—Es una niña que se refugia de la soledad que la embarga a través de las palabras. Su visión del mundo es muy especial. Ella pone nombre a las emociones, a las sensaciones, a lo cotidiano, y al hacerlo, les da ese poder que guarda dentro de sí; ello le ayuda a convertirse en la mujer que será y en las decisiones que adoptará.
—Tras la publicación de este libro, ¿no temes que te llamen bruja?
—Me encanta que lo hagan. Date cuenta de que la palabra bruja significa «mujer sabia». Aún conservamos los resquicios de ese personaje de cuento malvado, de nariz aguileña, pelo crespo e incluso verruga en la nariz, jajaja. Pero una bruja, por suerte, es mucho más que eso. Podemos llamar «bruja» a alguien de forma despectiva, como sinónimo de mala persona; pero también podemos hacerlo para referenciar su feminidad, su autenticidad e intuición. Me gusta ver el lado bueno de las cosas, así que me quedo con la definición positiva.
—¿A qué se debe este cambio de registro en tu historia literaria? Comenzaste con la biografía de tu hermano, le siguió Estatuas de sal, un libro detectivesco; luego Brumas del pasado, que más o menos es una historia de amor, y un libro precioso de relatos.
—Realmente no he cambiado tanto. Si lo piensas, he pasado de los fantasmas a los mitos griegos, y de ahí, a la magia de la fantasía y los cuentos. Pero a pesar de ello, sí que La bruja de Dagaz es muy distinta a mis anteriores obras. ¿Por qué? Madurez, el paso del tiempo y, sobre todo, de la vida. Las huellas que aceptas y el valor para mostrarlas.
—Para escribir La bruja de Dagaz, ¿ha sido necesario estudiar algún tipo de grimorio o brujería? Confiésate.
—El de la vida misma. La bruja de Dagaz se sustenta de los hechizos cotidianos. Del amor, de los celos, la venganza, el miedo… realmente pienso que esa es la brujería más poderosa: la vida. De todas formas, te confieso que he leído mucho, y que he buscado hechizos, pociones que se preparaban a base de hierbas y productos naturales y ayudaban a la sanación. Pero, ¿sabes? Si escribes fantasía has de dejar que vuele tu literatura y darle tu toque. Parte real, parte ficción. Independientemente de eso, sí que he leído mucho para escribir esta novela. La danza en espiral, Las brumas de Avalon, La Dama Blanca… todo influye.
—¿Luz u oscuridad?
—Luz. Eso deseo contestar, luz. Pero… ambas. El equilibrio ha de existir. Toda luz proyecta una sombra, todo día necesita su noche, y en toda noche hay una hermosa luna de hechizos y magia.
—¿Frío o calor?
—Ahí sí que la hemos liado, jajaja. Si me preguntas por una estación, te digo que el otoño. Pero si me preguntas si frío o calor… soy de calor en el corazón, pero de escribir con una taza de café ante una chimenea con velas encendidas, y para ello necesito al frío.
—Si alguien te regalase un gato, ¿qué nombre le pondrías?
—Gato, Misifú. Gata, Luna.
—Vaya, veo que se te da mejor escribir que ponerle un nombre a un gato. ¿No te da miedo la soledad de los bosques que describes en tus páginas?
—Me aterra. La soledad está infravalorada; es mucho más necesaria de lo que creemos, pero al tiempo puede ser el monstruo más aterrador que existe. Esos bosques que yo describo pueden ser aterradores, esa inmensidad vacía de nadie que pueda auxiliarte, ese saber que solo dependes de ti, que en tus manos está tu vida… Ahora que lo pienso, se parece bastante a la vida real, ¿no te parece? —La miro y no contesto. La he llevado al lugar que deseaba.
—Dime un hechizo o encantamiento leve, de esos que sé que utilizas a diario.
—La sonrisa.
—Si tuvieses que hacer un viaje con un escritor o escritora de fantasía, ¿con quién sería?
—Realmente es una pregunta difícil, me iría sola. Nunca he viajado sola y no sabes cómo deseo hacerlo, siempre estoy rodeada de gente. Y si tuviese que elegir, pues siempre está el padre que no es otro más que Michael Ende, ya que con J.K. Rowling o con Neil Gaiman, seguro que no nos íbamos a entender.
—Por último, he leído tu libro al menos un par de veces. Lo cierto es que no lo encajo con ninguna obra que conozca. Es auténtica. Diría que es Margarita Hans en plena esencia. ¿Es esta tu obra cumbre? Y… ¿cambiarás de registro en tu próxima obra?
—Es mi última obra, no sé si será mi obra cumbre, pues Estatuas de sal pegó fuerte, pero… para mí, es la mejor escrita y donde hay más de mí. En La bruja de Dagaz hay mucha Margarita diluida en infinidad de personajes, y es donde me he sentido en casa al escribirla. Tanto es así, que creo que al fin he encontrado mi género literario. Mi vida está algo zarandeada últimamente, pero que nadie se preocupe: ya he invitado a casa a un par de elfos, alguna brujilla, un par de dragones, y por supuesto, mil y un hechizos esperan sobre mi mesa de trabajo. No creo que tarde y el tema ya sabes. Escapo a través de la fantasía, es dogma de vida.
—Y, por último, la pregunta más terrorífica de todas. ¿Qué te da más miedo, tus monstruos o aquellos que diariamente vemos en la prensa o en los noticiarios de la televisión? Me refiero a quienes dirigen nuestras vidas, ya sea desde la política o cualquier tipo de manipulación social.
—Me da muchísimo más miedo lo que veo en televisión y también en el día a día. Me da terror la manipulación, tanto política como social, así como la forma en que se pueden tergiversar las cosas, como la mentira o el desconocimiento. Ellos pueden hacer que se creen castillos en el aire, sin raíz alguna que los sostenga. En el género literario, antes de crear un paisaje o mapa, debes de crear la estructura de la novela; en la política no hace falta.
—Todo es mentira, dijo Jesús Quintero en su última locución...
—Todo es mentira. Necesitamos cultura, educación, y una sanidad fuerte. Necesitamos hijos con edad de trabajar que tengan una salida laboral y puedan lograr su independencia con holgura. Necesitamos libres pensadores y, sobre todo, autenticidad. También sería importante regirnos por la ilusión y no por el miedo; nada de apatía ni obligación.
En el exterior se ha hecho la oscuridad. Ante mí, la mujer capaz de crear una historia fascinante, construyendo un mundo donde antes no existía nada. He ahí el poder de su magia.