquellos que se atreven a desafiar lo establecido. Libro valiente, interesante a más no poder, ideal para quienes buscan algo diferente y se prestan a explorar una literatura comprometida. Es para mí un honor reseñar un libro tremendamente actual, que nos enseña a resistir y, por encima de todo, nos da la posibilidad de explorar la intrincada mente humana, la injusticia y los más altos valores solidarios.

Concluyo con estos versos de Emmanuel Chitsanzo, el poeta de Malawi.


«Aquí estoy llorando al viento,

como si mis gotas se convirtieran en nubes

solo para poder volver como gotas de lluvia».


Del poema, «Recuérdame».


domingo, 21 de enero de 2024

August Natterer y enigma del "Ojo de la Bruja"

 


Hace unos días, exploramos la vida del artista August Natterer, nacido en 1868 en Alemania, quien, a pesar de su exitosa carrera como ingeniero electricista, pasó la mayor parte de su vida en diversos manicomios, debido a su enfermedad mental. Hans Prinzhorn le otorgó el título de «Gran maestro esquizofrénico» en su obra «Maestros de la locura».

El 1 de abril de 1907, la vida de Natterer dio un vuelco cuando experimentó una alucinación relacionada con el juicio final, afirmando que se le aparecieron:  «10,000 imágenes pasaron ante sus ojos durante media hora». Desde entonces, nunca volvió a la normalidad. Aunque anteriormente había tenido éxito como ingeniero, nunca había mostrado signos de su enfermedad, excepto por sufrir ciertos estados de ansiedad.

En un intento por reproducir las imágenes que le aparecieron, Natterer inició su carrera artística. En este análisis, exploraremos su obra más célebre, la cual ha sido extensamente estudiada por psicólogos y psiquiatras: «El ojo de la bruja».


Esta obra, realizada en papel transparente, representa un paisaje que simultáneamente conforma la silueta de una bruja. Un gran lago da forma a un rostro y un extraño muelle definen la transición de la cara al cuello, mientras una avenida conforma los bordes del sombrero. A pesar de la cubierta de la cabeza, las fisuras entre los huesos del cráneo son visibles, convirtiendo a la bruja en una figura espeluznante que se encuentra entre la vida y la muerte.


El enigma del "Ojo de la Bruja", con luz y sin luz.

La parte posterior de la imagen es especialmente enigmática, ya que algunos detalles se repiten, se amplían y se pegan parcialmente con trozos de papel. Inicialmente, los psiquiatras interpretaron esta versión como una expresión de la psicosis de Natterer. 

Pero... lo más inquietante de todo, es cuando un miembro del personal de la Colección Prinzhorn descubrió el verdadero propósito del cuadro: Natterer había creado una imagen que cambiaba cuando se iluminaba desde atrás. Al recibir la luz, las ventanas de algunos edificios se iluminan, aparecen peces en el lago y el ojo ciego de la bruja comienza a ver...

Impresiona ¿verdad?



sábado, 13 de enero de 2024

La censura en los cuentos de los Hermanos Grimm


«Escribo por el solo placer de escribir, para mí solo, sin ninguna finalidad de dinero o publicidad. En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras y no recojo otras flores que las metáforas».

Hoy vamos a profundizar en la historia de los Hermanos Grimm y la censura que sufrieron sus obras, obligadas por conceptos morales de la sociedad y su tiempo.

En 1812, los hermanos Grimm publicaron la primera edición de «Cuentos para la infancia y el hogar», que contenían 86 cuentos. La colección fue un éxito inmediato y se convirtió en un clásico de la literatura infantil.

Ellos continuaron recopilando y editando cuentos populares durante toda su vida. La quinta y última edición de «Cuentos para la infancia y el hogar» se publicó en 1857 y contenía 210 cuentos.

Los hermanos Grimm también fueron filólogos y académicos destacados. Jacob Grimm es considerado uno de los fundadores de la filología alemana y Wilhelm Grimm fue un experto en literatura germánica. Tuvieron una influencia significativa en la cultura alemana y mundial. Sus cuentos han sido leídos y disfrutados por generaciones de niños y adultos de todo el mundo.

Los cuentos originales de los hermanos Grimm eran a menudo muy violentos, con escenas de asesinato, mutilación y otros actos vandálicos. Por lo que decidieron suavizar la violencia en sus cuentos para hacerlos más aceptables al público infantil. También contenían alusiones al sexo, como personajes que se casaban sin antes estar comprometidos o que tenían hijos fuera del matrimonio. 


«Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos».

Los hermanos Grimm decidieron eliminar o suavizar estas alusiones para evitar ofender a los lectores. 

Además de estas razones, los hermanos Grimm también censuraron algunos de sus cuentos para hacerlos moralmente aceptables. Por ejemplo, en el cuento original de «Hansel y Gretel», los niños abandonan a su madre, que luego muere de hambre. Los hermanos Grimm cambiaron este final para que los niños se arrepientan de haber abandonado a su madre y la encuentren con vida.

La censura de los cuentos de los hermanos Grimm fue controvertida para su época. Algunos críticos argumentaron que los hermanos estaban dañando la integridad de los cuentos populares. Otros argumentaron que los cambios eran necesarios para hacer los cuentos más apropiados para el público infantil.

Hoy en día, sus cuentos son una parte integral de la cultura popular. Las versiones censuradas de los cuentos son las que se conocen y leen con más frecuencia. Sin embargo, también hay disponibles ediciones de los cuentos originales, que ofrecen una visión más completa de la tradición oral alemana.


En las primeras ediciones de «Cuentos para la infancia y el hogar», los hermanos Grimm eliminaron o suavizaron muchas escenas de violencia, como el asesinato de los padres de Blancanieves por su madrastra, el asesinato de la abuela de Caperucita Roja por el lobo o el intento de asesinato de Hansel y Gretel por su madre.

También eliminaron o suavizaron muchas alusiones al sexo en sus cuentos. Por ejemplo, en el cuento original de «Rapunzel», la princesa Rapunzel queda embarazada del príncipe después de que él la visite en la torre. Los hermanos Grimm cambiaron este final para que Rapunzel se case con el príncipe, tras rescatarla de la torre.

Eliminaron o suavizaron muchos temas religiosos en sus cuentos. Por ejemplo, en el cuento original de «Blancanieves», la manzana envenenada que la reina malvada le da a Blancanieves está bendecida por una hechicera. 

Los hermanos Grimm cambiaron este final para que la manzana envenenada sea simplemente una manzana envenenada; además de los cambios morales en sus cuentos. Por ejemplo, en el cuento original de «Hansel y Gretel», los niños abandonan a su madre en el bosque para que muera de hambre. 


La censura de los cuentos de los hermanos Grimm fue un proceso complejo que estuvo influenciado por una variedad de factores, incluyendo las creencias personales de los hermanos, las expectativas del público lector y los cambios sociales y culturales de la época.

Hay que destacar que las obras de los hermanos, Jacob y Wilhelm Grimm, no fueron censuradas en sí mismas. Sin embargo, algunas de las historias que recopilaron y publicaron fueron objeto de controversia y críticas debido a su contenido violento y a veces perturbador.


«Estudia las frases que parecen ciertas y ponlas en duda».

Los Hermanos Grimm recopilaron y publicaron sus cuentos a principios del siglo XIX, en un momento en el que las normas culturales y las sensibilidades eran diferentes a las actuales. Muchas de sus historias eran versiones más crudas y oscuras de cuentos populares que se contaban oralmente en la época. A medida que la literatura infantil y las expectativas culturales evolucionaron, algunas de estas historias fueron consideradas inapropiadas para los niños.

Los cuentos recopilados por los Hermanos Grimm han experimentado cambios y adaptaciones a lo largo del tiempo, pero no todos fueron censurados de manera sistemática. En lugar de una censura formal, lo que ha ocurrido es una serie de modificaciones y ediciones destinadas a hacer que las historias fueran más apropiadas para diferentes audiencias, especialmente para los niños. Algunas de las adaptaciones y censuras han incluido:

Violencia explícita:

Algunas historias originales incluían escenas violentas o finales impactantes. Por ejemplo, en la versión original de "Cenicienta", las hermanastras malvadas se cortan los dedos de los pies y el talón para tratar de ajustarse al zapato de cristal. En otras historias, los personajes pueden enfrentar castigos más severos o situaciones más peligrosas.


Contenido sexual:

Algunos cuentos populares contenían elementos más explícitos o sugerentes que han sido atenuados en las adaptaciones posteriores. Por ejemplo, en la versión original de «Caperucita Roja», la historia puede incluir referencias más explícitas a la amenaza del lobo.

Moralidad y religión:

Algunas adaptaciones han suavizado o eliminado elementos religiosos o morales específicos que podrían no ser considerados apropiados en contextos más laicos o diversos.

Estereotipos culturales:

En algunas versiones, se han ajustado o eliminado estereotipos culturales que podrían ser considerados ofensivos en la actualidad.


Se dice que Jacob y Wilhelm Grimm eran muy cercanos y compartían un vínculo fraternal fuerte. Una anécdota notable destaca su colaboración y compromiso mutuo durante la recopilación de cuentos de hadas. Cuentan que los hermanos Grimm solían trabajar juntos incansablemente en la colección, a menudo entrevistando a personas de la comunidad y recopilando historias populares.

En una ocasión, Jacob Grimm estaba enfermo y postrado en cama. A pesar de su estado de salud, Wilhelm continuó la recopilación de cuentos y le leía a Jacob las historias que recopilaba para obtener su aprobación y comentarios. Esta anécdota ilustra no solo su colaboración estrecha, sino también la dedicación y el esfuerzo que pusieron en su trabajo conjunto.

La relación fraternal y el compromiso con su obra han contribuido a consolidar la imagen de los Hermanos Grimm como colaboradores y defensores de la literatura y la cultura alemanas.


Los Hermanos Grimm eran apasionados por los idiomas y la lingüística desde una edad temprana. En su juventud, mientras estudiaban en la Universidad de Marburgo, Jacob y Wilhelm Grimm participaron en un juego lingüístico poco convencional. Se retaron mutuamente a comunicarse únicamente a través de citas y fragmentos de textos clásicos que habían estudiado, abordando cualquier situación diaria con fragmentos de poesía o prosa.

Esta peculiar forma de interacción no solo demostró su profundo conocimiento lingüístico, sino también su amor por la literatura y su habilidad para encontrar aplicaciones creativas para sus estudios. La anécdota destaca el carácter apasionado e intelectualmente estimulante de los Hermanos Grimm, que no solo se limitaban a recopilar cuentos populares, sino que también exploraban de manera activa la riqueza del lenguaje y la literatura.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado...

Aunque, obviamente continuará...

martes, 9 de enero de 2024

Augusto Natterer y la vida aparecida I

 


«Mis ojos en el momento de la aparición (1913)»


Augusto Natterer nació en 1868 en Alemania, en Schornreute, un barrio de Ravensburg, y era el hijo menor de nueve hermanos.

Natterer estudió ingeniería, se casó, viajó mucho y emprendió una exitosa carrera como electricista antes de sufrir delirios y trastornos de ansiedad. 

El 1 de abril de 1907, experimentó una alucinación relacionada con el juicio final, durante la cual afirmaba que le aparecieron "10,000 imágenes que pasaron ante sus ojos durante media hora".

A partir de este evento que cambiaría su vida, Natterer sostuvo que era el hijo adoptivo de Napoleón y el redentor del mundo. Esta visión le proporcionó una inmensa inspiración artística que más tarde exhibiría en sus obras. 

Natterer fue uno de los "maestros esquizofrénicos" descritos por Hans Prinzhorn en su obra titulada "Expresiones de la locura".


El pastor milagroso (1919)

En su intento de reconstruir la alucinación sufrida en 1907, comenzó a crear dibujos. De esta manera, Natterer nos permite compartir su experiencia de la maravillosa apariencia "milagrosa" de las imágenes. Sin embargo, este intento no logra transmitir el tremendo impacto que le causó su alucinación y que resultó en su ingreso a una sala psiquiátrica.


Gehmalin (1920)

"Vi una mancha blanca en las nubes absolutamente cercana; todas las nubes se detuvieron. Luego, la mancha blanca se fue y permaneció todo el tiempo como una tabla en el cielo. En el mismo tablero, en la pantalla o en el escenario, se sucedían imágenes tan rápidas como un flash, unas 10,000 en media hora... 

Apareció Dios mismo, la bruja que creó el mundo, entre visiones mundanas: imágenes de guerra, continentes, monumentos conmemorativos, castillos, hermosos castillos, simplemente la gloria del mundo, pero todo esto para ver en imágenes supremas. Tenían al menos veinte metros de tamaño, eran claras para observar, casi sin color como fotografías... 

Las imágenes eran epifanías del Juicio Final. Cristo no pudo cumplir la salvación porque fue crucificado temprano... Dios me los reveló para cumplir la salvación".


Eje del Mundo con Conejo (1919)

En el psiquiátrico, fue rebautizado como Neter por su psiquiatra para protegerlo a él y a su familia del inmenso estigma social asociado a los trastornos mentales de aquella época. 

Las obras de Natterer suelen estudiarse científica y artísticamente. Esta terrible experiencia lo llevó a un intento de suicidio y al internamiento en el primero de los manicomios que ocuparía durante los veintiséis años restantes de su vida. A partir de entonces, Natterer sostuvo que era hijo ilegítimo del emperador Napoleón y el redentor del mundo. August Natterer murió de insuficiencia cardíaca en una institución cerca de Rottweil en 1933.

viernes, 29 de diciembre de 2023

Charles Dickens y las mujeres del Urania College



"Concéntrate en todo lo bueno que te pasa, que a todos nos pasa mucho; y no en las desgracias, que a todos nos pasa alguna".

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En 1842, después del regreso del prolífico escritor a Inglaterra y su triunfal gira por los Estados Unidos, la desgracia y el hambre se afincaron en su país. El precio del pan se duplicaba debido a las malas cosechas, y la pobreza se infiltraba en las ciudades, abrumadas por campesinos en busca de una pequeña caridad. 

La industria algodonera, antaño orgullo de Inglaterra, atravesaba una pronunciada decadencia, generando largas filas en las casas y comedores de caridad en las calles de cualquier ciudad del país.


Dickens, defensor declarado de las libertades civiles y religiosas, así como de los derechos humanos, se horrorizaba ante el creciente odio de clases. El ciclo comenzaba con el cierre de fábricas, desencadenando huelgas que, rápidamente, se tornaban violentas y culminaban con el envío de tropas para sofocarlas.

En medio de los llamados "Hambrientos Cuarenta", la prostitución femenina emergía como una de las realidades más distintivas de la época.

La señora Angela Burdett-Coutts, adinerada y filantrópica solterona, ferviente lectora de Charles Dickens, se convirtió en la principal financiera del Urania College. Dickens le propuso la idea de financiar una entidad que ayudara de alguna manera a rehacer la vida de estas mujeres, llevadas a la prostitución por una imperante necesidad.


La señora Angela abrazó entusiasmada la propuesta de Dickens, convirtiéndose así en la principal benefactora del Urania College. Insistió en que el respetado novelista se pusiera al frente de la institución.

Urania, era un refugio para mujeres caídas, concebido y parcialmente financiado por el propio Dickens, quien lo dirigió con dedicación durante casi quince años. 


El proceso de admisión requería que la aspirante hiciera a Dickens un detallado relato de su desgracia. Esta confesión se realizaba una sola vez, y a partir de entonces, la mujer se comprometía a guardar silencio absoluto sobre su pasado. Ni el personal ni las compañeras del instituto debían conocer las circunstancias de su vida. El silencio se extendía incluso a sus vidas futuras.

Contar por única vez sus desventuras, guardar silencio para siempre, adquirir habilidades domésticas, viajar a algún rincón del Imperio, encontrar un buen hombre, casarse y tener hijos; era el programa de Urania, algo similar al guion de un melodrama de cine con final feliz.


El propio Dickens, con un interés aparentemente terapéutico, realizaba la única entrevista con las aspirantes. Fundador de la institución y de mentalidad freudiana, Dickens exigía que las mujeres llevaran una nueva vida orientada a recuperar el decoro, aprender oficios y destrezas hogareñas. Llevaba un meticuloso registro de entrevistas, así como del desempeño y los progresos de las pupilas en un volumen característicamente llamado "Libro de Casos", que solo él pudo leer.

Alrededor de cien mujeres pasaron por Urania durante los quince años en que sirvió como "refugio societario", según el término de Dickens. Un informe de 1853 detalla que 26 de las primeras 54 pupilas emigraron a Australia y lograron reconstruir con éxito sus vidas. Catorce decidieron abandonar Urania y otras diez fueron expulsadas.


Emma tenía quince años cuando solicitó ingresar en Urania. Antes de prostituirse, vivió una verdadera odisea como obrera infantil en la fábrica de betún donde, aún siendo niño, Dickens había trabajado incansablemente para mantener a su padre encarcelado por deudas. La coincidencia impactó profundamente al autor de "Historia de dos ciudades", generando una especial empatía por Emma, a quien cuidó con esmero durante toda su vida.

La fábrica, conocida como Warren's Blacking Factory, estaba ubicada en la orilla del río Támesis, cerca de la estación de Charing Cross de Londres. Dickens tenía 12 años cuando comenzó a trabajar allí en 1824. Las condiciones de trabajo eran extremadamente duras: 10 horas al día, seis días a la semana, por un salario de 6 peniques diarios. Su trabajo consistía en pegar etiquetas en los botes de betún, una tarea repetitiva y monótona.

Dickens detestaba su labor en la fábrica, considerándola una humillación y sintiéndose prisionero. En una carta a su amigo John Forster, expresó:

"Mi trabajo era pegar etiquetas en botes de betún. Era agotador y miserable, rodeado de niños tan desafortunados como yo".


La experiencia de Dickens en la fábrica dejó una profunda huella en su vida y obra. Novelas como "Oliver Twist" y "David Copperfield" exploran temas como la pobreza, la desigualdad social y la injusticia.

La visita de Elizabeth Gaskell a Urania Cottage en 1852 aumentó la visibilidad de la residencia. Gaskell, amiga de Dickens y novelista destacada, elogió el trabajo realizado en Urania Cottage en una carta al propio Dickens. Su respaldo contribuyó a su creciente popularidad.

Urania Cottage cerró en 1858, pero su legado perdura. Ayudó a cambiar la percepción de las mujeres jóvenes que habían sido prostitutas, demostrando que podían transformar sus vidas y encontrar un futuro mejor.

¡Un brindis por el señor Dickens!